Mario ‘Trotamundos’ / Periodista
Hay viajes que cambian vidas. Son aquellos que transforman la percepción que tenemos de las cosas y con los que cuando vuelves ya no eres la misma persona que se marchó.
De eso sabe mucho Mario Lorenzo (Elda, 14-julio-1981). Periodista y actor aficionado de teatro, ha recorrido el planeta dando rienda suelta a una pasión vital que le ha llevado a visitar medio centenar de países con su mochila a cuestas.
Mario Trotamundos
Con su eslogan ‘Mario Trotamundos’ como marca propia, y curtido en mil experiencias enriquecedoras, prefiere huir de la comodidad que ofrecen los resorts de los grandes operadores turísticos, para dejarse atrapar por viajes más íntimos de aprendizaje que le hagan crecer en lo personal y que le acerquen a la realidad local de los países, para profundizar en sus costumbres, culturas y gentes.
Durante catorce meses fue voluntario internacional en una ONG en Chile ayudando a los más desfavorecidos y sacando a la luz su faceta más solidaria, una aventura que le marcó de por vida y que le enseñó a relativizar sus prioridades cotidianas.
«Mi pasión vital es viajar»
¿Quién es Mario Trotamundos?
Mario Trotamundos es el reflejo de una pasión vital. Mi vocación es la comunicación, pero mi pasión vital es viajar y además hacerlo de una forma diferente. Yo juego siempre con un eslogan de marca personal que es en viaje y alma, es decir, tratar de vivir las experiencias viajeras de otro modo, no tanto desde el turista sino más bien acercándome a la realidad local.
Muchas de estas experiencias las puse en práctica en una época de mi vida en la que me dediqué a un voluntariado internacional en Santiago de Chile. El turista se queda a veces en lo superficial y yo prefiero moverme más dentro de lo local, conocer la realidad del país y a entrar en contacto con la gente y la cultura locales.
¿De dónde te viene tu afición viajera?
De mis padres. Concretamente de mi padre, que gracias a su trabajo como agente de seguros conseguía incentivos con los que realizaba grandes viajes por el mundo.
Con ellos empecé de niño moviéndome primero por España y luego por Europa. Con el tiempo, mi estilo de viaje ha cambiado totalmente, pero ese germen viajero me lo inculcaron ellos.
¿Cómo planificas tus viajes? ¿Sueles moverte solo?
He hecho un poco de todo. Mi primer viaje de mochilero viajando solo fue en 2013 con el voluntariado en Chile. Cuando terminé aquello decidí hacer un viaje por Argentina y Bolivia de casi cuarenta días, que fue lo que me lanzó definitivamente a la aventura.
Me gusta planificar y documentarme sobre los sitios a los que voy, aunque no me importa cambiar mi ruta sobre la marcha si merece la pena. Después de pandemia han cambiado mucho las cosas y recurro más a agencias de mochileros, con las que viajo junto a pequeños grupos de diez o doce personas.
«Viajando he aprendido a valorar los pequeños detalles»
Antes has apuntado algo acerca de una experiencia solidaria que tuviste en Chile, ¿qué hacías allí?
Estuve en Santiago de Chile durante catorce meses, entre los años 2013 y 2014, a través del voluntariado internacional de Pedro Arrupe, con el programa VOLPA de la ONG Entreculturas. Fui como profesional de la comunicación y el periodismo, y trabajaba la inserción entre la población estando en contacto con migrantes y refugiados.
Chile sigue siendo un país con un carácter muy racista, sobre todo con la gente procedente de países de su entorno, a los que ven como una amenaza. Una experiencia que me transformó era ir una vez a la semana a una cárcel de mujeres a realizar talleres y compartir un espacio con ellas. Aprendí mucho de aquello y para mí fue muy enriquecedor.
¿Qué aprendizaje te traes luego de vuelta a España, después de ver tantas desigualdades e injusticias?
Lo primero que intento hacer cuando viajo es quitarme de la mente todos esos prejuicios, estereotipos o creencias que nos cuentan sobre esos países que voy a visitar y trato de vivir la experiencia. Al final, he aprendido a valorar los pequeños detalles y lo que tengo.
Después de ese choque de realidad, cuando llegas aquí tienes que afrontar una vida totalmente diferente, ¿cómo te adaptas otra vez a tu entorno?
