Hubo una época, ya lejana, en la que el nombre de Benidorm se colaba en los más habituales de Madrid, Barcelona, Bilbao o Sevilla, cuando de paradas españolas en las giras mundiales de los grandes grupos se trataba. Así, en la primera década de este siglo, pasaron por Benidorm bandas y solistas históricos como The Who (2006), Elton John (2002), Marc Anthony (2006) y Bruce Springsteen (2009); y otros muchos llenaron hasta los topes la plaza de toros o el estadio de fútbol Guillermo Amor.
Fueron los años del desenfreno total. Eran aquellos dulces veranos en los que en el ‘skyline’ benidormense rivalizaba rascacielos y grúas, estas más altas que los primeros, porque se estaban erigiendo las torres que hoy en día dominan el cielo de la ciudad. Y todo, en medio de una orgía inmobiliaria que parecía que jamás acabaría; pero que acabó poco más tarde. Vaya si acabó.
Un antes y un después
Muchos artistas internacionales (también nacionales) actuaban en aquellos años como reclamo turístico de la ciudad. Se creó, incluso, la concejalía de Grandes Eventos; un cajón desastre del que muchos en Benidorm, tantos años después, siguen asegurando que no se supo todo. Fueron muchos, pero únicamente hubo un grupo que supuso no sólo un antes y un después, sino la quintaesencia de las locuras que esta urbe estaba dispuesta a hacer para situarse en el mapa de las giras mundiales: The Rolling Stones.
El 25 de septiembre de 2003, o sea hace veinte años, fue cuando Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts (fallecido en 2021) se subieron al fin (el concierto se había cancelado hasta en dos ocasiones previas) al inmenso escenario instalado en el estadio Guillermo Amor para un recital, que comenzó con un zarpazo de guitarra de Keith Richards y los lascivos contoneos de Jagger al ritmo de ‘Brown Sugar’.
La ciudad construyó un nuevo graderío en el campo de fútbol para dar cabida al concierto
La grada Rolling
En aquella época el ya extinto Benidorm CD era uno de los equipos que conformaban el grupo III de la (también desaparecida) Segunda División B. Eran años más o menos felices para el balompié local, que coqueteaba, como nunca lo había hecho antes, con la posibilidad de dar el salto al fútbol profesional. Sin embargo, el estadio, entonces todavía llamado Foietes, era, por decirlo de manera más o menos amable, tercermundista.
Tanto es así que la productora encargada de traer a la ciudad a las Satánicas Majestades dijo, en un primer momento, que aquello era imposible. Que en aquel ‘campucho’ no cabía un concierto de los Rolling. Pero, recuerden, eran los primeros ‘dosmil’ y nada era demasiado poco, así que se construyó el enorme graderío que actualmente sigue en pie y que la ciudadanía bautizó como la grada ‘Rolling’.
Una laringitis y una caída de un cocotero amenazaron con no poder ver a sus Satánicas Majestades en Benidorm
Hotel reformado
Primero, en julio, una supuesta (con ellos siempre todo es supuesto) laringitis de Mick Jagger; el concierto hubo de ser pospuesto para septiembre. Luego, ya en septiembre, Keith Richards se cayó (supuestamente, claro) de un cocotero y la cosa se tuvo que aplazar por segunda vez. Todo un disparate, como también lo fue lo que sucedió en el hotel de Alicante en el que se alojaron RZO, que era el código con el que aparecían en los libros de registros los integrantes de la banda, que prohibieron que se usaran sus nombres para proteger su seguridad.
El caso es que el hotel sólo tenía dos suites. El reparto estaba claro: una para Jagger y otra para Richards. ¿Y Ronnie Wood? ¿Y Charlie Watts? Ellos, claro, también requerían una suite. Dicho y hecho. Si se pudo construir una grada en un campo de fútbol, seguro que se podían crear dos nuevas suites. Y así, costeado por la propia productora, el hotel destruyó dos tabiques para convertir cuatro habitaciones superiores en dos suites.
En su hotel exigieron agua Evian, cerveza Heineken y vodka Eristoff
Agua, cerveza y vodka
En aquel hotel, inaugurado pocos años antes (2001), estaban más o menos acostumbrados a las extravagantes peticiones que de tanto en cuanto les llegaban de parte de sus clientes más acaudalados, pero nunca antes habían tenido huéspedes del calibre de los Rolling Stones. Por ello, se prepararon para cumplir con la lista más loca posible de exigencias, pero, en realidad, no lo fue tanto.
Como cabe esperar, en lo que fueron muy específicos, más que en la comida, fue en la bebida. Las Satánicas Majestades querían agua Evian, cerveza Heineken y vodka Eristoff. Además, por aquello de que nunca sabe uno cuándo va a apretar el hambre, la cocina tenía que estar abierta toda la noche para que quien quisiera de su equipo pudiera hacer uso de ella.
Propina firmada
Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts jamás aparecieron por las zonas comunes del hotel. No bajaron al comedor, ya que comían en sus habitaciones, y sólo una vez se saltaron los horarios del establecimiento. Fue Jagger, el cantante, el que pidió un café a deshoras. El empleado que se lo llevó recibió por ello una doble propina: un billete de veinte euros… firmado por el líder de la banda.
Finalmente, 30.000 almas cantaron, bailaron y disfrutaron de un concierto histórico para muchos de ellos (para la mayoría sería la primera y última vez que los vieran en directo) y para la ciudad. Desde entonces, Benidorm es aquella ciudad en la que tocaron los Rolling y, aseguran productores que posteriormente hicieron parada en la ciudad, las grandes estrellas comenzaron a interesarse por hacer un bolo en sus giras mundiales en aquel mismo lugar.