Personaje curioso, Al-Azraq. El caudillo andalusí alicantino (de la Vall d’Alcalà, Marina Alta), por nombre completo Mohammad Abu Abdallah Ben Hudzäil al Sähuir (1208-1276, el apodo quiere decir ‘azul’), aseguran que fue la némesis de Jaume I (1208-1276), su ‘archienemigo’. Y en él dicen que se basó el historietista valenciano Manuel Gago (1925-1980) para crear a Alí Kan, el pérfido enemigo de ‘El Guerrero del Antifaz’ (1944-1966).
Pero Al-Azraq parece que carecía de ese tono perverso que el monarca de origen montpellerino le atribuyó. Es muy posible que Gago lo enriqueciese con el personaje de Ming El Cruel o El Despiadado, del ‘Flash Gordon’ (‘Roldán el Temerario’) del estadounidense Alex Raymond (1909-1956), iniciado en 1934, un año antes de llegar a España. Lo importante es que gracias a Gago y colegas desde aquí medraron potentes editoriales de cómic.
Inspiración autóctona
En pleno franquismo, triunfaban las andanzas, a finales del XV, del joven Adolfo de Moncada, a cuya madre, embarazada, la raptaba el caudillo árabe Alí Kan, quien criaba al chiquillo desde su nacimiento, convirtiéndole en el azote de los cristianos. Descubierta la verdad y huyendo de su pasado, Adolfo se convertía en el Guerrero del Antifaz, en parte inspirado en el Cid Campeador.
La novela ‘Los cien caballeros de Isabel la Católica’ (1931), del prolífico escritor alicantino, de Quatretondeta (el Comtat), Rafael Pérez y Pérez (1891-1984), había inspirado a Gago, vallisoletano criado entre Madrid y Albacete y finalmente afincado en València, el tebeo ‘El juramento sagrado’ (germen de ‘El Guerrero’), publicado en 1943 por Editorial Valenciana (1932-1984), la misma del personaje mayor de Manuel Gago y una de las más importantes del cómic español.
Una novela del alicantino Rafael Pérez inspiró ‘El guerrero del antifaz’
Publicaciones desde aquí
Que pudiera darse un hecho así, frente al poderío editorial de la capital del país y la ciudad condal, tiene su lógica. Si la invención de la imprenta de tipos móviles, por parte del alemán Johannes Gutenberg (1400-1468), acontecía hacia 1450, el primer libro impreso en València, ‘Les obres o trobes daual scrites les quials tracten de lahors de la sacratissima verge María’, fue de 1474.
Según datos recogidos por el gran estudioso Fernando Cendán Pazos (1931-2019), en su obra ‘Edición y comercio del libro español’ (1972), hacia 1987, si bien Madrid, con 7.914 títulos, y Barcelona, con 7.766, estaban en cabeza, la hoy Comunitat Valenciana aportaba nada menos que 642, repartidos en 561 desde València, 47 desde Alicante y 34 desde Castellón.
El primer libro impreso en València fue en 1474
Poderíos madrileño y barcelonés
En 1970, los datos continuaban siendo estimulantes: Madrid (8.195) y Barcelona (7.600) seguían al frente, pero por estas tierras se llegaba a los 658 (568 para València, 62 para Alicante y 28 para Castellón). Había siembra asentada para recoger cosecha. Y así surgían sobre todo dos firmas, Editorial Valenciana y Maga (1951-1986), que desde el ‘cap i casal’ presentaban dura batalla a las dos empresas reinas del género, ambas barcelonesas.
Concretamente, la aún activa Bruguera (tras una historia algo guadianesca, donde pasó por muchas manos: actualmente en las de la multinacional Penguin Random House), nacida como El Gato Negro en 1910 (o en 1908 como Progreso); y la ya fenecida Ediciones TBO (en realidad, Buïgas, Estivill y Viña), creada en 1943 y desaparecida en 1983. En este último caso, sus activos fueron paradójicamente recuperados por Bruguera en 1986.
Eduardo Vañó, republicano, creaba ‘Roberto Alcázar y Pedrín’
Diversas firmas
Lo hacía en colaboración, por cierto, con otra editorial barcelonesa, Complot (1984-1991), entre cuya ‘escudería’ abundaban los autores valencianos, como el llorado Micharmut (Juan Enrique Bosch Quevedo, 1953-2016, hijo de El Cabanyal); Daniel Torres (1958, Teresa de Cofrentes, la Vall de Cofrents); Mique Beltrán (1959, Venta del Moro, Plana d’Utiel-Requena) o Sento (Vicent Josep Llobell Bisbal, 1953, València); en cierto modo hijos de aquella Escuela Valenciana en la que se inscribe a Gago.
Este no solo publicaba con ‘la Valenciana’, la grande, sino que creó incluso una firma propia, Maga (Manuel Gago, inicialmente llamada Garga, por García Gago). Ambas, apuntaladas por sellos menores como Creo (1958-1961), José Luis Aguilar y Cía (1943-1954) o Lerso (1945-1949), fomentaron una nutrida bolsa de autores; muchos de ellos, irónicamente, captados entre otras por Bruguera, además del agente y editor barcelonés Josep Toutain (1932-1997).
Algunos nombres
Son los tiempos del historietista y artista fallero José Soriano Izquierdo (1908-1996), quien llegó a dirigir ‘La Valenciana’, o del propio Gago; pero también del más tarde internacional (trabajó para DC Comics) y fílmico Luis Bermejo (de origen madrileño y afincado en València, 1931-2015), el no menos global José Ortiz (de nacimiento cartagenero, 1932-2013) y Eduardo Vañó (1911-1993, Bocairent, Vall d’Albaida), creador, pese a ser republicano, de ‘Roberto Alcázar y Pedrín’ (1940-1976), el otro cómic estrella del franquismo.
Pero esto era en cuanto a dibujo realista, generalmente asociado a las aventuras. En el caso de la historieta humorística infantil y juvenil, abundaron nombres como los del valenciano Josep Sanchis (1932-2011), Jesús Liceras López (1922-1994, de origen malagueño), Karpa (Rafael Miguel Catalá Lucas, 1926-2000, Nules, Plana Baixa) o Palop (José Palop Gómez, 1922-1933, Enguera, Canal de Navarrés). Hoy quedan sus viñetas, su creatividad.