El ser humano apareció en este planeta siendo nómada. Sus necesidades básicas le iban llevando, dependiendo de las circunstancias climáticas y del territorio en cada momento, de un lugar a otro en busca de comida, agua, abrigo o, sencillamente, una buena pelea territorial de esas que antes se libraban a garrotazos y ahora, a bombazos.
Poco a poco, el descubrimiento de un fuego por aquí, una agricultura por allá y, mira por dónde, la capacidad de domesticar cabañas de ganado, provocaron que aparecieran los primeros asentamientos. Temporales primero y permanentes después, fueron el origen de nuestras ciudades y países actuales.
De aventureros a turistas
Pero la curiosidad y la necesidad nunca desaparecieron. Siempre hubo aventureros deseosos de lanzarse hacia lo desconocido por tierra o por mar y siempre hubo quien vio el negocio en ello y, a cambio de sufragar económicamente la aventura, se aseguraba una buena tajada del pastel de lo que se descubriera, ya fuera en forma de tierras, especias, metales preciosos o lo que buenamente se pudiera rascar.
Cualquiera podría decir que la exploración humana del siglo XXI, la que nos ha llevado al espacio, ha quedado ya fuera del alcance del común de los mortales, pero eso sería tener unas miras muy cortas. Hoy en día las aventuras hacia lo desconocido se llaman turismo y alrededor de ese concepto ha nacido una industria con un sinfín de derivadas distintas.
Con la Ruta 181 se recorren 5.700 kilómetros de costa y 1.300 kilómetros a lo largo y ancho de los Pirineos
Pasión por el volante
Hay, de hecho, una modalidad de viaje, los llamados ‘road trips’, que es la preferida por aquellos a los que el volante (o el manillar de la moto, que para el caso es lo mismo) no les da pereza y gustan de engullir kilómetros y kilómetros de carretera. Es, sin duda, una auténtica pasión.
Así han nacido en el mundo un sinfín de rutas más o menos míticas o famosas que unen dos puntos, también, más o menos aleatorios del mapa. Todo el mundo conoce, por ejemplo, la Ruta 66 entre Chicago y Los Ángeles, la Causeway Coastal Rout de Irlanda, la Great Ocean Road de Autralia o la menos glamurosa (pero, sin duda, preciosa) Ruta de los Pueblos Blancos de la sierra de Cádiz.
Una de las formas sugeridas para realizar la ruta es en veintisiete tramos, con una media de 265 kilómetros por etapa
Ruta internacional
Menos conocida, sin embargo, es la Ruta 181, un itinerario que, en el caso de España, une los faros de Higuer y Punta S’arnella y que, más extendida, ofrece también la opción de visitar otros países como Andorra, Francia, Portugal o Gibraltar. Una ruta, la 181, que debe su nombre al número de faros que se pueden visitar a lo largo de su trazado y que incluye, cómo no, la linterna de l’Albir en su inventario.
En resumen, la Ruta 181 es un enorme trazado que recorre 5.700 kilómetros de costa y 1.300 kilómetros a lo largo y ancho de los Pirineos, y que, por lo tanto, ofrece una cantidad infinita de variaciones para que el visitante, como en el Camino de Santiago, pueda optar por un viaje completo o por diseñarse sus propias etapas.
Su nombre se debe al número de faros que se pueden encontrar en ella
Naturaleza pura
La Ruta 181 visita, además de los ya mencionados faros que dan nombre a este producto turístico, entornos naturales de gran belleza, descubriendo la fascinante naturaleza del sur de Europa y las múltiples y diversas culturas por donde pasa. Una ruta, en definitiva, mágica, que atraviesa seis Reservas Naturales de la Biosfera y una gran cantidad de parques naturales protegidos como, en este caso, el Parc Natural de la Serra Gelada.
Para los que optan por recorrer la Ruta 181, el objetivo principal del viaje no es otro que el de disfrutar de la siempre cambiante costa cantábrica o mediterránea con los faros, esos que en su día guiaron a los exploradores pioneros, como referencia de un gran viaje y vivir los caminos de la costa, sin prisa, llegando a todas las linternas de la Península Ibérica, uno tras otro, conociendo su entorno y su historia.
Turismo y cultura
Una experiencia a medio camino entre el turismo ‘puro y duro’ y la cultura, ya que, con cada kilómetro recorrido, el viajante aprende y disfruta de nuevos entornos y de las particulares y, en ocasiones, apasionantes historias que las luces de todos esos faros alumbraron en un pasado más o menos reciente. Con tiempo para parar, respirar, conocer el lugar con sus gentes y sus viajeros y luego, disfrutar de la buena gastronomía, dormir y empezar nuevamente a la mañana siguiente.
De hecho, una de las formas sugeridas para realizar esta ruta es hacerla en veintisiete tramos, con una media de 265 kilómetros por etapa. Un viaje que puede ser una de las mejores experiencias para romper con la rutina y conocer los mejores paisajes de nuestra costa.