La mítica y la realidad en ocasiones van de la mano, en otras se repelen y en ocasiones el resultado es la conjunción de ambas cosas y puede que hasta que de alguna más. ¿La colaboración de artistas e intelectuales valencianos con la Nova Cançó (nueva canción) respondía a un sentimiento pancatalanista? ¿O a un oportunismo? Sí y no, y casi caso por caso.
Es cierto que el movimiento se focaliza sobre todo en Cataluña, y más concretamente en los escenarios artísticos y sociales barceloneses, pero pueden estriarse importantes nombres de la hoy Comunitat Valenciana entre sus filas. Empezando precisamente por dos de sus más destacados intérpretes: el setabense Ramón Pelegero Sanchis, o sea, Raimon, nacido en 1940; y el alcoyano Ovidi Montllor (1942-1995).
Los impulsores
El que la Nova Cançó soterradamente surgiera en Cataluña, a finales de los cincuenta (más libre desde finales de los sesenta y los setenta), no era asunto caprichoso: el movimiento, en el fondo, fue bastante paralelo al más nacionalista, con el que comparte impulsores, Els Setze Jutges. La cosa en sí viene de un popular trabalenguas creado para apuntalar la pronunciación catalana: “setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat” (dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado).
Tras Els Setze Jutges, cuyos gorgoritos comienzan oficialmente en 1961, y la Nova Cançó, nos encontramos, por ejemplo, al crítico de cine e historiador barcelonés Miquel Porter i Moix (1930-2004). Así, este era más reivindicativo de, digamos, la ‘catalaneidad’, mientras que el otro, la Nova Cançó, se encontraba más abierto a todos los aires occitanos.
Comparte impulsores con el movimiento Els Setze Jutges
Recuperaciones socioculturales
El franquismo (1939-19789, o sea, el régimen generado por el militar Francisco Franco, 1892-1975) comenzaba a enfrentarse a lo que, entre visillos del entorno del Pardo (el palacio donde vive el general), se denomina “el hecho biológico”. O sea, que Franco era finito, que (y además con la salud tocada) podía morirse. Diversas iniciativas, como las culturales, comenzaban a aflorar tanto desde la calle como desde sectores del propio gobierno.
Una fue la recuperación de las propias identidades socioculturales, lo que no era bien visto desde el búnker ideológico dirigente, que prefería una cultura más de tipismo, algo que, por cierto, pudiera venderse -ante una masa turística cada vez más abundante- cuajado de ‘esencias patrias’ y tal. Frente a esto, anotemos otros movimientos, como el vasco Ez Dok Amairu (no hay trece, o sea, no hay maleficio, 1966-1972) o el andaluz Manifiesto Canción del Sur (1968-1976).
Está fuertemente influido por el cantautor Georges Brassens
Un pionero
Pero si los anteriores resultaron más políticos, también los había más culturales (aunque, dada la época, sin renunciar a su trasfondo reivindicativo), dando lugar, por ejemplo, al inicio de la obra musical del cantautor, poeta y político zaragozano José Antonio Labordeta (1935-2010). Puede comprenderse, pues, que la Nova Cançó admitiera a pancatalanistas, panvalencianistas o simplemente a artistas que querían cantar en la deriva occitana correspondiente.
Y el primero de todos, desde la hoy Comunitat Valenciana, iba a ser Raimon, quien, mucho después de que la llegada de la democracia acabase por finiquitar el movimiento, aún visitaba los institutos. Así pude verlo, y oírle, en persona, con su etéreo petate musical y su física guitarra, cantando aquellos temas claramente influidos por el cantautor francés, de la occitana Sète, Georges Brassens (1921-1981).
Aún hoy, grupos como Aspencat se nutren de su espíritu
Espíritu francés y occitano
Recordemos que Brassens también fue ánima de ‘La mandrágora’ (1981), el disco que reunía a tres cantautores ungidos por la sustancia que animó movimientos como la Nova Cançó: el ubetense Joaquín Sabina (nacido en 1949), el madrileño Javier Krahe (1944-2015) y el guadalajareño, seguntino, Alberto Pérez (1950). Una inspiración que también compartía Ovidi Montllor, quien compaginó música con otras creatividades como la interpretación.
Esto, además de sus largometrajes, lo acercó al corto alicantino realizado desde la asociación alicantina Acada, como con ‘PH’ (1987), del arquitecto y dibujante Juan Antonio Moreno, donde colaboraba también su amigo, el actor y cantante valenciano Joan Monleón (1936-2009), cuyo grupo, Els Pavesos (1972-1982; Monleón pertenecía a la Falla Corretgeria-Els Pavesos), adaptando canciones populares, no dejaba de ser una versión burbujeante de la Nova Cançó.
Generosos frutos
Els Pavesos, por cierto, se nutrió del grupo Carraixet, de Tavernes Blanques (l’Horta Nord). Aunque este en principio sufrió de efímera existencia (1972-1973), se reconstituyó en 1975 y todavía reivindica cultura autóctona desde los escenarios. Varios de los componentes de estas formaciones, por cierto, participaban en los Amics de la Cançó i del Col·lectiu de Músics del País Valencià, semillados desde iniciativas como la revista cultural ‘Gorg’ (1969-1972).
El caldo de cultivo, con el tiempo, ha ido teniendo más cosecha, como el grupo folk Al Tall (1975-2012) y, si se quiere, como frutos más contemporáneos, fuera ya de la existencia del ramal autóctono de la Nova Cançó pero hijos de él, el valenciano Obrint Pas (1993-2014), que mixturizaba folk, punk, rock o ‘ska’; el pegolino La Gossa Sorda (1997-2016), de parecidos sones; o el jalonense Aspencat (2005), desde el ‘ska’ o el ‘reggae’ a la música electrónica. Un caldo ciertamente persistente.