Entrevista > Sergio Caballero / Actor (Vila-real, Castellón, 8-abril-1974)
Sergio Caballero es un actor de los llamados de raza, capaz de interpretar miles de papeles y hacerlo en diferentes ámbitos (teatro, cine o televisión), aunque donde realmente se siente a gusto y feliz es sobre un escenario, frente al público.
Se hizo un rostro popular en TV3 a raíz de su participación en series como ‘Nissaga de poder’, ‘El cor de la ciutat’ o ‘Porca misèria’, y en Canal 9 con ‘Maniàtics’ y ‘Da Capo’, dejando posteriormente su sello en producciones nacionales: ‘Cuéntame cómo pasó’, ‘Hospital Central’, ‘El secreto de Puente Viejo’…
Teatro en la Comunitat
Regresó a casa, a À Punt -‘La vall’ o ‘Després de tu’-, y sobre todo a los teatros de la Comunitat Valenciana, donde no ha parado, con soberbias interpretaciones en, entre otras, ‘El abrazo de los gusanos’, ‘Dinamarca’ o ‘Maror’, de inminente estreno. Sobresale asimismo su función como director, que durante un tiempo no pudo compaginar con la de actor.
“Estuve ocho años sin hacer los dos trabajos al mismo tiempo, hasta que me noté totalmente preparado y gané madurez”, confiesa, antes de apuntar que cuando tomas experiencia quieres saber el porqué de todas las cosas, “y a veces no se puede o debe controlar todo”.
¿Desde cuándo te sientes actor?
Partiendo de la base que me considero de pueblo, haciendo infinidad de actividades culturales en el mismo -danzas, rondallas, coral, música…-, siempre he estado vinculado a la parte artística. Poco a poco eso va haciendo como un poso.
Ya en el instituto había una asignatura, de libre elección, que era Teatro, y de la mano de dos profesores (Juanjo Ruiz y Adorada Blay) comencé a compartir aspectos con otras personas. Todos teníamos la misma sensación de felicidad porque estábamos haciendo lo que queríamos: descubrir obras de teatro o literatura y poniendo en pie ese texto. Esos años fueron como un detonante para desear estudiar interpretación, como llevaba tiempo anunciándolo en casa.
¿En qué actores empezabas a fijarte?
Realmente nunca he sido mitómano. Veía películas llenas de magia, como ‘El mago de Oz’, y por supuesto que me agradaban, pero sin la sensación de querer ser como ese actor.
Obviamente he aprendido de otros actores o actrices, véase Meryl Streep, que me vuelve loco. Al descubrir el mundo del teatro quise investigar si podría dedicarme a ello.
¿Cuáles fueron tus siguientes pasos?
Entré en Visitants, una compañía de calle, haciendo curiosamente personajes femeninos, dándome la oportunidad de saber cómo era el público, montar y desmontar escenarios.
Era una base teatral muy sacrificada. A partir de ahí respeté mucho más la profesión, antes de estudiar e introducirme en la televisión.
«Me tomo cualquier función con mucha ilusión, ganas y excitación, y feliz de poder hacer lo que me gusta»
¿Recuerdas qué sentiste la primera vez que te subiste a un escenario?
Exactamente de la primera no, aunque mantengo la misma sensación siempre. Me tomo los estrenos o cualquier día de función con mucha ilusión, ganas, excitado, pero tranquilo al mismo tiempo, porque me siento a gusto y feliz.
Es como evadirte de ti mismo, apartarte, para ser otro, siendo tú mismo al mismo tiempo. Parece algo esquizofrénico.
¿Llegas a sufrir?
No, en absoluto. Nunca he sufrido el llamado miedo escénico, que en ocasiones aprecio en otros compañeros. El abismo me provoca adrenalina, porque, repito, hago lo que me gusta.
Has tocado todos los palos, como actor y director.
Me gusta ser disciplinado en ambos ámbitos. Me considero actor, con alguna vocación para dirigir, de trasladar a todo un equipo la idea que quiero plasmar de un texto.
Trasmitir mi mundo, mi textura, los colores que aprecio y los sonidos… Soy muy piramidal en ese aspecto, aunque cuando soy actor me debo a lo que el director me pida, haciéndole caso en todo momento.
¿También que te hagan caso cuando eres director?
Por supuesto. El actor muchas veces no quiere salir de su zona de confort, lo que le da un resultado y una seguridad. Además, no se ve a sí mismo.
Los actores en muchas ocasiones son o somos egoístas, pero los egos también están en los directores. Muchos no saben dirigir, no son buenos directores de actores. Todos formamos parte de un engranaje: guion, iluminación, vestuario… No me gusta ver a actores que imponen la ropa que van a llevar o cómo son los planos en los que aparecen.
«Nunca he sufrido el llamado miedo escénico; el abismo, en cambio, me provoca adrenalina»
¿Lo que más te llena es el teatro?
Sobre todo por el proceso de trabajo, la maduración del texto, ensayos, probar o no, equivocarte. La tele, donde igualmente me encuentro a gusto, es muy inmediata, debes aprenderte tus escenas de un día para otro.
¿Tan estresante es?
Por ejemplo, el pasado año hice un protagonista en la serie ‘Després de tu’ (À Punt) y en mes y medio grabamos un total de veintidós capítulos, una barbaridad; entraba en plató por la mañana y no salía hasta última hora. En televisión apenas tienes tiempo para pensar, todo es producir y producir. Pero lo disfruto.
Lo positivo es que te hace estar muy despierto y vivo. Hay actores que no controlan el medio, porque es sumamente rápido y precisan de un tiempo de maduración.
