Entrevista > David Valero / Director de cine (San Vicente del Raspeig, 21-julio-1977)
David Valero es un cineasta que creció, como tantos otros, en los ochenta y noventa, perplejo del cine americano que llegaba a nuestras pantallas. Disfrutó muchísimo con ‘Los Goonies’ (1985), aunque el que realmente le marcó fue Quentin Tarantino. “Al principio, en mis cortos quería imitarle, tanto a él como a Sam Raimi”, confiesa.
Ahora, muchos años más tarde, consolidado como uno de los talentos cinematográficos de nuestra provincia, opta por confiar ciegamente tanto en los actores como en su equipo, pues en una producción “todos pueden colaborar” y en cualquier momento surge una escena sublime.
Presenta ahora en la Sala de Cineastas de Orihuela su corto ‘La historia interminable’ (2023) y nos relata, desde Madrid, algún apunte de su próxima película, ‘Enemigos’, que cuenta con un presupuesto mucho mayor y estará en las salas el próximo año.
«Lo que comenzó como un juego se fue convirtiendo en aquello que quería hacer: contar historias»
¿Cuáles fueron tus inicios en el cine?
Todo empezó como una necesidad de jugar, pues mis primeros cortos los rodé con apenas once o doce años. Lo que se inició como una afición -un modo de escapar de la realidad, con los amigos, primos o gente del barrio- se fue convirtiendo en una profesión. Pronto me di cuenta qué era lo que quería hacer: contar historias.
Mi primer trabajo semiprofesional fue ‘Niños que nunca existieron’ (2007). Hasta entonces eran cortos muy amateurs, debido a que no pude ir a una escuela de cine y todo lo aprendí por mí mismo.
¿Tu formación siguió siendo autodidacta?
Siempre lo ha sido. En el momento que quise estudiar cine no existía ‘Ciudad de la Luz’, en Alicante, y había que desplazarse a grandes ciudades, como Madrid o Barcelona, con un coste económico que no podía asumir.
¿Quiénes eran referentes entonces?
Sobre todo, Adán Aliaga, director también sanvicentero, algo mayor que yo. Veía asimismo mucho cine americano, como ‘Reservoir dogs’ (1992), y mis cortos iniciales -véase ‘Hombres sin ley’, en blanco y negro- eran un poco copias de lo que visionaba.
Hacía cortos de terror, basados en Sam Raimi y su ‘Posesión infernal’ (1981), que al principio era capaz de desarrollar un cine muy creativo con un escaso presupuesto.
«Intento crear siempre un buen ambiente en el rodaje y me encanta trabajar con la improvisación»
¿Qué tipo de director eres?
¡Qué buena pregunta! Nunca me lo había cuestionado. Pienso que soy muy cercano, que intento crear siempre un buen ambiente en el rodaje y me gusta trabajar con la improvisación. Es decir, no encorseto un guion y quiero que se haga tal cual, sino que ensayamos mucho, pero dándole al actor mucha libertad para trabajar.
¿La improvisación no te acerca más al error?
No, porque prefiero darle más naturalidad al guion. Me gusta asimismo escuchar mucho al equipo, dejar que aporten sus ideas y después decidir como director con qué me quedo y con qué no.
En el cine hay momentos majestuosos, que llamo píldoras mágicas. Puede ser una escena, muy bien ensayada, pero de repente se introduce un elemento y cambia, haciendo que sea sublime. Dentro de la preproducción -que debe estar muy bien preparada- es importante dejar ese hueco para que puedan aparecer esos instantes mágicos.
¿De qué va ‘La historia interminable’?
Es un corto de catorce minutos que transita entre la realidad y la ficción, esa delgada línea que les separa. Es donde mejor me desenvuelvo y puedo ‘jugar’ con el espectador. Cuento un día de verano, en el que tres mujeres de diferentes generaciones (abuela, hija y nieta) viven bajo el mismo techo.
Muestro cómo la protagonista, Teresa, de cincuenta años, convive con su madre y con su hija. Son tres generaciones de mujeres que residen bajo un mismo techo y detallan parte de su vida, la que están viviendo.
«En cine hay momentos majestuosos, que llamo píldoras mágicas, en los que surgen escenas sublimes»
¿El guion y la fotografía también son tuyos?
Sí, cuando son producciones de bajo presupuesto, sin ayudas externas, hago muchas funciones, como por ejemplo la fotografía con mi propio equipo, para que sea más realista e intimista. En otros trabajos más laboriosos, como ‘Scratch’ (2017) u ‘Orquesta los Bengalas’ (2020), sí dejo que la fotografía la dirija un profesional.
¿Cuánto tardaste en rodarlo?
Primero fui a conocer a la familia, la de Nicole Cerdà, compañera de vestuario. A raíz de estar con ellos creé la historia y después rodamos, en unas cuatro o cinco jornadas.
¿Notas que tu obra va evolucionando?
Lo que más cambia son los medios, porque mis películas siempre son muy emocionales. Pienso que el cine no debe hacer que el espectador huya de la realidad o sus problemas, sino que le permita conectar con sus emociones. Me agrada, en ese sentido, que haya drama, pero también mucha comedia. Esa es mi esencia.