El talento artístico de Sari Miró se manifestó bien pronto, vocacional, aunque tuvo que aprenderlo de un modo autodidacta, “pintando para diferentes empresas”. Seguidamente, en una etapa más madura, siendo madre de dos niñas (Silvia y Sara), se matriculó como visitante en la Facultad de Bellas Artes de València mientras seguía formándose en Alcoy.
“Anteriormente ni me había planteado estudiar esa carrera porque no sabía que existía”, señala con resignación, “pero siempre tuve inquietudes por mejorar y prepararme”. Fruto de esta necesidad de cultivarse, un viaje a Berlín (Alemania) provocaría un cambio en su forma de pensar y expresarse, más marcada por el expresionismo abstracto.
Son numerosos los proyectos que Sari gestiona a día de hoy, como finalizar la serie de obras sobre ‘Arquitectura y Geometría’, dedicada a la profesión de su hija mayor. Anteriormente, la serie ‘Berlín’, determinante en su carrera, honró la figura de Sara, su otra hija, entonces trabajando en la apasionante capital germana.
¿Qué importancia tuvo el claroscuro en tus inicios?
Fue primordial. Estuve nueve años en la Escuela de Bellas Artes de Alcoy, haciendo fundamentalmente claroscuros, quizás demasiados, porque no nos dejaban tocar el color hasta abril.
¿Dónde te habías formado?
Por mi cuenta, totalmente autodidacta. Estaba en una oficina, haciendo mecanografía -entre otras labores-, pero lo que realmente me llamaba la atención era el mundo artístico.
Les dije a mis padres que dejaba la oficina para pintar, pese a que, en Alcoy, a finales de los sesenta, no había ningún sitio específico para hacerlo. Aquí, en esos años, se pintaba mucho, pero sin formación.
«Berlín me cambió el chip totalmente, estaba en un proceso de cambios y formación»
¿Cómo evoluciona seguidamente tu obra?
Durante mi último año en la escuela le propuse al profesor, Emilio Blanes, que me dejara ir un poco más por libre. Me ubicaron en otra sala, investigué e hice lo que realmente quise: descubrí lo difícil que es destruir, después de construir tantos años. Implicaba saltarme las normas.
Al mismo tiempo me daba clases Blai Tomás Ibáñez en Ontinyent, con una temática totalmente diferente, porque recordemos que partía prácticamente de cero.
¿Qué sucedió en un viaje a Berlín?
Me desplacé a la capital alemana porque mi hija menor estaba trabajando allí. En Berlín cambié el chip totalmente, como se aprecia en la serie de cuadros que le dediqué, con especial protagonismo de la Puerta de Brandeburgo y Tiergarten.
Pasaba por un proceso de cambios y evolución, quemando etapas y buscando mi camino. Descubría otro tipo de arte y no dejaba de estudiar.
«Tengo un estilo muy personal, disconforme tanto de la abstracción como de la figuración»
¿Tanto te transformó?
Visité museos, me empapé del expresionismo alemán y a mi vuelta me replanteé qué pintar. Berlín me inspiró e hice toda una serie sobre la ciudad actual (no la ocupada), expuesta poco antes de la pandemia.
¿Cómo defines tu estilo?
Muy propio y personal, basado en numerosas referencias, de artistas tan dispares como Willem de Kooning, Francis Bacon, Antoni Clavé, José Guerrero, James Turrell, Bruce Conner…
¿Luchas entre la tradición y la modernidad?
Puede ser, porque no estoy conforme en una abstracción, pero tampoco en una figuración. En mi serie de ‘Berlín’, por ejemplo, sí destruyo la figuración; mientras la otra, ‘Arquitecturas y Geometrías’, es más abstracto y geométrico.
Entré en un mundo más de conceptos, cuando siempre había estado mucho más formada a nivel de técnica.
¿Disfrutas más en esta segunda serie?
He encontrado mi camino y cómo plasmarlo. Sin embargo, una obra debe pasar por todas las etapas, comenzando con una idea, que al finalizarla muchas veces es totalmente distinta.
Afortunadamente, al no basarme en nada en concreto, trabajo y valoro la obra, pese a que no me acabe de agradar. Realmente disfruto cuando la destruyo, es entonces cuando me siento liberada.
«Cuando no me gusta una obra, destruyo la base y hago que surja una nueva, más fresca»
Es curioso.
Sí, porque no siempre disfruto de la misma forma. Hay cuadros que los valoro plenamente hasta el final. Otras obras, que aparentemente son muy atractivas, me han costado muchísimo y no estoy conforme.
En esos momentos de disconformidad soy totalmente yo, porque aprovecho los colores de la paleta; soy rápida y surge otra obra totalmente diferente, muy fresca. Por desgracia, no pasa siempre.
¿En qué estás trabajando ahora?
Llevo al mismo tiempo tres proyectos. Recientemente, el pasado 3 de mayo expuse la serie ‘Berlín’ en Altea; estoy dentro del colectivo Dones Artistes de la Mancomunidad de l’Alcoià i el Comtat (DAMAC)-, en la que haremos diversas muestras en lo que queda de año; y estoy acabando la serie de ‘Arquitecturas y Geometrías’.
¿Se puede vivir del arte en España?
El arte es vocacional y no se puede vivir de él; únicamente dedicándote en exclusiva, con muchas horas y formación. También es clave aprender de otras obras.