Guillermo Micó / Profesor de cocina
Los sueños en ocasiones se hacen realidad, como bien debe pensar el profesor de cocina Guillermo Micó (Canals, 9-noviembre-1974). Tras iniciarse con éxito en la arquitectura técnica -desarrollando su labor, entre otros lugares, en Benidorm, Barcelona e incluso Doha (Qatar)- antes de que explotara la burbuja inmobiliaria decidió cambiar radicalmente de vida, optando por aquello que siempre le había fascinado, los fogones.
Comenzó entonces a formarse en diferentes escuelas de cocina, hasta lograr un elevadísimo nivel, especialmente en arroces. Deseoso en aquel momento de conseguir el título de maestro, se trasladó por medio de una beca Erasmus a Karlstad (Suecia) para mejorar el inglés y seguir cultivándose, personal y profesionalmente.
Micó, de fuerte tradición marmolista, confiesa que a los cocineros “nos gusta trabajar en diferentes sitios, para no dejar de aprender y porque cada nuevo restaurante es un reto”. Muestra su talento ahora en Valencia Club Cocina, una firma que lleva a cabo cursos, exhibiciones y catering, además de participar en ferias y eventos.
¿Cómo te definirías?
Una persona muy sencilla y, a mí parecer, buena. Recientemente he cumplido cuarenta y nueve años y no he dejado de estudiar, de formarme en muchos aspectos.
He tenido numerosas inquietudes, muchas veces vinculado al deporte (balonmano, tenis, pádel…) y siempre tuve como pasión la cocina.
Te inicias, no obstante, como aparejador.
Estudié arquitectura técnica -lo que anteriormente se llamaba aparejador- y ciertamente disfruté mucho, tanto durante la carrera como después desarrollando mi trabajo, un total de diez años.
¿Tanto te gustaba?
Me obsesionaba: he hecho mucha obra, desde viviendas a estadios de fútbol (Vilanova i la Geltrú). Sobre todo, trabajé en Canals y Benidorm, pasando posteriormente a València, Alzira, Barcelona, Castelldefels, Qatar…
Pero algo hizo que cambiara tu vida.
En 2007, previendo lo que iba a suceder en el sector de la construcción, le dije a mi mujer que cambiaba totalmente de vida y comenzaba a estudiar cocina.
Primero estuve de oyente en la Escuela de Hostelería de Enguera, ejerciendo las prácticas en buenos restaurantes de la zona e incluso en un hotel de cinco estrellas de València.
«Antes de dedicarme plenamente a los fogones ejercí con éxito diez años como aparejador»
¿Sufriste hasta hacerte un nombre?
Por supuesto, he conocido mucho ‘pirata’ que me pagaba cincuenta euros por veinticinco horas de trabajo o estar dos meses -diez horas diarias- en un sitio sin cobrar.
En 2010, ya más asentado, monto y dirijo la cocina de ‘El Forn’, en L’Alcúdia de Crespins. Allí diseñamos una carta diferente, haciendo propuestas temáticas y de otros países.
¿Es entonces cuando marchas a Qatar?
Sí, estando mi mujer embaraza de mi hija, me traslado un mes a Doha, la capital, para comprar y vender mármol, dirigir obra y cocinar.
El problema de ese país es que, si te pones a trabajar, debes entregar tu pasaporte al jeque que te ha contratado, y me negué. Regresé a València y me incorporé al restaurante ‘El Roure’ de Alzira, antes de estudiar Dirección de Cocina en Cullera.
Realmente no has parado.
Exacto, seguidamente conseguí una beca y me fui a Suecia, en el verano de 2019, para mejorar el inglés y conseguir el B1, que era el último requisito que necesitaba para ser profesor de cocina.
Estuve en Karlstad, llamada la Ciudad del Sol, y a la semana quisieron contratarme como cocinero -y también como aparejador-, cuando estaba de prácticas.
Tanto trabajar, ¿pudiste aprender inglés antes de regresar?
Mucho, mientras trabajaba (ríe). Mejoré notablemente: también mediante diversas aplicaciones.
Volví para trabajar en una escuela de cocina de Alzira, llamada ‘Cremades’. En ese sitio precisamente comencé a dar cursos de cocina, hasta que cerró. Pero al día siguiente ya estaba en Valencia Club Cocina (VCC).
«Los cocineros siempre queremos cambiar de trabajo: cada nuevo restaurante es un reto»
¿Te pilló allí la pandemia?
Sí, había mucho temor, porque la hostelería sabemos que fue uno de los segmentos más perjudicados. Sin embargo -excepto los tres meses de confinamiento- no paramos de laborar, adaptándonos.
Por ejemplo, los cursos en lugar de treinta personas eran de ocho o diez, siempre presencialmente.
¿Cuáles son tus funciones en VCC?
Estoy de profesor de cocina, especializado en arroces, aunque doy cursos de todo, como de panes que lo realicé hace pocas semanas.
He ofrecido asimismo clases a la Cruz Roja y a la ONCE, siendo maravilloso tratar con ciegos. Son muy graciosos, preguntándome ¿cómo echas la sal? A ojo, decía, y se reían.
También hago de ‘coach’, para empresas, o ‘show cocking’ -cocinando yo mismo o haciendo partícipes a todos de la experiencia- o acudo a eventos, ferias, catering…
Por último, ¿aunque eras feliz como arquitecto, esto te satisface más?
Sin duda, estoy en uno de los mejores momentos de mi vida.