Entrevista > Miki DKai / Humorista (El Puerto de Santa María, Cádiz, 17-septiembre-1978)
Miguel Ángel Llamas Vázquez es Miki DKai, un humorista gaditano que lleva más de una década afincado en L’Eliana mostrando su enorme talento para la comedia, “porque los andaluces caemos bien en toda España, especialmente los de Cádiz”.
De hecho, es natural de El Puerto de Santa María, la misma localidad que otros personajes populares, como el exfutbolista Joaquín Sánchez. Tiene ahora en marcha ‘D.O. Cádiz’, un divertido show con el que está triunfando en Madrid y Barcelona.
Habitual en los programas de monólogos de À Punt, Canal Sur o Comedy Chanel, como ‘El Club de la Comedia’, ha colaborado recientemente con Xavier Sardà en ‘La gran confusión’ de La 1, “una experiencia muy gratificante”.
¿Qué tiene de especial el humor de El Puerto?
Es la gracia natural que tenemos, que nosotros mismos no lo apreciamos tanto. Es también la manera de vivir, todo el día en la calle, la forma de afrontar la vida, con alegría.
En Cádiz todo el mundo es gracioso, por eso cuesta más hacer humor allí.
¿Cuáles eran tus referentes?
Quique San Francisco, por supuesto, con el que tuve la suerte de trabajar; Pepe Rubianes, del que era superfan; y Manu Sánchez, sevillano.
Me gustaba también Don Mauro, un actor y monologuista muy bueno. Tristemente falleció hace poco.
«Tengo un humor sin pelos en la lengua, porque con educación se puede hablar de todo»
Hablemos de tus inicios.
Al ser padre con apenas dieciocho años me tuve que poner a trabajar, en el sector alimenticio. Siempre había sido gracioso y allí conocí a un muchacho -repartidor- que tocaba en una banda de rock y me ofrecieron ir a hacer pequeños monólogos en sus descansos.
Gustó tanto que, al poco tiempo, me pedían que fuera sí o sí.
¿Igual que a Eugenio?
Exacto. Contrataban al grupo con la idea de que también estuviera yo, “que venga el gordito gracioso de Cádiz”, decían.
Conocí entonces a algún cómico de Almería, donde residía, como Paco Calavera, quien me daba consejos, colaboramos juntos y me fue introduciendo poco a poco en el mundillo de los monólogos. Empecé pronto a despuntar; la gente se reía, se lo pasaba realmente bien conmigo.
¿Por qué razón te trasladas a València?
Debido a que mi hija mayor, Lidia, se puso a estudiar Historia del Arte en la Universidad de València, que es de las mejores. Ha sido ella la que nos ha arrastrado, pero estamos muy a gusto.
Estoy aprendiendo incluso valenciano, “miqueta a miqueta” (ríe).
«Con el gran Quique San Francisco conecté al momento, pese a ser totalmente diferentes»
¿Ya habías actuado antes en València?
Solía venir a la extinta Sala Ópera, en la avenida Aragón. La gente de València siempre me ha acogido muy bien, tiene una forma de ser muy parecida a la andaluza.
Aquí agrada mucho salir, reunirse, tomarse alguna cazalla -que me encanta-, aunque hay que beberla con moderación.
¿A qué te refieres con cien por cien talento cero censura?
Sí, porque muestro un humor sin pelos en la lengua. Con educación se puede hablar de todo, y claro, si me tengo que meter en un fregado, lo hago, sin problemas.
Qué importante es reírse de uno mismo.
Es lo primero que hago yo, desde que empecé a hacer monólogos. Hay que hacerlo con educación, insisto, con cabeza.
«En ‘D.O. Cádiz’ muestro mi entorno, mi mujer, las singularidades de los matrimonios…»
¿Cómo te pones en contacto con Enrique San Francisco?
Realmente fue él quien contactó conmigo; me había visto en algún vídeo, le caía muy gracioso y pude presentar uno de sus espectáculos.
Conectamos desde el primer momento, como si nos conociéramos desde hace años, pese a ser totalmente diferentes.
¿Hicisteis juntos ‘Pesadilla en la comedia’?
Hicimos una gira nacional -alrededor de ochenta ciudades diferentes- y posteriormente estuvimos en el Teatro Fígaro de Madrid, con un gran éxito durante dos temporadas.
Era una obra estilo Chicote, en el que yo era el dueño de un restaurante y Quique un crítico culinario; no le gustaba nada de lo que le servía y era un despiporre de divertida. Quique hizo conmigo su último bolo, tres meses antes de fallecer.
Ahora tienes en cartelera ‘D.O. Cádiz’.
Hago funciones semanales en Madrid (Teatro Arlequín) y Barcelona (Eixample), además de en otros puntos de nuestra geografía.
Hablo de mi entorno, mi mujer (Pilar), de lo calzonazos que somos en muchas ocasiones los hombres, cómo son los matrimonios… La gente se lo pasa de escándalo, se ríe mucho.
¿Cuáles son las diferencias que hay entre el público catalán y el madrileño?
El de Madrid es más cosmopolita, puede ser de cualquier lugar, mientras el catalán es más de allí y me aceptan muy bien; la gente andaluza estamos muy emparentados con Cataluña, donde siempre hemos emigrado.
Los andaluces, allá donde vayamos, tenemos buena acogida, sobre todo los de Cádiz.