Entrevista > Blanca Carbonell / Profesora de flauta (Alcoy, 21-abril-1974)
Qué bonito debe ser que, a pocas horas de cumplir medio siglo de vida, lo celebres en uno de los momentos cumbre de tu trayectoria musical. Es un recuerdo que guardará para siempre Blanca Carbonell, directora del himno en las pasadas Fiestas de Moros y Cristianos de nuestra localidad.
“Estaba literalmente en una nube y, sin duda, fue el momento más emocionante de mi trayectoria”, remarca. Se muestra, asimismo, muy agradecida por el recibimiento, sobre todo “de mis antiguos compañeros de banda; fue como si no hubiera pasado el tiempo”.
Actualmente profesora de flauta del Conservatorio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) -ubicado en el propio monasterio-, determinante en su carrera fueron los diez años que pasó en Francia, “donde la cultura musical es muy superior a la nuestra, especialmente en un instrumento como la flauta”.
¿Cuáles fueron tus inicios musicales?
Empecé bien pronto, cuando mi madre me apuntó a los cinco años. Mi hermana Ana iba a clases de piano, quería imitarla, pero acabé dejándolo. Tiempo después mi madre me dijo de nuevo si quería apuntarme a una banda de música, siguiendo la tradición que hay en esta zona, y le dije que sí.
Me incorporé a la Nova, que estaba cerca de mi casa, y escogí la flauta travesera, que era el instrumento que deseaba tocar. Con el paso de los años fui también al conservatorio, donde acabé de formarme.
«Estuve diez años becada en Francia, que fueron determinantes en mi formación musical»
Pasaste después más de diez años en Francia.
De Alcoy me trasladé a València, primero, pero antes hice unas pruebas en Francia y fui becada por el gobierno galo. Estuve casi cuatro años en el Conservatorio de Versalles, que es una cucada, una casa preciosa anexa al palacio. Seguidamente hice unas pruebas en París y me quedé siete años más, en total desde 1992 a 2002.
¿Qué aprendiste del gusto galo por la música?
La forma de abordar, la seriedad, el respeto por la música, pues los maestros son dioses, y la competitividad. Es realmente impresionante cómo se cuida la cultura; me becaron para que después me llevara esos conocimientos, acumulando un bagaje enorme.
Entre mis referentes de entonces, sin duda, Patrick Gallois, con quien estudié; el concertista del momento, Jean-Pierre Rampal -una eminencia mundial-; y Emmanuel Pahud, a día de hoy solista de la Filarmónica de Berlín.
«Disfruté de esa experiencia y del reconocimiento de mi pueblo»
¿Tu siguiente destino fue Alcalá de Henares?
Sí, de la mano de Magdalena Martínez, en aquel momento la solista de la Orquesta de Barcelona, que dirigía un posgrado en la Universidad de Alcalá. El enlace fue el Teatro Real, donde hice una serie de pruebas, colaborando con la orquesta, y fue el punto de retorno a España, porque quizás me hubiera quedado en Francia.
Magdalena me ayudó muchísimo, porque desconocía por completo cómo funcionaban las oposiciones. Aprendí mucho de ella también en las clases; le tengo una enorme estima.
¿Cómo te comunicaron que ibas a dirigir el himno de las fiestas?
Me llamaron desde el ayuntamiento diciéndome que querían hablar conmigo; al principio pensé que se trataría de alguna multa anterior, como le sugerí a mi madre. Pero no era eso, y me quedé de piedra, asombrada; automáticamente contesté que sí, que era un auténtico honor. Este era mi año, en el que cumplo cincuenta.
«Hacía años que no tocaba en la banda y ¡el recibimiento de mis compañeros fue tan chulo!»
Con todas las miradas focalizadas en ti, ¿qué sensaciones tuviste?
De alegría, con una emoción desbordante, pero no nerviosa. Estaba en una nube, disfrutando de esa experiencia tan bonita, ese reconocimiento por parte de mi pueblo. Hacía, además, muchísimos años que no tocaba en la banda, y volver a ver a los músicos de mi época… ¡Fue como si no me hubiera ido nunca, con un recibimiento tan chulo!
¿Cuántos ensayos pudisteis hacer?
Con ellos solo un día. También es verdad que el himno lo he tocado cientos de veces, cada vez que salíamos en fiestas; incluso estando en Francia, venía a los días grandes de Alcoy y lo volvía a interpretar.
Pero una cosa es tocarlo y otra dirigirlo; me dieron la partitura y me lo estudié bien, porque me gusta que las cosas salgan de un modo excelente. En casa practicaba para saber en cada momento qué instrumento tocaba y los pasos a seguir.
¿Fue el momento culmen de tu carrera?
El más emocionante. Toco todas las semanas en el Auditorio Nacional, pero no se puede comparar a lo que viví en la plaza de España de mi localidad. Fue realmente indescriptible, algo que recordaré el resto de mis días.
También cómo me han hecho sentir todo el año, supercuidada, porque Alcoy tiene esa tradición, esa clase, ese saber hacer.