València es una ciudad de dos orillas y un total de dieciocho puentes, ubicados sobre un río sin agua que desde hace ya varias décadas conforma el mayor jardín urbano de España, gracias a sus cerca de diez kilómetros de longitud.
Varios de estos puentes son icónicos, por diferentes razones, como el de la Trinidad (el más antiguo), el de Serranos (el más popular), el de San José (dedicado al patrón), el de las Flores (posiblemente el más estimado) y el del Real (el mejor para apreciar la Nit del Foc).
Los pontones de València constituyeron antaño un síntoma de afección o desafección de la ciudad. Son como costuras entre las dos vertientes del Turia, que reconcilian el señorío del centro histórico con la prole de los barrios periféricos.
Tradición y modernidad
Es cierto que la nuestra no es la ciudad con más puentes de mundo, pues lo es Hamburgo con alrededor de 2.500. Pero con el permiso de Venecia, València es una de las urbes del Mediterráneo donde más pontones podemos descubrir.
De los dieciocho, la mayoría se concentran sobre el antiguo cauce del Turia. Así, desde el siglo XV hasta la actualidad la población ha permanecido unida por unas pasarelas compuestas de dispares estilos, mezclando tradición y modernidad por igual.
¿Los conocen? Les proponemos un recorrido por todos ellos, parte esencial del paisaje de la ciudad y una ruta sumamente recomendable para realizarla a pie o bicicleta.
La mayoría se ubican sobre el mayor jardín urbano de España, de casi diez kilómetros de longitud
San José, Serranos y Trinidad
Comenzamos con el Puente de San José, puerta de entrada a los procedentes de Cuenca. Los primeros restos hallados son de un puente de madera de 1383, mientras el actual es un excelente ejemplo de arquitectura civil valenciana del siglo XVII.
El Puente de Serranos conduce a uno de los símbolos de València, las emblemáticas torres homónimas. De estilo gótico civil y ocho arcos de medio punto, uno de sus usos era la entrada de nobles, visitantes ilustres y reyes, como se aprecia en los elementos propios de una construcción militar.
Este puente, junto al de la Trinidad, el decano de todos -del siglo XV-, sufrió la gran riada de 1517. El Puente de la Trinidad apenas sufrió pequeños desprendimientos, al tiempo que en el de Serranos fue necesaria la sustitución completa un año más tarde.
De las Flores y del Real
Sin duda, el Puente de las Flores es el más bonito y amado por los valencianos. Inaugurado en diciembre de 2002, se alzó para sustituir al cercano Puente de la Exposición, que iba a ser renovado por otro de nueva planta.
Se caracteriza por estar siempre decorado por flores, que se cambian cuatro o más veces al año dependiendo de la época y festividades que se conmemoren. También es el más polémico de la ciudad, por su alto mantenimiento.
El Puente del Real se modificó a piedra para que formara parte del recorrido nupcial de Felipe III y la reina Margarita, boda celebrada en València en 1599. El acontecimiento asimismo supuso el cambio de nombre, de Puente del Temple a del Real.
Entre los más relevantes el Puente de San José, el de Serranos, el de las Flores y el del Real
Los más modernos
El Puente de las Artes, de aire más actual, conecta Guillem de Castro con el barrio de Les Tendes. Fue erigido entre 1993 y 1998 y resalta por el hormigón desnudo que lo ancla al césped del Jardín del Turia.
L’Assut d’Or, coloquialmente ‘el jamonero’, es obra del arquitecto local Santiago Calatrava. Levantado entre 2004 y 2008, sus tirantes de hormigón blanco y acero están presentes en toda la estructura, que ocupa 180 metros de longitud y 30 de ancho. De igual forma, su mástil curvado de 125,62 metros de altura le convierten en el monumento más alto de la ciudad.
El resto de los puentes valencianos son el del Mar, 9 de Octubre, de Campanar, de Ademuz, de Fusta, de Aragón, de Ángel Custodio, del Reino, de Montiolivete y de Astilleros.
Puentes del mundo
Sin desmerecer los de València, la mano del hombre ha posibilitado la creación por todo el planeta de puentes que son auténticas joyas arquitectónicas. Para muchos el más espectacular es el del Golden Gate, en San Francisco (Estados Unidos), por su llamativo color rojo.
De bella factura, e igualmente icónicos, son el de Brooklyn, en Nueva York; el Ponte Vecchio en Florencia (Italia); el de Rialto en Venecia (Italia); el de Carlos en Praga (República Checa) o el de la Torre, en Londres (Reino Unido).
La lista se completa con el Puente de las Cadenas, en Budapest (Hungría); el del Bósforo, que separa dos continentes en Estambul (Turquía); el de Alejandro III en París (Francia); el de la Bahía en Sídney (Australia)…