Las películas de Bruce Lee y, sobre todo, ‘Karate Kid’ (1984) provocó que muchos jóvenes de nuestro país se interesaran por las artes marciales. Uno de ellos fue Jorge Ivorra, alumno y posteriormente profesor y árbitro del estilo Kyokushinkai -Sociedad de la Verdad Definitiva-, fundado en la isla japonesa de Okinawa en 1953 por el maestro Masutatsu Oyama.
Es un estilo marcado por una filosofía basada en la mejora personal mediante el control de la mente y el cuerpo, en el que sobresalen sus intensos regímenes de entrenamiento, dureza y disciplina. A día de hoy es uno de los artes más ejercitados en el mundo, con más de cuarenta millones.
Ivorra lleva cerca de cuatro décadas practicando el Karate Kyokushinkai. Es, además de cinturón negro, quinto dan (recordemos que en España no se suele superar el séptimo dan) y asegura que el karate “es una forma de vida, una filosofía que va contigo siempre”.
Cuentas con una impresionante trayectoria en las artes marciales.
Empecé, como todos los de mi época, viendo las películas de Bruce Lee y a practicar Karate Kyokushinkai a los veinte años. Llevo casi cuarenta bajo esta disciplina y prácticamente todos mis títulos han sido en ella.
«El karate y el yoga están en muchas ocasiones ligados, son muy espirituales y sumamente respetuosos»
¿Qué es un dan?
Es una trayectoria que se va consiguiendo. Después de obtener el cinturón negro, el primer año logras el primer dan, el segundo un año más tarde y así consecutivamente hasta cinco.
A partir del segundo dan tienes la titulación de ‘senpai’, que es como instructor. Con el tercero y cuarto pasas a ser ‘sensei’, que es como profesor y con más, eres shishan, maestro.
¿Cómo se consiguen?
Debes pasar una prueba durísima, tanto técnica como físicamente. Mi examen de tercer dan, por ejemplo, duró tres horas y media. Desde el quinto dan ya no hay examen y te lo ganas por tus méritos profesionales.
Pasas entonces a enseñar.
Sí, desde mi primer dan, en un ‘dojo’ de Alcoy. Pero cuando logré el cuarto regresé a entrenar con mi maestro, Ángel Alvado. En la zona de Alcoy, Ibi y Castalla salieron en los ochenta y noventa grandes karatecas, que luego se hicieron grandes profesores.
«Tras ser cinturón negro, con tercer y cuarto dan te conviertes en ‘sensei’ (profesor) y con quinto, en maestro»
¿Qué le aporta las artes marciales a un niño?
Tenemos infantes desde cuatro años y le enseña muchas cosas: educación, saber estar… En karate, por ejemplo, se debe saludar cuando entras al dojo, sino no se le permite pasar.
Aprende también una disciplina, no se le debe decir que haga las cosas dos veces, y sabe que tiene que hacer caso a su maestro. De hecho, muchas veces los padres castigan a los niños sin ir a karate, que es su pasión.
En los ochenta el karate estuvo muy de moda, aunque con el tiempo perdió fuerza.
En España, pese a ganar el campeonato mundial, está de bajón. Llegaron también otros tipos de artes marciales (taekwondo, jiu-jitsu o capoeira) y todos son positivos.
El mío, el Karate Kyokushinkai, se fundamenta en el endurecimiento del karateca, preparados mental y físicamente. En nuestro estilo se permite el KO en competición, a diferencia del karate tradicional.
¿Puede recuperarse a nivel social?
Es complicado, la forma que tienen de relacionarse los jóvenes es muy diferente a mi época, cuando se hacía en la calle.
Existen muchos competidores en artes marciales en los lugares donde hay una alta inmigración, porque ellos se han criado como lo hicimos nosotros.
«Muy de moda en los ochenta y noventa, ahora lo es mucho menos porque ha cambiado la forma de relacionarnos»
¿Ejerces también de árbitro?
Sí, cuando alcanzas un nivel y llevas muchos años te incorporas como árbitro. Actualmente, tras más de veinte años, soy jefe de árbitros de la Internacional Federación Karate de España (IFKS).
¿El karate es tan mental?
Se trata de una filosofía que se puede ejercer toda la vida. Cuando practicas artes marciales sabes hacia dónde vas y tienes un camino: te crea un carácter muy fuerte.
Por eso es muy complicado que un practicante de artes marciales caiga en la droga, porque tiene una disciplina, sabe el sacrificio y lo que cuesta lograr los objetivos. Dojo, precisamente, significa camino, que es el camino que aprendes a seguir.
¿Karate y yoga van de la mano?
En algunos aspectos sí, aunque el yoga es un movimiento más suave. El karate también es muy espiritual, implica el máximo respeto a todo.
El karate, sin duda, es una forma de vida y, si eres karateca, lo eres siempre. Sigo yendo a cursos de competición y luchando con personas que están en la élite, consciente de mi edad. No intento ganarles: con aguantarles tengo suficiente.