Dos carreras en Bélgica le han bastado a Felipe Orts (Burgos-BH) para confirmar que esta temporada sí, que este invierno toca soñar con los ojos muy abiertos, que este año, tras tantísimo esfuerzo y sacrificio, ha roto definitivamente la distancia que le separaba de la elite mundial y que su maillot rojigualda de campeón de España va a ser uno de los fijos en la parte delantera de las mejores carreras.
Lo esbozó el sábado, en Ruddervoorde, segunda cita puntuable del Superprestigio (el segundo torneo más importante de la especialidad invernal del ciclismo). Allí sólo una mala salida privó al de La Vila Joiosa de estar en el grupo de cabeza. Tras pinchar nada más iniciarse la carrera, el campeón de España se vio obligado a remar lo indecible para remontar desde la última posición y terminar en un más que meritorio séptimo puesto a sólo 17 segundos del podio con un ritmo de carrera más rápido que el de los propios líderes.
Pero el gran momento llegó el domingo, en el circuito de Maasmechelen, a la que el pelotón llegaba para la disputa de la segunda cita de la Copa del Mundo (que el 21 de enero visitará Benidorm). Si 24 horas antes se podía argumentar que faltaban algunos de los grandes, como Thibau Nys, hijo del mejor crosser de todos los tiempos y dignísimo heredero del Caníbal de Baal, en Maasmechelen todo el mundo se apuntó a la fiesta.
Allí estaban los mejores, o sea, los de siempre: estaban el joven Nys y el siempre correoso Eli Iserbyt. Estaban el callado Michael Vanthourenhout y el pequeño Lars van der Haar. Estaban el robusto Laurens Sweeck y el barbudo Joris Nieuwenhuis. Y Kuhn, y Mason, y Vandeputte…
Entre todos ellos, Orts, Felipe Orts, vestido con el maillot rojigualda que tanto le hace destacar en pantalla y que tantas veces ha servido a los aficionados españoles para localizarle al fondo de la imagen, mientras la cámara se centraba en la cabeza de carrera y el vilero aparecía doblando la curva justo antes de cambiar de plano.
Pero no esta vez. En esta ocasión no hizo falta forzar mucho la vista. Felipe, tan inteligente como fuerte, rodó la primera mitad de la carrera en el grupo de diez unidades que comandaba la misma. Sin dejarse ir muy atrás, pero sin asumir demasiado desgaste.
Señalado como uno de los ciclistas más técnicos del pelotón invernal, Orts aprovechaba cada error de un rival para ganar alguna posición y así, cuando el infierno se desató en Maasmechelen, la cosa le pilló perfectamente situado.
Por delante, Iserbyt dio esa versión fallona tan suya de cuando las cosas se le tuercen. Varios resbalones y trazadas mal elegidas permitieron que Lars van der Haar se marchara por delante en solitario. A la vez, el fiel escudero del teórico líder del Pauwels Sauzen-Bingoal, Michael Vanthourenhout, echaba pie a tierra aparentemente enfermo.
Pinchó Sweeck y se cayó Nys. Y Felipe, siempre ahí, se vio a media vuelta para el final cerrando el grupo que se iba a jugar la tercera posición por detrás del inalcanzable Van der Haar y de un Iserbyt que, en tierra de nadie, había amarrado la plata.
Sweeck demarró a poco de entrar en el asfalto y se hizo con el tercer escalón del podio llevándose a rueda a Vandeputte hasta la cuarta plaza. Felipe, cuyo rostro era de pura agonía en ese tramo final, sacó fuerzas de donde no las había para dejar atrás, ahí es nada, a Joris Nieuwenhuis y a Nys (dolido del hombro tras su caída) para firmar la quinta posición, el mejor resultado de la historia para un ciclista español en el más importante torneo del ciclocross mundial.
Y todo esto, a una semana de que la localidad francesa de Pontchâteau acoja el próximo domingo el Campeonato de Europa de la especialidad donde este año sí toca soñar.