En televisión no empatizas con el público.
La televisión es mucho más mentirosa: cortas la escena si hay un error, se vuelve a rodar…
En teatro es mucho más real, tener a la audiencia delante es muy chulo -adrenalínico-, pero el actor debe saber cuál es su puesto. No por el hecho de que se rían voy a apretar la broma. Eso es jugar con el público y no puedes ser superior al que le estás contando la obra.
«Soy actor, con vocación para dirigir, transmitir a un equipo la idea que quiero plasmar de un texto»
Hagamos un viaje en el tiempo. ¿Disfrutaste trabajando en Barcelona?
Fue hace muchos años. Dejé todo en Vila-real para una aventura fascinante. Hice una primera aparición en una serie del grupo Dagoll Dagom ‘Oh, Espanya!’ -sin texto, únicamente me abofeteaban- y luego logré un papel en ‘Nissaga de poder’.
Se empezó a saber un poco más quién era y TV3 confió en mí para otros trabajos. Asimismo, pude estrenarme en el teatro, en 1997, de la mano del profesor Boris Rotenstein, y aprendí de la disciplina catalana.
¿El nivel teatral en Cataluña es muy alto?
Además de serlo, a nivel de producción e industria audiovisual se ha potenciado mucho, con multitud de películas y series. En la Comunitat Valenciana, ya sabemos, hay mucha menos producción.
¿Cómo ha cambiado vuestro trabajo a partir de la pandemia?
Principalmente a nivel de castings, ahora mucho menos personal. La cámara se ha puesto en medio y te exigen que, en tu propio casting, te coloques la iluminación, el set, que se oiga bien… Cada vez te piden más.
De igual modo, a raíz de la pandemia las plataformas lo han reventado y hay mucha más producción audiovisual, consumida en gran parte por gente más joven.
«Lo que más me llena es el teatro, el proceso de maduración, que en la televisión no existe pues es demasiado inmediata»
¿También te afecta?
Sí, porque estoy en ese punto que a veces nos dicen “queríamos a un actor más joven”. Esa circunstancia está mucho más marcada en las mujeres, especialmente a partir de los cuarenta.
Somos conscientes que se produce para un público más joven que quiere actores de su edad, muchas veces sin bagaje.
No has parado de trabajar, ¿te sientes un privilegiado?
Exacto. Desde los veinte años he estado trabajando en lo que me fascina. Debemos tener en cuenta que únicamente el siete por ciento de los actores viven de ese trabajo.
¿Qué estás haciendo ahora?
En abril, del 10 al 21, estrenamos en el Teatro Talia de València la obra ‘Maror’, de Rodolf Sirera y dirigida por Juan Luis Iborra.
Es una obra de misterio, al estilo Agatha Christie, en la que hago de un doctor y suceden situaciones, con numerosos flashbacks. Parece el Cluedo al que jugábamos de pequeños. Resulta una función muy dinámica porque al espectador le van cambiando la versión constantemente -entre pasado y presente- y tiene un punto de humor. Pienso que agradará.
«A raíz de la pandemia todo ha cambiado; las plataformas también lo han reventado y hay más producción»
¿Después haréis gira con la obra?
No se sabe, porque están muy paradas las contrataciones. Sí puedo anunciar que haré un nuevo bolo de ‘El abrazo de los gusanos’, el 3 de mayo en el Teatro Echegaray de Ontinyent.
Obra de la que recientemente habéis cumplido cien funciones.
Ha sido una aventura apasionante. Era un proyecto pequeño, con texto de Paula Llorens, y lo hemos visto crecer, hablando de un tema tan relevante como es la salud mental.
Hemos ganado galardones, estado nominados en los Premios Max… Yo mismo he sido nominado a mejor actor, por parte de la Associació d’Actors Professionals Valencians. Originalmente actuamos Paula y yo, y como ella está a punto de ser mamá, ha sido sustituida brillantemente por Carla Pascual, que curiosamente hacía de mi hija en ‘Després de tu’.
¿Cuál es lo mejor de tu profesión?
Sentirme libre, en el momento de la creación. Me llena y es mi forma de ser, porque ser actor implica jugar con esas inestabilidades que te da el trabajo.
Se trata de una carrera de fondo. Acabo de cumplir cincuenta y llevo treinta en la profesión.
¿Y lo peor, esperar con ansiedad que te llamen?
Posiblemente. Pero cada uno es amo de su tiempo y yo, cuando no he tenido trabajo, me he creado mis propias compañías: Mutis pel Fòrum y Oscura Teatre.
Son mis propios proyectos y esa inversión, además de darte faena, permite que te sientas bien a la hora de crear. El excelente ejemplo lo tenemos con ‘El abrazo de los gusanos’, de Cactus Teatre.
«Del 10 al 21 de abril estaremos en el Teatro Talia de València con la función de misterio ‘Maror’»
No deja de ser complicado.
Es duro vivir esperando que se acuerden de ti, aunque he aprendido a convivir con ello y que no me provoque ansiedad. Hay que saber gestionar la situación económica y anímica, con constantes subidones.
El actor está en un equilibrio de funambulismo constante: las órdenes del director, la autoexigencia, los castings, las críticas…
¿Algo más, Sergio?
Sí, estoy intentando preparar un proyecto, un espectáculo, junto a la periodista y escritora Susanna Lliberós sobre el año Estellés, pues este curso se cumple un centenario de su nacimiento (1924).
Voy a dirigir también la pieza ‘Bienvenidos a FUVIBE’, del autor Pablo Díaz del Río, para el Festival Cabanyal Íntim de València, que estrenamos en mayo.