Puedes cambiar su diseño, conseguir que parezcan salidas de algún planeta del universo ‘Star Wars’. Pero la base será prácticamente la misma que aquellas primeras norias consignadas por las crónicas del Oriente Próximo desde el 200 a.C. Básicamente, una rueda a la que el agua mueve gracias a las palas de empuje o los cangilones (los pequeños receptáculos o vasijas que algunas tienen) o arcaduces.
Luego, el eje de la noria, cojinetes y demás. Y la cuba de recepción del agua, el caño de evacuación de esta. No habrá de extrañar, pues, que se prodigasen en tierras áridas pero a la vez de huertas feraces, como la Vega Baja del río Segura, estas tecnologías fundamentales: norias (para regar los campos) y derivados como los molinos de agua (al tiempo sirven para molturar harina, u olivas para producir aceite…).
A lo largo de las vegas
Los 325 kilómetros de longitud del Segura, con una superficie de cuenca de 14.936 kilómetros cuadrados y nacido allá por Santiago-Pontones (Jaén), jalonan su recorrido con numerosas norias, no siempre bien conservadas. Aunque algunas de las que dejaron de funcionar han sido puestas de nuevo en activo, como ciencia aplicada, práctica y barata.
A lo largo de las vegas Alta, Media y Baja, en lugares como la murciana Abarán, podemos plantearnos una buena ruta de las norias, de las de agua alimentadas por el Segura, se entiende. Aquí, desde Orihuela a Guardamar, seguiremos una sierpe acuosa tan retorcida, canalizada y recanalizada que aún no hay consenso si son 140 o 120, o más o menos, los kilómetros alicantinos del río.
Algunas que dejaron de funcionar han sido activadas de nuevo
A las puertas provinciales
Entremos por el municipio de Orihuela (365,44 kilómetros cuadrados, 36.544 hectáreas), puerta del Segura en Alicante tras cruzar la huertana Beniel, en Murcia. Y ya tenemos norias que visitar. Hay una aceña hidráulica, o sea, una de las derivaciones a partir de la noria (convierte el agua en fuente de energía para mover una maquinaria), que fue ’fábrica de luz‘, del siglo XVIII, aunque ultimada en 1905. Precisamente en la partida Molino de la Ciudad.
Y también dos norias ‘de las de siempre’, de lo que mentalmente asimilamos a una noria. Son las gemelas de Moquita y Pando (antes de 1774, Cobos), de las que existen referencias desde 1360. Construidas inicialmente de madera, en 1870 se sustituyeron por otras en hierro basadas en las originales. Las encontramos, por cierto, en un barrio (casi partida rural por sí mismo) de la pedanía de Desamparados llamado, cómo no, Las Norias.
En las oriolanas se sustituyó en 1870 la madera por hierro
Orígenes árabes
Estos dos ingenios de unos nueve metros de diámetro constituyen en el fondo la quintaesencia de lo que es una noria (bueno, dos). De ese invento que los árabes (que camparon oficialmente por estas tierras desde el 711 hasta 1492) trajeron a España con el nombre de ‘nwria’ (molino), a partir del vocablo en árabe sirio ‘nā’urā’. Se trataba de norias de pozo, de azud o pequeña presa o ruedas hidráulicas.
En muchas referencias, por cierto, se distingue entre ambas, norias (para sacar agua) y ruedas hidráulicas (para convertir esta en energía). Incluso se dejan fuera a las de pozo, por muchas citas bíblicas que acumulen, aunque se trate en los tres casos, en el fondo, del mismo o semejante dispositivo, con su rueda vertical correspondiente.
La de Callosa de Segura se salvó convirtiéndola en elemento decorativo
Del campo a la ciudad
Por desgracia, en Callosa de Segura, ya no podemos ver funcionar la noria, pues ha sido reducida a elemento decorativo, anclada en el centro de una rotonda denominada precisamente La Noria, a la entrada de la ciudad. Y menos mal, ya que al parecer ha sido una forma de conservar esta, así como otros elementos históricos de la huerta callosina. Aunque sea transformándolos en objetos meramente ornamentales.
Hay una de extracción de agua (otra de sus derivaciones) en el Museo de la Huerta de Rojales, lindante con Almoradí, ubicado en la Hacienda de los Llanos o de Don Florencio y perfilado en 1980 a partir de una hacienda de 1948, 30.562 metros cuadrados (unas tres hectáreas) de viaje a la huerta antañona. Pero, además, en este municipio lo suyo es detenerse en su conjunto monumental hidráulico urbano.
Recuerdos tecnológicos
Además del puente concluido el 23 de octubre de 1790, con escala hidrométrica incluida, más un azud de sillería del siglo XVI sembrado a partir de un sistema de canalización de origen árabe, podemos abstraernos contemplando, apoyados en la barandilla del paseo colindante, las evoluciones de la noria construida en el siglo XIX para vivificar las tierras altas de la margen derecha.
Aparte existe una noria de las de formato muslime en Benijófar, aún moviendo agua desde que comenzó a girar sobre sí misma en 1659, fabricada en madera, si bien es cierto que en el siglo XIX fue sustituida por una semejante, pero en hierro. Constituyen todas, en suma, los recuerdos de una tecnología que antaño consiguió convertir inmensos secarrales, nutridos, eso sí, por los limos del Segura, en buena agua para regar, beber, moler y vivir.