El tiempo inmediato a la vuelta estás mucho más sensibilizado y tienes la mente un poco tocada. Cuando viajas tanto, una de las cosas positivas es que puedes asimilar mejor el cambio. Como punto negativo, te resulta más difícil que te sorprenda lo que ves.
Uno de los viajes más potentes que hice fue a India en 2009. India, siempre lo digo, o te enamora o la detestas, y yo me enamoré. Pero la vuelta de allí fue dura, al igual que cuando volví de Chile.
¿Ha cambiado tu percepción de la realidad? ¿Te sientes diferente persona desde que viajas?
Totalmente, aunque luego vuelvas a caer en tu realidad y en tus hábitos. No tiene nada que ver la persona que era antes de vivir esa experiencia en Chile en 2013 que la que fui después.
Ese cambio de vida radical te moldea y te transforma para bien. Tienes una mente mucho más abierta y menos prejuiciosa, porque ves las cosas desde otra perspectiva. Además, con ciertas personas muy extremistas o radicales te haces menos tolerante.
«Me gusta acercarme a la realidad local de los países que visito»
Pero también viajas por placer, ¿no?
Sí, aunque últimamente países como Estados Unidos o Canadá no me están llamando, me apetece más conocer culturas como en Latinoamérica, Asia, o África. Me atraen mucho más las culturas que tienen algo que aportar, porque al final con Estados Unidos no tengo la misma identificación.
En esos países ves niños que ponen una gran sonrisa jugando con un juguete hecho con alambres; y sin embargo los niños de aquí, teniéndolo todo, no son capaces de disfrutar igual.
¿Has pasado alguna vez por situaciones de apuro?
Soy una persona que siempre sufro mucho del estómago y es eso precisamente lo que más me ha pasado factura. Cuando estuve de mochilero en Bolivia y Argentina, viajaba sin alojamiento. Llegando a Potosí desde Sucre me dio un bajón tan radical que me dejó sin poder apenas moverme. Finalmente encontré un hostal y me tuve que meter en la cama sin salir, porque estaba fatal.
En Guatemala me pasó algo parecido y tuve que suspender algunas visitas que tenía previsto hacer. Han sido sobre todo experiencias de este tipo y afortunadamente no he sufrido atracos ni actos de violencia.
¿Hay alguna anécdota destacable que te haya pasado?
Sí, y cosas muy positivas, porque las mejores experiencias son cuando te dejas contagiar por la gente. El final de mi viaje a Bolivia coincidió con la celebración del carnaval de Oruro, que no es tan conocido como otros, pero que para mí es increíble. Es una mezcla de lo pagano con lo religioso y lo festivo que empieza a las doce del mediodía y dura hasta las cuatro de la madrugada del día siguiente.
Estaba tan metido y tan enamorado del carnaval que al final me quedé allí más tiempo del que tenía previsto, perdiendo los enlaces de otro viaje que tenía al día siguiente, pero conociendo gente increíble que me trató muy bien.
«En Chile mi experiencia como voluntario me cambió»
Todos estos viajes que haces son largos y costosos, ¿cómo los financias?
A base de quitarme de otras cosas. Al final mi gran presupuesto vital va a los viajes. No tengo la disponibilidad que me gustaría tener, por mi trabajo, pero intento hacer un gran viaje de aproximadamente tres semanas al año y luego otro más corto de unos diez días.
Dime tres países que merezcan la pena visitar
India, sin duda, por lo que te he comentado antes. Myanmar, la antigua Birmania, por la gente. Y por supuesto, Bolivia, que me fascinó. Me gustaron mucho también Chile, por lo que viví allí, Jordania y Gambia.
¿Qué países no has visitado todavía y te gustaría conocer?
Me llama mucho Uganda para conocer los gorilas, y me apetece también moverme por la zona de Kazajistán y Turkmenistán. Ecuador y las islas Galápagos son otros destinos que me gustaría ver.
¿Tienes algún viaje programado próximamente?
En marzo estoy preparando volver a India al Holi, el festival de los colores. Será mi primer viaje de autor, es decir, un viaje con estas agencias de mochileros en el que voy a ir de coordinador de un grupito de diez a quince personas. Mi intención es trasladar a otra gente toda esa belleza que me atrapó.