Ocurre con mucha frecuencia en lo que tiene algo que ver con el turismo y el ocio: una cosa es lo que el cliente ve, y otra muy distinta cómo se consigue ese trampantojo. Sucede, por ejemplo, en los aeropuertos, donde basta cruzar la puerta equivocada para pasar del brillante mármol y los luminosos halls, a pasillos sin luz y estancias absolutamente exentas de ‘glamour’. Pasa también en los cruceros, donde nada tienen que ver los restaurantes, casinos, tiendas o piscinas con la sala de máquinas que el pasajero jamás verá. Y ocurre, claro, en los hoteles.
Allí, en esos alojamientos que se han llenado hasta los topes este verano a lo largo y ancho de la Costa Blanca, el turista da por sentado que la cama estará hecha cuando llegue de la playa; que la ducha estará impoluta cuando vuelva de la piscina, o que el gel y el champú estarán a su alcance cuando sean requeridos.
Nada cambia
Para que todo eso suceda, y eso es lo que pocas veces se ve, un ejército de trabajadoras –la inmensa mayoría son mujeres– se desloma, literalmente, cada día soportando cargas de trabajo, o al menos eso es lo que denuncian, inasumibles. Con más de veinte habitaciones por camarera de piso y día, la aparición de lesiones y enfermedades en ese colectivo es también parte del día a día turístico de Benidorm y del resto de grandes destinos. Es así desde hace mucho tiempo y, denuncian, la cosa no cambia.
Yolanda García es la portavoz del colectivo de ‘kellys’ de la capital turística de la Costa Blanca y de la Comunitat Valenciana. Pocas horas después de haberse conocido un nuevo registro histórico de ocupación durante el puente de agosto, García lamenta que «no hay manera de que nos reduzcan habitaciones y, con la ocupación al máximo, hay muchas camas supletorias y mucha más suciedad».
Con más de veinte habitaciones por camarera y día, la aparición de lesiones y enfermedades es también parte del día a día turístico
El día de la marmota
El problema no es nuevo. Ni mucho menos. De hecho, Yolanda García tira de estoicismo y dice que «para nosotras, esto parece el día de la marmota». Sabe que los medios de comunicación y, por lo tanto, buena parte de la sociedad conoce su situación. En realidad, no hay nada nuevo bajo el sol. «Vamos a contar lo mismo de siempre», lamenta.
Pero no por repetido, el problema es menor. De hecho, parece que nadie busca ponerle solución. Porque ahora, en 2023, después de una pandemia y con la rentabilidad de los hoteles mejorando, así lo reconocen los empresarios, «nuestro problema sigue siendo la sobrecarga. No hay manera de que nos reduzcan habitaciones y que se den cuenta de que la ocupación está al máximo, hay muchas camas supletorias, las habitaciones están mucho más sucias por la arena y la cantidad de gente; pero también lo están las zonas comunes…».
«Nuestro problema sigue siendo la sobrecarga. No hay manera de que nos reduzcan habitaciones» Y. García
Precariedad laboral
Patronal y sindicatos firmaban hace pocas fechas un nuevo convenio colectivo para el sector, y es en ese documento en el que también se establecen las condiciones generales de las ‘kellys’. Sin embargo, comparado con los veranos pasados, «todo sigue exactamente igual. El verano pasado hubo hoteles donde incluso se quitaban días libres porque faltaban trabajadoras, o porque si alguna se cogía una baja, había que cubrir ese puesto, y este verano está pasando lo mismo».
Y es que, asegura Yolanda García, «la gente no quiere trabajar como camarera de piso. No hay relevo generacional. No hacen atractivo este trabajo para nada. Está ligado a una gran carga, a la precariedad, al estrés, a la ansiedad y a los dolores musculares que todas acabamos teniendo».
«Nadie quiere trabajar como camarera de piso. No hay relevo generacional. No hacen atractivo este trabajo para nada» Y. García
Alarma entre los sanitarios
Lo que más impacta del discurso de la portavoz de las ‘kellys’ de Benidorm no son tanto sus palabras, que tienen una enorme carga, sino la forma, casi sin atisbo alguno de emoción, en que asegura que «al final de verano, acabamos hechas una porquería».
La situación de las camareras de piso de la enorme planta hotelera de Benidorm ha generado, incluso, alarma entre los trabajadores sanitarios del sistema público de salud de la ciudad. Tal y como explica García, «nos llamaron del departamento de enfermería del Centro de Salud de Foietes para tener una reunión con nosotras, a la vista de la cantidad de consultas de traumatología y de fisioterapia que estamos teniendo». Un cónclave en el que «querían ver si había alguna manera de ayudarnos».
Sin cambios en el convenio
Sin embargo, parece que esa es una de las muy escasas ayudas que reciben, ya que en el nuevo convenio colectivo, el documento que podría ayudar a mejorar su situación, «no tiene cambios sustanciales respecto al anterior, más allá de la subida salarial. Hay un apartado en el que se hace mención a las cargas de trabajo de las camareras de piso, y lo mencionan con arreglo a la Ley de Prevención de Riesgos Laborales 31/1995 y el Real Decreto de 1997», y pone el acento en las fechas de esas normas.
Ante esta inacción de unos y otros, Yolanda García no descarta volver a optar por salir a la calle a reclamar mejoras laborales. «Está haciendo falta que nos movilicemos», asegura. Pero sería una toma de la calle que habría que hacer «de una vez, de manera conjunta» todo el sector, no sólo su colectivo. O, como ella lo plantea, «no sólo cuatro mujeres protestando en la calle, que es como lo hacíamos nosotras».