Muchos compartirán conmigo, otros evidentemente no porque para eso esta el derecho de libre pensamiento, este hartazgo sobre las formas en la política actual.
Y es que verdaderamente estamos en el fango, pero en su primera acepción de la RAE: “lodo glutinoso que se forma generalmente en los sitios donde hay agua detenida”.
Perdonar no es pedir perdón
Y en efecto, detenidos estamos, y avergonzados también. Hace unos días se aprobó la ley de Amnistía, esa por la cual no es que se perdone a nadie, que para eso están los indultos y otras medidas; al contrario, significa que todos los españoles somos los que pedimos perdón a aquellos que cometieron un delito, huyendo para no ser juzgados algunos de los que ahora sacan ‘pecho’.
Una de esas personas, el prófugo Carles Puigdemont, ha visto en el formato electoral español un verdadero chollo. Con tan solo un 2% de los diputados (siete sobre los 350 que forman el Congreso) es quien, porque así se lo han permito, decide si el presidente se queda o no.
Y lo dice sin escrúpulos. Tras aprobarse la amnistía, y el mismo día, su partido lanzó un vídeo en el que mostraba varias de las muchas veces en las que Pedro Sánchez y Salvador Illa aseguraban, con firmeza, que la amnistía no y nunca. Y la pregunta era retórica sobre el referéndum de independencia.
Chantaje sin límites
Lo peor es que se sabe que con los chantajistas, secuestradores, etc. no se puede ceder, porque si lo haces van a pedir cada vez más.
Se les ha dado absolutamente todo lo que pedían; es más, han elaborado ellos el texto de la amnistía. Siguiente paso: Puigdemont quiere gobernar en Cataluña y no le falta razón. Si ellos le han dado el gobierno a alguien que no ganó las elecciones, ¿por qué no les van a devolver ‘el favor’?
Situación ingobernable
El caso es que ni aun así se va a poder gobernar España. Ha quedado claro con la no aprobación de la ley abolicionista, posiblemente una de la más importantes en Igualdad del PSOE en esta legislatura, en la que PP y Sumar votaron en contra.
Y ha quedado claro en las que se han tenido que retirar o no presentar al saber que no iban a contar con el apoyo, como la fundamental en cualquier Gobierno: los Presupuestos Generales del Estado. O la ley del Suelo.
Es decir, tenemos al País paralizado, porque para hacer cambios se necesita poder aprobarlos, y hay una parte del propio Gobierno (Sumar) que desautoriza a la otra (PSOE) incluso acusándoles públicamente de falta de transparencia y de no facilitarles la información.
Luego pasa que en las acordadas deben obtener la mayoría en esas votaciones, y para ello se necesita que unos partidos independentistas, que no les interesa lo que ocurre en España, ‘vendan’ sus votos a buen precio. En cada ocasión.
Pelea en el barro
Pero no deja de ser también muy preocupante esa pelea en el barro. Insultos dentro del hemiciclo dando un espectáculo bochornoso que solo habíamos visto en otros países por la televisión, aquellos a los que considerábamos que con esa actitud les faltaba mucho para ser democráticos de verdad.
Ahora no se responde a nada, ni se justifican las acciones. Se lanzan eslóganes fáciles de repetir sin tener que analizar. Frases cortas y ‘gruesas’ que funciona siempre en el conjunto.
En las manifestaciones un señor con un megáfono dice tres palabras y todos las repiten sin pensar ni dudar. O en el fútbol cuando tres palabras las lanza alguien en modo de musiquilla y todo el estadio las grita; un ejemplo: “Paco vete ya, Paco vete ya, Paaaaco veeeete yaaaa” (la música ya la ponéis en vuestra cabeza).
El marketing es así, las palabras se dicen para que sean repetidas, no porque tengan argumentaciones serias detrás. Pero la política de alto nivel no debería ser marketing.