Albatera u Orihuela en lo provincial. Cartagena o Sevilla fuera de las fronteras locales. Son lugares que cuentan con composiciones, marchas en su mayoría, del compositor albaterense Manuel Berná García (1915-2011). Temas como ‘El buen maestro’, que compuso en 1946 a la memoria de su padre; o el de la ‘Procesión del Sepulcro’ (1996), precisamente para la cofradía albaterense del Sepulcro.
Lo han popularizado, pero no deben de hacernos olvidar que su creatividad melódica llegó mucho más allá. Hasta para componer unas 22 sinfonías, donde incluso abundan los temas provinciales, como ‘Poema a Miguel Hernández’ (1989) o ‘Lucentum’ (1997). Y entre su labor como director de orquesta, no hay que desdeñar la desarrollada como pedagogo. No es que se dedicara a la música: directamente la vivía.
Juguetes con ritmo
Le venía de pequeño. En las entrevistas que concedió, solía señalar que él de chaval no jugaba con los mismos cachivaches que sus amigos. Su padre le dejaba los sobrantes de una banda de música que había dirigido, aunque solo duró un año, y había firmado la concesión de los instrumentos. Él nació, por cierto, en la fecha en que finiquitaron la orquesta.
Así que lo de la música iba a marcarle, a todos los niveles: contaba también, en sus conversaciones con periodistas, que hasta su suegro había tenido por maestro a su padre. No es de extrañar que comenzase su carrera musical de bien pequeño, con la veteranísima Unión Musical La Aurora de Albatera, sembrada en 1882. Ahora, su otra vocación, la militar. ¿De dónde? Volvamos de nuevo a lo del natalicio.
Cuando era pequeño, su padre le dejaba instrumentos como juguetes
Infancia tormentosa
Puede decirse que quien mejor ha estudiado en la actualidad la vida y obra del músico albaterense ha sido María Consuelo Giner Tormo en su tesis ‘La estética de la obra sinfónica de Manuel Berná García’, leída en la Universidad de Murcia en 2010. Por ella, y por otras fuentes, podemos dar por válida ya esta frase: “Nace en Albatera, el 21 de agosto, según la partida de nacimiento, y un día después según el propio compositor”.
Y nos encontramos con esta jugosa información fechada en 1922: “Se cae dentro de una hoguera que hacen en su pueblo para celebrar las fiestas patronales y se abrasa vivo, quedándole cicatrices perennes, por lo que toma conciencia de la importancia de proteger la vida”. Quede este dato para explicar la apuesta de Berná por ingresar en el Ejército, en 1930, de camino a cumplir los 15 años. Aunque siguió considerándose ante todo músico.
De chaval, se cayó en una hoguera durante las fiestas patronales
Carrera militar
De hecho, tras opositar a músico de primera, en la prestigiosa Academia de Artillería de Segovia, institución académica militar fundada en 1764, su carrera castrense irá ya ligada a la música, como cuando en 1947 (1949, según otras fuentes) se conviertió en el director de la banda del cartaginense regimiento de infantería Sevilla número 40, con el grado de teniente (que ya disfrutó el año anterior al ingresar en el Cuerpo de Directores).
Esto no le impidió ejercer de maestro musical también en el mundo civil, como, entre 1946 y 1947, la Societat Musical l’Aliança de Mutxamel (1857). A lo largo de su carrera, estuvo al frente también de otras formaciones, a ambos lados de los muros de los cuarteles por los que desfiló. Así, la banda del barco-escuela ‘Juan Sebastián Elcano’, o también, ya capitán, primer director de la formación del ceutí tercio Duque de Alba de la Legión.
Dirigió formaciones en València, Madrid o Alemania
La batuta internacional
De paisano, su calidad a la batuta le permitió ser director invitado en formaciones de tanto fuste y veteranía como la Sinfónica Municipal de Madrid (que debutaba en 1909), la de la SWR Baden-Baden y Friburgo (en Alemania, 1946-2016, cuando fue deglutida por la de la Radio de Stuttgart, cosecha de 1945), o la Unió Musical de Llíria (1903).
Su retiro como militar iba a estar también ligado a los pentagramas: el maestro albaterense pasó en 1967 a la Dirección General de Reclutamiento y Personal del Ministerio del Ejército. En 1975 se retiró como comandante jefe de la sección de Músicas y Bandas. Una vez en las calles, se dedicó con pasión a la enseñanza. Su magisterio le llevó incluso a estar al frente del Conservatorio Profesional de Música de Orihuela (oficializado a partir de 1982).
Un estilo muy personal
¿Y el Manuel Berná compositor? Como bien señala María Consuelo Giner, fue un autor muy personal, abierto a las corrientes contemporáneas, que huyó de la clásica duplicación de la octava (si escribes a cuatro partes un acorde de tres sonidos, debes repetir uno de estos), adscrito al puntillismo (“donde tienen valor las notas individualmente, fragmentando mucho las melodías”) y al simbolismo.
Un 26 de enero, los arpegios dejaron de corretear. Hizo de la música su profesión y pasión, y llevó su tierra natal con mucho orgullo, definiendo lo que hacía por el mundo como ‘albaterear’. En 1979, Albatera le concedió la Medalla de Oro, y hoy tenemos una calle y el edificio Casa de la Música en su nombre, y hasta un concurso de pasodobles que seguro que también habría aplaudido.