El lugar, en realidad, no tiene un nombre definido en el callejero más allá de ‘Paseo de las Estrellas’, que es como se denomina al paseo marítimo de l’Alfàs del Pi. Eso es debido a que allí, en las baldosas del suelo, se han ido instalando, año a año, los nombres de los homenajeados en cada edición del Festival de Cine del municipio.
Pese a esa falta de nombre, se ha convertido en uno de los más comunes puntos de encuentro de alfasinos y turistas. ¿Dónde quedamos? En el ancla. Y todos saben dónde es. Sólo algún despistado o alguien que llega al municipio por vez primera tratará de teclear ese punto en Google Maps y tendrá problemas para llegar.
Punto de encuentro
El ancla, esa escultura que da inicio al Paseo de las Estrellas, es a l’Albir lo que el pino de la plaza Mayor a l’Alfàs. Una plaza, por cierto, que tampoco es ‘la del pino’ o ‘la de la iglesia’, aunque muchos la conozcan como tal. El ancla es el lugar donde muchos domingos, y tantos otros días, unos y otros quedan para un agradable paseo antes de disfrutar de la gastronomía local.
Y podría parecer que el ancla lleva allí desde siempre, pero los más veteranos, los que peinan canas, todavía recuerdan ese punto del Racó de l’Albir formando parte del arenal y sin paseo ni ancla. Y es que hace ‘sólo’ tres décadas que la enorme escultura forma parte del paisaje urbano alfasino.
Está realizada en bronce y tiene una longitud de 5,5 metros
‘Asentamiento’
El año que ahora empieza supondrá el vigesimonoveno aniversario de la instalación del ancla, una formidable creación del artista José Castro Flórez, que se colocó para presidir el por entonces recién creado paseo del frente marítimo alfasino. Y en esa efeméride encontramos otro secreto que guarda el monumento: no se llama ‘El ancla’. Su nombre original está compuesto de una sola palabra: ‘Asentamiento’.
Un bautizo que, al menos en aquel momento, tenía todo el sentido, ya que hablamos, en la primera mitad de la década de los noventa, de un l’Albir en plena expansión urbanística y demográfica al que cada año, en oleadas masivas, iban llegando nuevos vecinos procedentes no sólo de otros puntos del municipio sino, sobre todo, de muchas partes de España y de Europa.
Una conocida postal
Ese asentamiento masivo de nuevos alfasinos, aquellos que han conformado la sociedad multinacional de la que hoy presume el municipio, con sus más de cien nacionalidades y un censo en el que más de la mitad de los habitantes nacieron fuera de España, fue el que no sólo propició la creación del propio Paseo de las Estrellas, sino el ‘boom’ demográfico de un municipio que pasó de poco más de 6.000 vecinos en 1990 a cerca de 15.000 en 2000 (hoy son más de 20.000).
Y todo ello a la sombra de dos símbolos: el pino de l’Alfàs y el ancla de l’Albir, una escultura, esta última, que se ha convertido también en una de las postales (hoy foto de Instagram) más conocidas del municipio, como lo son la isla para Benidorm o la cúpula de la iglesia para Altea.
Se trata de una de las esculturas realizadas por el artista tras su regreso a España desde Canadá
Hijo del exilio
La escultura es obra de José Castro Flórez, nacido en Barcelona en 1938, en el seno de una familia que tuvo que huir al exilio francés, tras la victoria de los golpistas al final de la Guerra Civil. Allí, son enviados a diferentes campos de concentración y en 1941 regresan a España vía Gijón, donde el artista inicia sus primeros estudios.
Esa estancia durará poco, ya que su padre, Belarmino Castro, jugador del Real Oviedo, abandona su carrera de futbolista en el Sporting de Gijón y en 1950 la familia emigra a Uruguay, donde, con doce años, Jorge desembarca en el mundo laboral.
Pasión por el jazz
A los quince años inicia sus estudios en el liceo nocturno, tiempo que comparte con su trabajo. A pesar del gran esfuerzo que esto le demanda, la relación con personas mayores le lleva a frecuentar distintos ambientes artísticos de Montevideo y a familiarizarse con el teatro, las artes plásticas y la música, siendo uno de los fundadores del extinto Círculo Jazzístico de Uruguay.
Al fraguarse un golpe militar y la consiguiente dictadura en Uruguay en 1967, el artista y su esposa emigran a Canadá. En Montreal empiezan de cero, pero consiguen despertar el interés de instituciones gubernamentales, como el Canadian Crafts Council y otras, que le conceden becas y premios en reconocimiento a su labor para, a principios de los setenta, dedicarse exclusivamente a la escultura.
Nacido en Barcelona, el escultor vivió en Francia, Uruguay, Canadá y España
Vuelta a España
En 1985 la Embajada de España en Canadá le organiza una exposición individual, adoptando como emblema del mismo su escultura ‘Canto solidario’, colofón de su estancia en Canadá. En 1986 se establece definitivamente en España, eligiendo Agost como lugar de residencia.
La intensa carga energética que recibe le impulsa a entrar en una fase más optimista de su creatividad, pero el contenido social con gran fondo emocional sigue siendo su obsesión, y es en esta época cuando crea ‘Asentamiento’.
Lugar de juego
Tras la muerte de su esposa en 2003, Jorge Castro Flórez pasó los últimos años de su vida sumido en la soledad, que traslada a numerosas narraciones breves y poemas en los que también se adentra en las consecuencias de la vejez y la enfermedad antes de morir el 5 de julio de 2011.
Hecha en bronce y con sus 5,5 metros de longitud, ‘Asentamiento’ o, como es conocida por todos, ‘El ancla’, es la gran herencia que Castro Flórez dejó para todos a la orilla del mar Mediterráneo en un precioso rincón de l’Albir, convertido hoy no sólo en punto de encuentro, sino también en lugar de juego de pequeños y mayores.