Cristóbal Balenciaga fue el creador de moda más relevante de la historia de España, traspasando fronteras y siendo un gran referente en la alta costura. Su marca y legado siguen vigentes y fue maestro de Paco Rabanne, Óscar de la Renta, Emanuel Ungaro…
Su precisión, manejo de la técnica y perfeccionismo -aprendido de su madre- le permitió recibir los mayores halagos de sus contemporáneos, como Coco Chanel, a la que le unía una amistad y admiración mutua; o Christian Dior, que lo denominaba “el maestro de todos nosotros”.
Nació en 1895 en Getaria, era el pequeño de cinco hermanos, una preciosa localidad portuaria conocida también por ser el municipio natal de Juan Sebastián Elcano, primer marino en dar la vuelta al mundo. Tuvo que desplazarse a París a consecuencia de la Guerra Civil y el éxito en la Ciudad de la Luz fue inmediato, aunque parece ser que debió colaborar puntualmente con el régimen nazi.
Primeros años
Cristóbal soñaba desde pequeño con ser modisto y pasaba horas dibujando diseños. Con trece años conoció a Blanca Carrillo de Albornoz y Elío, VII marquesa de Casa Torres -abuela de la posterior reina Fabiola de Bélgica-, conmovida por las ansías que tenía el joven de aprender el oficio de la moda.
La aristócrata le planteó entonces un reto: debía demostrar su talento con un trozo de tela que le había cedido, junto a uno de sus más exclusivos vestidos. El resultado fue tan magnífico que se convirtió, de inmediato, en la mecenas de Balenciaga.
El siguiente paso era inevitable y en 1917 abrió su primer taller en San Sebastián, con la ayuda de su hermana Agustina.
Referente de la alta costura durante más de treinta años, su marca y legado siguen vigentes
Evolución
Apenas un año más tarde, el modisto presentó en su taller donostiarra su primera colección, bajo el nombre de C. Balenciaga. Seguidamente se asoció con las hermanas Lizaso -de gran poder adquisitivo- y juntos constituyeron legalmente una sociedad, rota tiempo después por una fuerte discusión.
En 1924 decidió establecerse en solitario en un taller de la avenida de la Libertad, en la propia San Sebastián, logrando pronto elitistas clientas, como la reina María Cristina y la princesa María de las Mercedes. Abrió una segunda tienda en la ciudad, llamada Eisa -homenaje a su apellido materno- y a mediados de los treinta hizo lo propio en Madrid y Barcelona.
Sus creaciones se basaban en la pureza de líneas y reinterpretación de la tradición española
París
Simpatizante del gobierno de la II República, el inicio de la Guerra Civil le obligó a cerrar sus tiendas y exiliarse a París, donde ya en 1937 presentó su primera colección, de fulminante éxito, acaparando los focos de la urbe más importante del momento.
Sin duda, sus creaciones, fundamentadas en la comodidad, pureza de líneas, reinterpretación de la tradición española y desarrollo de volúmenes, marcaron la moda entre los años cuarenta y finales de los sesenta, cuando la alta costura empezó a perder peso en favor del prêt-à-porter.
Para muchos, Balenciaga era tan perfecto que “todavía se preguntan dónde aprendió a coser”. Decían que era puntual, metódico y alérgico a la frivolidad que rodea la moda, y que en sus talleres reinaba el silencio. “La mujer debe andar de manera natural y no sentirse insegura”, manifestaba el modisto, siempre fiel al tacón bajo, la falda por debajo de la rodilla y la manga tres cuartos.
El vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú, nieta del general Franco, fue su última obra
Xàbia
Balenciaga, reacio a aparecer en la prensa y conceder entrevistas -solo el prestigio le importaba- se retiró del mundo de la alta costura en 1968, por sorpresa, sin que sus empleados lo supieran, posiblemente por la pérdida de rentabilidad de sus negocios.
Regresó a España, concretamente a Xàbia, donde le gustaba pintar, conversar y comer las delicias de nuestra gastronomía. Excepcionalmente, cuatro años después de su retirada, aceptó diseñar el vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú, nieta del general Franco. La boda se celebró el 8 de marzo de 1972, siendo su última obra.
Ese mismo mes Balenciaga fue a pasar unas jornadas de asueto al Parador de Turismo de Xàbia. Aunque aparentemente no estaba enfermo, el 23 de marzo sufrió un infarto, seguido de un paro cardiaco. Falleció en el acto y fue enterrado días después en su estimada Getaria.
Legado
El legado dejado por el modisto es incalculable: su marca, por ejemplo, inactiva hasta 1986, volvió a reabrir y es una de las más prestigiosas a nivel mundial.
Asimismo, se le han rendido infinidad de exposiciones (Nueva York, Madrid, San Sebastián…), cuenta con un museo en Getaria -compuesto por unas 1.200 piezas-, su amigo y escultor Eduardo Chillida le hizo una escultura-homenaje y en San Sebastián un paseo lleva su nombre.
Recomendable es asimismo la miniserie homónima, con un excelente Alberto San Juan en el papel Cristóbal Balenciaga.