Daniel Da Costa es ahora el Hombre del Bigote, herencia del apodo con el que se autodenominó su hermano Antonio, ocho años mayor que él. Ambos habían nacido en la localidad portuguesa de Felgueiras, próxima a Guimaraes, pero pronto se trasladaron a Lugo, primero Antonio, para trabajar en una firma de jamones.
Se dedicaba con ímpetu a venderlos por toda nuestra geografía, hasta que, fiel a su espíritu emprendedor, buscó una ruta propia, en este caso por el sur de la provincia de València, todavía sin explotar. “Le habían hablado muy bien de la feria de Xàtiva, en agosto, y quiso probar”, rememora Daniel con una sonrisa.
Seguidamente se instaló en la zona y fue ganando fama, ya bajo la singular marca de ‘El Hombre del Bigote’. Laboraba principalmente en las ferias, de un modo ambulante, “circunstancia no muy bien vista en la época”, ofreciendo producto gallego, sobre todo jamón, además de carnes curadas, algo de embutido y un par de quesos.
Años ochenta
Eran los primeros años ochenta, y España vivía momentos complicados, con sucesos tan desafortunados como el caso del aceite de colza (1981) -que causó la muerte de unas 330 personas- o las constantes amenazas del grupo terrorista ETA.
“Mi hermano no únicamente se movía por la Comunitat Valenciana, sino que tocaba puntos del País Vasco, Guadalajara o Cataluña, por ejemplo”, matiza Daniel. Sin embargo, se fue centrando en la comarca de La Costera, aunque seguía acudiendo a las ferias de Cocentaina (Todos los Santos) y Alcoy (Moros y Cristianos).
De igual modo transitaba los mercadillos de Castalla, Yecla y Villena, siempre con su estimada furgoneta. Eran unos tiempos en los que todo era local, y los jamones y embutidos del norte se veían como un manjar exótico, por lo que fue sencillo enamorar al que los probaba. Su visita era esperada: anhelaban al Hombre del Bigote, pero sobre todo el sabor auténtico de los productos que traía.
Antonio llegó al sur de València en 1982, buscando hacerse un nombre en la feria de Xàtiva
Antonio pide ayuda
El trabajo se había vuelto tan exigente que, a mediados de los noventa, Antonio pidió ayuda a su hermano Daniel, quien en 1996 se encontraba trabajando en una panadería del centro de Lugo y ya estaba casado con Concha Parajuá.
Les convence y el matrimonio -junto a su pequeña hija, Mónica- atraviesa toda la península para colaborar en el negocio de Antonio. “Mi hermano en un primer momento no quería que llevara una vida tan dura como la suya”, confiesa Daniel.
Juntos estuvieron dos años codo con codo, hasta que una desgracia tiñó la felicidad de la familia Da Costa: en 1998, mientras Antonio circulaba por la autovía A-35, perdió el control del vehículo, que tras entrar en la mediana dio dos vueltas de campana. Falleció en el acto.
Plenamente consolidado, reclamó la ayuda de su hermano Daniel a mediados de los noventa
Daniel toma las riendas
“Fueron dos años juntos, de los que aprendí su modo de trabajar y su buen hacer”, explica Daniel con sentimiento. A partir de entonces registró la marca, le compró la empresa a la viuda de Antonio e intentó dignificar y consolidar el negocio. Se había dejado también bigote, imitando a su hermano, “para hacer honor al negocio y a su forma de ser”.
Ha sabido adaptarse a los tiempos, porque todavía recuerda cuando las máquinas de pesar no daban ticket, no existía la opción de envasar al vacío o iban con la furgoneta sin nevera. “Contamos ahora con la máxima confianza de los clientes”, remarca.
Cuentan con dos establecimientos, ubicados en los municipios Canals y L’Alcúdia de Crespins
Canals y L’Alcúdia de Crespins
Plenamente consolidados, pese a las dificultades que supuso la pandemia, disponen ahora de dos establecimientos, uno en Canals -fundado en 2014- y otro en L’Alcúdia de Crespins, en 2018 (ambos en los mercados municipales).
Los clientes ya acuden a ellos y no viceversa, como antaño. “Sabemos lo que quieren y si hay algún producto nuevo se lo presentamos”, argumenta. Son ya únicamente dos las ferias a las que siguen asistiendo: Cocentaina, “donde soy el pionero”, y Alcoy. “Nuestro futuro, no obstante, es quedarnos fundamentalmente con las tiendas de Canals y L’Alcúdia”, vaticina.
Producto de calidad
Desde su creación, en 1982, hasta nuestros días, la filosofía del Hombre del Bigote es la de trabajar de manera cercana, “para conocer todo el proceso de elaboración, haciendo de nexo entre productores y clientes”.
De hecho, conocen a los ganaderos y productores, “para brindar lo mejor a nuestros clientes, aquello que les fascina”, porque según su creencia, si hay buenos pastos, hay buena carne y buena leche.
En ese sentido, dentro de su oferta de calidad, el jamón sigue siendo su producto estrella, ahora procedente igualmente de otros puntos de España, así como los quesos, “aunque los gallegos se mantienen como los preferidos”.