Entrevista > Antonio Peñalver Eugenio / Zapatero (Almoradí, 15-julio-1958)
La reparación de calzado es una actividad artesanal que poco a poco ha ido cayendo en desuso. Hoy en día puedes encontrar el zapato que buscas en diez o veinte euros y, si se rompe o hace daño, rara vez es arreglado, porque muchos consideran que la reparación ‘sale cara’, mejor comprar otro par.
Esta es la cruda realidad de la que se queja un sector que vive sus peores tiempos, un oficio que ya no ofrecen todos los pueblos y cada vez es más difícil encontrar. Pero lo hemos hecho, hemos hablado con Antonio Peñalver, un empleado de banca que hoy, ya jubilado, se ha establecido como zapatero remendón manteniendo el negocio que su padre abrió hace setenta años en Almoradí.
Tu habilidad como zapatero ha sido heredada por tu figura paterna…
Efectivamente en mi juventud era habitual ayudar a los padres, tanto en las actividades profesionales como en las tareas domésticas. Además, disfrutaba mucho viendo cómo trabajaba mi padre, y así fue como empecé a sentir y aprender el oficio.
Él siempre me ha dicho que comenzó como aprendiz a los ocho o nueve años, y su primer trabajo fue el de enderezar púas (clavos) para ser reutilizados. Eso sí que era reciclado.
«En la zapatería había tertulias diarias de vecinos que acudían a pasar el día conversando»
¿Cuántos años habéis dado servicio en Almoradí?
Mi padre se estableció como autónomo en 1954 con veinticuatro años de edad, y yo recuerdo siempre haberle ayudado por las tardes, después de acabar mi jornada laboral en el banco. Se jubiló a los 65 años, en 1995, y el taller permaneció cerrado hasta 2015, fecha en la que me hice con las riendas y, a día de hoy, continúo dando servicio.
La zapatería de tu padre fue un punto de reunión en Almoradí en sus inicios. ¿Qué recuerdas de aquella época?
Las tertulias diarias de vecinos que acudían a pasar el día conversando y que yo escuchaba con mucha atención.
Contaban sus vivencias de juventud y sus ‘batallitas’ de haber estado en varias guerras.
Aunque donde ponía especial interés, porque me llamaba mucho la atención, era en las conversaciones que tenían sobre ‘versaores’.
Ahora, ya jubilado, has escrito un libro en honor a aquellos años y a aquellos recuerdos.
Así es. Al reabrir el taller de mi padre, que está igual que hace setenta años (mismas herramientas y maquinaria), me evocó recuerdos de mi infancia y volvieron a mi memoria los recuerdos de historias de ‘versaores’ que escuchaba de niño.
Comencé a escribir con temáticas variadas, unas veces de recuerdos, otras expresaba sentimientos, otras reivindicaciones, hasta que una amiga escritora me animó a recopilar en forma de libro algunas de ellas y una editorial me propuso editarlo. Lo titulé ‘Coplillas de zapatero’, y está teniendo muy buena acogida.
«Tengo clientes de muchos pueblos, porque en sus localidades no hay zapatero»
¿Dónde podemos encontrarlo?
Se puede adquirir en mi taller de zapatero remendón en Almoradí y también on-line, en la web de la editorial Diversidad Literaria.
Aunque si queréis una dedicatoria en forma de coplilla, no tendréis más remedio que acercaros a mi taller.
Volviendo al tema que nos ocupa, ¿qué balance haces de la trayectoria del negocio?
Cada vez quedamos menos en la Vega Baja. Cuando abrió sus puertas mi padre en 1954, sólo en Almoradí había nueve zapateros.
En la actualidad tengo clientes de muchos pueblos de la Vega Baja, porque en sus localidades no existe nadie que se dedique a este oficio, con lo que muchas veces me veo sobrepasado.
¿Cuáles son los servicios más demandados por el público en la actualidad?
Colocación de tapas, medias suelas, suelas metatarsianas, pegados, corte de tacón, ensanches y alargamientos, hebillas y gomas en sandalias… En fin, cualquier cosa relacionada con la mejora y adaptación del calzado.
Asimismo, realizamos cambios de cremalleras en cazadoras, mochilas, y otros enseres. Cuando me preguntan si podríamos hacer un trabajo, suelo responder que “lo difícil lo hacemos, lo imposible lo intentamos”.
«He escrito ‘Coplillas de zapatero’ recordando a los ‘versaores’ que tanto me gustaba escuchar»
¿Han cambiado con el paso de los años?
Sí. Cuando yo era niño era habitual llevar los zapatos a limpiar. Recuerdo limpiar varias decenas de pares semanales, ahora es un trabajo muy ocasional.
También los materiales usados en la fabricación de calzado son, salvo honrosas excepciones, de peor calidad. Antes era prácticamente todo cuero, piel y gomas, y en la actualidad abundan mucho los plásticos y derivados. Por ello las reparaciones solían ser antes a base de cosidos y clavos, ahora se usan mucho las colas para pegados.
¿Conoces aprendices de este negocio, nuevas generaciones que puedan mantenerlo abierto en los próximos años?
No, actualmente no conozco a ningún joven que se dedique a este trabajo. Es un oficio que no es atractivo, porque requiere mucho tiempo de aprendizaje por la diversidad de servicios que da, y luego son muchas horas diarias para la obtención de una rentabilidad…
Aun así, yo considero que se puede vivir decentemente con este trabajo y, si te gusta, reporta mucha satisfacción, a la vez que se da un servicio y se colabora con el sostenimiento al reparar prendas que se reutilizan.
¿Cómo ves el futuro de este negocio?
En peligro de extinción. Yo aguantaré mientras las fuerzas me acompañen, pero un día habrá que bajar definitivamente la persiana, porque el paso del tiempo es inevitable. Gracias por dar visibilidad a esta profesión tan olvidada.