El embarcadero de madera pereció: se lo tragó un temporal. Pero la Mareny Blau (Marisma Azul) aún conserva buena parte de su encanto. Ya no es lo que fue en otros tiempos, cuando empresarios conocedores del asunto y trabajadores de la Ford en Almussafes (Ribera Baixa), que arrancaba con el lanzamiento del Ford Fiesta (1976), encontraron aquí el ya entonces difícil binomio playa y tranquilidad.
Resulta algo peliagudo, en unas costas tan masificadas como las de la Comunitat Valenciana, dar con un trozo de litoral virgen, algo hoy imposible, pero sí al menos que se aleje algo del mundanal ruido. Entre una costa valenciana fundamentalmente playera, una alicantina septentrional escarpada y trufada de calas y un sur no menos playero, algo se puede estriar.
Disposición orográfica
Nuestras especificidades orográficas son herencia de que buena parte del litoral de las provincias de València y Alicante estuviesen antaño bajo el mar o en modo pantanoso, con inmensos golfos como el valenciano o el de Elche, el Sinus Ilicitanus. O que aquí, en la Comunitat Valenciana, confluyan las cordilleras Béticas (sobre todo la Prebética) y la Ibérica.
Esto consiguió que el norte alicantino posea una fachada marina acantilada. Pero en 470 kilómetros de litoral en toda la Comunitat Valenciana, 270 playeros, no dejan de darse oportunidades para remojarse o tostarse al sol de manera mucho más tranquila que, por ejemplo, en Benidorm (Marina Baixa) o San Juan-Muchavista (l’Alacantí), o la capitalina Malvarrosa y su extensión alboraiera (l’Horta Nord) de la Patacona.
Dar con un trozo de litoral virgen es hoy algo imposible
Tranquilidad y apartamentos
Volviendo a Mareny Blau, en realidad suecana (Ribera Baixa), sepamos que este pequeño paraíso tuvo arranque chaletero en los sesenta (como en San Juan-Muchavista, aunque aquí no ha masificado tanto), un tanto elitista (’el Montecarlo de Sueca’, la llamaban), hasta que comenzaron a crecerle apartamentos saludando directamente al Mediterráneo. Aun así, conserva ese aire despejado, quién sabe por cuánto tiempo.
No es el único ejemplo que podemos hallar por las costas de la provincia valenciana. Aún queda algo de tranquilidad, pese a la presión ‘apartamentística’, en la playa de Xeraco (La Safor). Tres kilómetros de longitud, más unos 80 metros de anchura de media, acompañan a la hora de elegirla como otro de esos paraísos reencontrados en los reinos de arena y salitre. Incluso cuenta con punto accesible para personas discapacitadas físicas.
Mareny Blau tuvo arranque chaletero, un tanto elitista, en los sesenta
Bosque mediterráneo
No podemos olvidarnos de El Saler, o sea, las costas de la pedanía valenciana lindante también con la Albufera (el municipio se encuentra en la restinga o franja arenosa que separa al humedal del mar). Flanqueada además por la dehesa o Devesa de El Saler, donde encontramos, junto a las preceptivas dunas, también un frondoso bosque mediterráneo.
Así, custodiados por pinos de Alepo o carrascos (‘Pinus halepensis’), pudiendo elegir dónde remojarnos entre 2.700 metros de playa, con una anchura media de 35 metros, pasamos a un entorno paisajístico distinto. Aclaremos que ninguno de los repasos provinciales es completo en absoluto, y no dejan de tener su lógico enfoque subjetivo. Al final va a resultar que el concepto de paraíso no es tan universal como en principio creíamos.
La Cala dels Testos es algo parecido a una playa virgen
El pueblo-calle
Quizá, antes de meternos a rebuscar calas, no esté de más echarle un vistazo a otra playa tal que como las anteriores, la de Les Marines en Dénia (Marina Alta), con más de tres kilómetros para perderte en un paraíso ribereño que, eso sí, no podríamos tampoco considerar como una playa virgen: tiene parada de autobús justo al lado. También el asunto se nos vuelve discutible con la siguiente visita, la playa de la cala de la Granadella.
Ubicada en el municipio de Xàbia (Marina Alta), las guías la señalan como lugar donde perderse. Desde estas páginas la visitamos buceando (‘Los senderos del Mediterráneo’, agosto de 2022), y ya lo avisábamos entonces: “en los derredores de la una tanto masificada cala Granadella (un pequeño pueblo-calle-pedanía que alimenta una muy visitada playa)”. Si se madruga (en verano, el acceso en automóvil está restringido), las aguas azul turquesa y los 160 metros de longitud continúan atrayendo.
Tiestos nudistas
Si en la costa valenciana y la dianense aún podemos perdernos, la realidad es que las miríadas de calas que broquelan la costa norte alicantina poco a poco han ido masificándose. Pero, como en las anteriores, todavía conservan ese toque, salvaje si se quiere, que las distingue de las llamémoslas súper playas. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la pequeña playa de la cala del Advocat (el abogado), en las tierras costeras de la interior Benissa (Marina Alta).
Pero antes, en Moraira, por fin tenemos algo lo más parecido a una playa virgen. La cala de los Tiestos (Cala dels Testos, que recogían las gotas de la homónima cueva). Retorno a la naturaleza en toda regla (es nudista), el problema es que ésta también se ha masificado, con un inconveniente adicional: para acceder a ella hay que escalar, ayudados por unas cuerdas. Los accidentes ocurridos nos patentizan algo: en nuestras costas, ya no hay secretos.