Entrevista > Carlos Haro / Modisto de alta costura (Aldaia, 29-septiembre-1972)
Carlos Haro es uno de nuestros modistos más reputados, “de la vieja escuela”, como le gusta definirse, dedicado en exclusiva y desde hace muchos años a la alta costura, a confeccionar vestidos únicos, “porque jamás repito”, y que posiblemente se van a utilizar una sola vez, en bodas o eventos similares.
Queremos saber cómo fueron sus inicios, cuáles son sus referentes y cómo es su día a día, con infinidad de encargos que tarda en algunos casos más de dos meses en confeccionar, buscando siempre la perfección y resaltar la belleza femenina. “Hacemos arte”, señala orgulloso.
Entre sus diseños más notorios, el que creó para la presentadora valenciana Marta Flich en las campanadas 2024, retransmitidas en Mediaset (Telecinco y Cuatro) desde la bella ciudad de Sevilla. “A raíz de ese encargo me llegaron muchos más, sin mucha antelación, algo poco habitual”, confiesa con cierta sorpresa.
«Mi madre guarda bocetos míos con ocho años; la profesión me vino de forma natural»
¿Desde pequeño quisiste ser modisto?
Sí, mis primeros recuerdos son diseñando. Cuando en dibujo decían ‘tema libre’, me ponía a hacer figurines de vestidos, es decir, la decisión de ser diseñador me vino de un modo natural.
De hecho, mi madre guardaba mis bocetos de entonces, con apenas siete u ocho años. Ella, sin ser modista, tenía costumbre de hacer vestidos, al tiempo que mi abuela era igualmente artesana: todo ello, que era cotidiano en mi vida, me fue impregnando.
Un poco como le pasó a Cristóbal Balenciaga.
Puede ser. Estamos hablando de mentes creativas, porque creativo naces, buscando seguidamente cómo o a través de qué formato desarrollar esa creatividad.
Encontré que en la moda podía desarrollar muchas disciplinas a la vez: volumen, color, arquitectura… Y quizás eso hizo enfocarme en esa dirección.
¿Las ideas las tenías tan claras?
Siempre supe que quería ser un diseñador, con referentes como Gianfranco Ferré, Christian Dior, Christian Lacroix o Chanel, las grandes firmas, mediante esas imágenes que veíamos en las revistas de los desfiles parisinos.
Deseaba, en ese sentido, ser un diseñador genuino y crear un estilo propio; lo tuve clarísimo desde el primer momento.
¿Cómo es tu trabajo día a día?
En la actualidad estoy totalmente centrado en la confección a medida y en exclusiva; ya no elaboro confecciones de ‘prêt-à-porter’ (listo para llevar).
Si es cierto que a lo largo de estos treinta años de trayectoria he tenido muchos afluentes en el diseño de moda, aunque ahora estoy haciendo lo que más me ha funcionado y más me ha caracterizado. Desde hace tiempo me pongo al servicio de mujeres que tienen un evento en concreto, que quieren un vestido con unas características especiales, para tener impacto y protagonismo.
«En la moda puedo desarrollar muchas disciplinas a la vez: volumen, color, arquitectura…»
¿Por eso tienes un atelier, no una tienda?
Exacto. Es un taller de costura que cuenta, obviamente, con un pequeño estudio, en el que puedo atender a las clientas, probarles los vestidos, y una parte de maquinaria, hecha a medida de lo que tengo que confeccionar (mesa enorme y con espacios para hacer manufactura). Es totalmente artesanal.
¿En el taller estás solo?
Hasta ahora tuve personal contratado, incluidos becarios o personas interesadas en aprender. Pero pasada la pandemia decidí cambiar toda la estructura, también porque las modistas capacitadas para hacer mis diseños son mujeres ya de cierta edad y la mayoría se han jubilado.
Cuando lo hizo la modista que más me acompañó pensé en buscar otros talleres que pudiera subcontratar y donde les doy las prendas ‘masticadas’.
¿Todo ello hace que tu estilo sea todavía más tuyo?
Completamente. Debemos tener en cuenta que no soy un diseñador que únicamente diseña la prenda, sino que estoy en contacto con ella durante todo el proceso.
Comienza con una conversación con la dama, en la que me explica su historia, qué quiere. Creo seguidamente el boceto, busco los tejidos y empiezo a hacer el patrón base de ese vestido, antes de hacer la prueba, volver a hacer el patrón con las transformaciones y cortarlo en el tejido. Finalmente, la costurera -bajo mis indicaciones- va confeccionando el diseño.
¿Cada uno de tus vestidos es único?
E inédito; no repito nunca ninguna de mis obras. A veces sí sucede que las clientes vienen atraídas por algo que he publicado en las redes y me piden una falda en concreto, con una textura determinada.
La alta costura existe porque esa misma exclusividad se da en las personas también, porque como ser humano cada una va a tener una apetencia, un pequeño capricho o unas características físicas determinadas.
«La alta costura existe porque esa misma exclusividad se da también en las personas»
Vinculado al ego de cada persona.
Sí, es una oportunidad de poder crear exclusividad. Para una mujer es como un premio acudir a un diseñador de alta costura, para que le haga un vestido único para un momento que va a ser protagonista y quiere sorprender a los demás.
Hay clientas que me dan algunas claves para confeccionar el vestido, mientras otras me dicen que soy el artista y lo dejan todo en mis manos. De ellas voy captando esencias.
¿Debes tener mucha empatía también?
