Venían de muy antiguo, pero fueron a más (generaron la dinastía Borbón-Parma). Se supone que los Borja o Borgia semillaron en la celtíbera Borsau, cuna del actual municipio aragonés (zaragozano) de Borja (Borcha), un sueño de viviendas clásicas, 5.054 habitantes en 2022, al que le creció en las rebabas alguna torre habitacional de las que sientan como a un santo dos pistolas.
Pero iban buscando más poder y, por Xàtiva primero, luego en Gandía, lo iban a encontrar, como Borja, para consolidarlo aquí y en tierras italianas. Lucrecia Borgia (1480-1519, también Lucretia Borgia, Lucrezia Borgia o Lucrecia de Borja), hija del papa setabense (jativés) Alejandro VI (Rodrigo de Borja), ganó además terrible fama, con sus puntos de sexo y asesinatos. ¿Cómo no iban a quedar atrapados en celuloide o vídeo?
Tétricas leyendas
La leyenda atribuye a Lucrecia Borgia incluso artes envenenadoras, como aquella esclava romana, Locusta (ajusticiada en el 69), de quien dicen que, por encargo de Julia Agripina (15-59), hermana de Calígula (12-41), asesinó entre otros al mismísimo emperador Claudio (10 a.C.-54 d.C.). En el caso de Borgia, supuestamente actuaba en comandita con su padre y su hermano César (1475-1507).
No existen pruebas, pero los Borja eran muy poderosos (con una gran labor impulsora y protectora de las artes: ser mecenas demostraba señorío) y envidiados. Aparte, este pontífice valenciano tenía hijos y, además, al bueno de César, capitán general de los ejércitos papales, tras haber sido obispo, arzobispo y cardenal, el mismísimo Maquiavelo (1469-1527) lo tomó de modelo para su ensayo ‘El Principe’ (1532).
Francesca Bertini interpretó a Lucrecia Borgia ya en 1912
Fantasía pionera
Como era lógico, en cuestiones de imagen secuencial, la figura de Lucrecia Borgia iba a resultar la más atractiva. Ya en 1922 el pionero y prolífico cineasta vienés Richard Oswald (1880-1963), cuyo origen judío le llevó en su momento a Hollywood, se atrevió con un largometraje sobre ella. Como se recuperó en vídeo, aún se conserva la cinta para ojos curiosos.
La historia es una pura fantasía un tanto confusa, donde cualquier parecido con la realidad es coincidencia, pero resulta divertida, sólidamente realizada, de brillante dirección artística y un reparto (la plana mayor de la productora estatal Ufa) entonces de campanillas (muchos iban a marchar también al cine estadounidense). Al frente, Liane Haid (1895-2000) como Lucrecia, Albert Bassermann (1867-1952) como su padre y Conrad Veidt (1893-1943) como César.
Las versiones de 1935 y 1953 incidían en el aspecto erótico
Lucrecias interocéanas
A falta de saber qué tal fue la versión de 1912 interpretada por la diva Francesca Bertini (1892-1985; se despidió del cine en la coproducción ítalo-franco-estadounidense ‘Novecento’, 1976, de Bernardo Bertolucci, 1941-2018) dirigida por los prestigiosos pioneros Mario Caserini (1874-1920) y Gerolamo Lo Savio (1865-1931) para la filial italiana de la teatral y francesa Film d’Arte, destaquemos otras adaptaciones como la comedia argentina de 1947 dirigida por el hoy reivindicado Luis Bayón Herrera (1889-1956).
El cineasta y también dramaturgo bilbaíno, afincado en Buenos Aires, le proporcionó un bien trabado guion del escritor y letrista de tangos Rodolfo Manuel Taboada (1913-1987) a la gran comediógrafa argentina Olinda Bozán (1894-1977), basado en una novela de Alfred Schirokauer (1880-1954) que también inspiró la versión de Abel Gance (1889-1981) en 1935, protagonizada por Edwige Feuillère (1907-1998) y rodada en los estudios franceses de la Paramount. No fue la mejor cinta del maestro Gance, pero posee escenas brillantes.
Las series de televisión convertían a la joven en víctima
La plantilla erótica
Hubo ‘remake’, por cierto: el franco-italiano de 1953 a cargo de Christian-Jaque (1904-1994). Su entonces esposa, la luego hollywoodense Martine Carol (1920-1967), enseñaba sus magníficas dotes interpretativas y también más carne de la acostumbrada, remedando el baño de Edwige Feuillère. Y ya la tenemos liada: United Artists, que se hizo con los derechos de distribución, metió tijeras. Pero a partir de entonces las adaptaciones cinematográficas iban a incidir en los aspectos puramente carnales de la historia.
Entre blandipornos y directamente pornos, cabe fijarse en los ‘Cuentos inmorales’ (‘Contes immoraux’, 1973) de Walerian Borowczyk (1923-2006), otro autor de innovadores cortos de animación. En el largo, se fue por el erotismo esteticista. La producción resulta interesante, pero el episodio dedicado a los Borgia (Florence Bellamy, Jacopo y Lorenzo Berinizi) no es más que la filmación de una orgía entre el trío acostumbrado. Y entre tanta Lucrecia, ¿qué pasaba con la familia?
Desde la televisión
‘Los Borgia’ (2006), coproducción hispano-italiana planteada como largometraje y miniserie a la vez, impulsada por Antena 3 y dirigida por el salmantino Antonio Hernández, se presentaba como la versión definitiva sobre la familia valenciana de origen aragonés. Finalmente, se centraba en el terceto de costumbre (aquí María Valverde, Lluís Homar y Sergio Peris-Mencheta), convirtiendo a la supuesta malvada en víctima. A pesar de las quejas por su ritmo, funcionó.
También lo hizo la serie ‘Los Borgia’ (‘The Borgias’, 2011-2013), creada por Neil Jordan para Showtime Networks (o sea, la Paramount), que literalmente le pillaba el planteamiento a Hernández. Y de nuevo el protagonismo era para el trío habitual (Holliday Grainger, Jeremy Irons y François Arnaud). Al final lo del cine, vídeo o televisión con los Borja se resume en… Lucrecia Borgia.