Los alicantinos que fueron niños en los años 30, 40 y 50 seguramente recordarán con gran estima al doctor Pedro Herrero. No en vano este ilustre pediatra atendió a cientos de infantes procedentes de todas las clases sociales, a veces incluso de forma totalmente altruista.
Este mes se cumple el 120 aniversario desde su nacimiento, y no podíamos desaprovechar la ocasión para recodar la vida y méritos de este hombre que tan querido fue en nuestra ciudad por toda una generación. Basta con conversar con alguno de esos niños que pasaron por su consulta para darse cuenta que don Pedro fue de esos médicos cuyo recuerdo prevalece incluso décadas después de su fallecimiento, gracias sobre todo al trato humano que siempre le caracterizó.
Juventud
Pedro Herrero Rubio nació en la calle Mayor el 29 de abril de 1904. Fue hijo de Emilia Rubio y de un funcionario del mismo nombre que trabajaba como interventor en el ayuntamiento. Realizó sus estudios básicos en los Maristas, y empezó los secundarios en el Instituto Público (el actual IES Jorge Juan).
Cuando era adolescente se mudó a Orihuela debido a que su padre comenzó a trabajar en el ayuntamiento de dicha ciudad. Aquí fue donde conoció a Patrocinio Javaloy, quien se convertiría para siempre en su compañera de vida.
El joven Pedro eligió la vocación sanitaria y realizó varios cursos preuniversitarios en Murcia, para estudiar la carrera de Medicina en la Universidad San Carlos de Madrid especializándose en Puericultura y Partos (lo que actualmente se llama Pediatría y Obstetricia). Aquí tuvo como profesores a dos ilustres médicos, tan importantes para la historia contemporánea de España, como fueron Santiago Ramón y Cajal o Juan Negrín.
Sus excelentes calificaciones académicas le posibilitaron incluso obtener una beca para estudiar parte de la carrera en La Sorbona de París, y aprovechó esta estancia para asistir también a congresos médicos en Bruselas.
Pasó consulta solidariamente en su propio domicilio a cientos de niños procedentes de familias pobres
El pediatra más popular
Sin embargo la terreta tiraba demasiado a Pedro, quien regresó para sacarse por oposición una plaza en la maternal del Hospital y del Hogar Provincial de Campoamor, al tiempo que ayudaba en la agrupación alicantina de la Cruz Roja. Tiempo después opositó con éxito a una plaza en el dispensario Madre e Hijo, donde atendía a los hijos de los trabajadores del Puerto.
Si bien el doctor Herrero siempre ostentó buenos empleos en diversas instituciones sanitarias de la época, quizás aquello que más le hizo ganarse el afecto popular fue su gran desempeño que también realizó fuera de su horario laboral.
En su propio domicilio de la calle Castaños acostumbraba a recibir a decenas y decenas de niños procedentes de las familias alicantinas más pobres, que no podían costearse una atención médica para sus retoños. Tenía por costumbre cobrarles muy poco o nada a los padres con pocos recursos, e incluso alguna vez hasta les regalaba medicinas o les ayudaba con dinero de su propio bolsillo a financiar los tratamientos.
Durante la Guerra Civil fue apresado en un barco-cárcel anclado en València, por ser católico
Detención durante la guerra
El citado médico siempre fue gran devoto católico y, aunque no tenemos constancia de que militara en ningún partido político, probablemente esto fue razón suficiente para que fuera detenido durante la Guerra Civil.
Permaneció recluido durante algunos meses en un barco anclado en el puerto de València que las autoridades republicanas habilitaron como prisión para presos políticos. Sin embargo en Alicante surgió una gran presión popular demandando su liberación, sobre todo por parte de familias humildes que añoraban las atenciones del doctor Herrero a sus hijos. Esto desembocó en su liberación, y pudo regresar a su ciudad natal antes incluso de que terminara la contienda bélica.
En 2017 el papa Francisco I inició su proceso de beatificación
Maestro, concejal y cofrade
Tras la guerra Pedro Herrero continuó ejerciendo su oficio con la devoción y solidaridad que tanto le caracterizaban. Participó en la fundación de algunas instituciones dedicadas a la atención de niños desamparados, como la ‘Ciudad de los muchachos’. Asimismo en sus ratos libres estudió la carrera de Magisterio con el fin de aprender a relacionarse todavía mejor con los niños, y fue miembro del Tribunal Tutelar de Menores.
Durante los años cincuenta ejerció también de concejal franquista encargado del área de Sanidad. No obstante se marchó bastante desencantado de la política, al encontrarse con muchos impedimentos para fomentar la medicina infantil desde el ayuntamiento.
De igual forma fue un gran devoto de la Semana Santa, siendo fundador, junto a su padre, de la Hermandad de Jesús Triunfante, y más adelante de la Hermandad de los Santos Cosme y Damián que estaba compuesta exclusivamente por médicos. También era un gran amante del teatro.
Última etapa
Aún estando ya jubilado continuó recibiendo a niños de pocos recursos en su propio domicilio. Hasta que en 1978 sufrió una hernia, viajando hacia Barcelona, de la que ya no se recuperó.
Curiosamente el buen doctor no recibió la mayoría de homenajes a su vida hasta después de su muerte. El Ayuntamiento de Alicante le dedicó una calle en Alipark, la diputación puso su nombre al Instituto Alicantino de la Familia y la Autoridad Portuaria colocó un busto en su recuerdo junto al antiguo dispensario médico. En 2017 el papa Francisco I inició oficialmente el proceso de beatificación, aún en trámite, del médico alicantino.
Quizás la gran ironía de esta historia es que Pedro Herrero nunca tuvo hijos propios. Sin embargo de alguna manera apadrinó a miles de niños alicantinos que, todavía hoy, le recuerdan con enorme cariño.