Muchísima. En primer lugar, soy cómplice absoluto de ese momento, mirándola con mis ojos a través de la belleza. Soy incapaz de ver partes feas; capto tanto su belleza como su esencia, para realzarla, saber si busca sobriedad, elegancia, impacto, sensualidad…
Si no surge el vestido que deseas, ¿te puede frustrar?
Es difícil que no surja, porque nuestra gran ventaja es que no somos una tienda, donde los vestidos ya están hechos. Además, puede haber un retorno, un retroceso, en el caso de que te estés equivocando, aunque siempre quedan pequeños factores en el aire, hasta que no lo veo puesto.
La clienta también se hace una idea de lo que hago porque, cuando le presento un boceto, voy trabajando el ‘moulage’, dando forma a las telas por medio solo de los alfileres, sin llegar a confeccionar el vestido. De este modo vislumbran cómo quedará.
¿Se trata del momento más complicado?
Debemos dedicarle mucha atención al instante de la previsualización del traje, que sea factible en ella.
Cuando viene la clienta y se sienta delante de mí, soy capaz de verla con el vestido puesto; le hago quitarse la chaqueta, colocarse delante del espejo y, observando su figura, visualizo el vestido que le voy a hacer. Después debo ejecutarlo. Pero como no quiero equivocarme, prefiero explicarle en qué consiste.
«Los vestidos que confecciono son tan únicos que más que artesanía hablamos de arte»
Para ti tiene mucho valor el concepto de ‘arte’.
Es lo que le da valor y sabor a mi estilo, porque son para momentos únicos, al menos el noventa por cien de los vestidos que hago. Es el lado artístico, qué soporte elegir o qué me gustaría hacer (pintura, escultura…).
Me refiero, por ejemplo, a una tela que, en lugar de comprarla hecha, visualizas el bordado que llevará, realizando el dibujo y diciéndole a la bordadora lo que vamos a emplear. Es algo tan único que más que artesanía hablamos de arte, con una manufactura manual, en la que no existen dos vestidos iguales. ¡Ni siquiera yo mismo podría reproducirlo con la misma exactitud!
¿No te da pena que tus vestidos se lleven solo una vez?
Lo que sucede es que cada vez hay menos eventos en los que una mujer puede llevar un vestido de alta costura. Obviamente uno de ellos es el día de su boda, vestido que posiblemente no se lo pondrán nunca más.
Recuerdo que una clienta me dijo que ese vestido se lo ponía en casa -junto al perfume- para recordar la felicidad que sintió el día de la boda de su hijo. Revive automáticamente esa jornada.
¿Qué sientes antes de un gran certamen, tipo Cibeles?
Sinceramente, aparte de la grandeza que encierra la alta costura -para muchos un mercado muy lujoso e inaccesible-, en mí habita la humildad, una parte de mucha naturalidad.
Como mucho, a veces, aparece una voz interior que me recuerda mis comienzos, ese joven de dieciocho años sin apenas recursos, cogiendo cuatro telas baratas para hacer alta costura, soñando algún día llevar a cabo grandes vestidos, sin límite de presupuesto. Veo ahora realizada esa obra y sí conecto con una parte de emociones que están latentes y dicen “¡ostras, soy muy afortunado al ser de los pocos que consiguen sus sueños!”.
Lo eres, Carlos.
A día de hoy lo realmente atractivo es ser más accesible cuanto más grande es tu trabajo o tu firma, porque despierta el reconocimiento de todo el mundo. ¡Si no eres accesible te pierdes tantas cosas!
«Cada vez hay menos eventos para que una mujer pueda llevar un vestido de alta costura»
¿En qué estás trabajando ahora?
Estoy comenzando, por fin, la temporada de verano, que debería haber iniciado en diciembre, pero este año ha sido espectacular a nivel de encargos.
Aunque la mayoría de pedidos son para festeras, véase agosto o septiembre, los suelo recibir muy pronto -noviembre del año anterior- y los voy ejecutando paulatinamente, todos al mismo tiempo.
¿De aquí al verano cuántos tienes que entregar?
Más de una veintena. Ahora mismo estoy en una primera ronda de pruebas de vestidos, probando uno con un tejido de algodón, que posiblemente no tiene nada que ver con el definitivo.
Pero, a nivel técnico, observo cómo va el patronaje, qué entalles tengo que hacerle, si le sentará bien… A continuación, ese vestido lo voy transformando en lo que finalmente será la prenda.
¿Ese retraso tiene que ver con el vestido que hiciste para las campanadas?
Podría ser, fue un traje que llevó Marta Flich la noche del 31 de diciembre. Sí noté que a raíz de ese encargo hubo un incremento de pedidos improvisados, poco habitual en la alta costura.
A Marta no la conocía personalmente, me gustó mucho cómo es, muy cercana, natural y profesional. Además, se encantaba con el vestido, se veía guapísima, con mucho glamour.
¿Te inspiraste en la magia de una ciudad como Sevilla?
Sí, fueron las pautas que me marcaron desde el primer momento; tenían muy claro cómo iba a ser la retransmisión. Fue casi como una obra teatral, en la que el director dramaturgo te expone todo, qué quiere transmitir, cómo va a ser la organización.
Deseaban reflejar la luz y alegría de la ciudad hispalense y viendo mis redes observaron que yo tenía algo de lo que buscaban: tejidos regios, estructuras esculturales o grandes flores, aspectos sumamente impactantes.