Entrevista > Jesús Perelló Fuster / Músico (Buñol, 26-febrero-1957)
Este 2024 está siendo un año inolvidable dentro de la larguísima carrera musical de Jesús Perelló Fuster. El próximo 14 de agosto Godelleta -pueblo de adopción- le rendirá un merecido homenaje, “porque es el momento de dar un paso al lado”, y será además pregonero de las fiestas municipales, “un honor”.
Posiblemente nacer en un municipio tan musical como Buñol le marcó -junto a las influencias procedentes de su tío Jesús-, aunque fue su extraordinario talento el que le llevó a dirigir, entre otras, las bandas de Alaquàs, Yátova, Moncada, San Antonio y, principalmente, en dos etapas, la de Godelleta.
Han sido numerosísimos los premios que ha logrado en los certámenes, siendo, de hecho, uno de los directores valencianos que ha asistido a más concursos, alrededor de cuarenta, “estaré entre los cinco primeros”. Guarda, además, un recuerdo muy bonito de los grandes conciertos, celebrados en París, Granada, Maastricht, Eindhoven…
¿Cuáles fueron tus primeros recuerdos musicales?
Provengo de Buñol, que alberga dos bandas muy importantes, posiblemente las de más prestigio de la Comunitat Valenciana junto con las de Llíria y Cullera. Mi tío, Jesús Fuster, fue músico amateur durante muchas décadas y me inicié, gracias a él, sobre todo en el oboe.
Con ocho años me apunté a la Sociedad Musical ‘La Artística’, llamada popularmente ‘Los Feos’; empecé a hacer solfeo y, poco después, a los once, me matriculé en el Conservatorio de València para realizar la carrera de oboe. Ya con dieciocho, recién finalizados los estudios, entré a formar parte de la Banda Municipal de València y, hasta ahora, cuarenta y ocho años.
¿Por qué decides estudiar en Rotterdam?
Quise ampliar mis estudios en los Países Bajos debido a que España no dispone -ahora tampoco- de la carrera de Dirección de Banda. Estuve tres años complicados, porque iba y venía todas las semanas, pues tenía permisos pero no podía dejar el trabajo.
«A los dieciocho años, finalizados los estudios, me incorporé a la Banda Municipal de València»
Has dirigido la banda de Godelleta en dos etapas.
Exacto, casi cuarenta años. La primera, entre 1975 y 1982, fue como una lotería porque pese a mi joven edad -no tenía ni siquiera carné de conducir- me gustaba dirigir, como ya hacía en la juvenil de Buñol. Lo dejé porque me ofertaron propuestas mayores, pero decidí volver en 1990, también porque de Godelleta es mi mujer, Josefina.
Esta segunda etapa, ya con 140 músicos, ha sido mucho más larga, prolongada hasta este año. Además, estos últimos meses han sido el colofón perfecto, porque en julio ganamos -ex aequo con la de Torrent- la prestigiosa sección de honor del Festival Internacional de València. Es un buen momento para dejarlo.
¿Cómo sacas lo mejor de cada músico?
Intento siempre animarle y, según su nivel, tratarlo. Debemos tener en cuenta que no son profesionales, sino aficionados, y cuando vienen a los ensayos es porque les agrada. Trato de exprimirles al máximo hasta donde pueden llegar, nunca dejándoles en mal lugar: el director de banda de pueblo debe ser psicólogo del músico, ser muy empático.
«El director de una banda de pueblo debe ser muy psicólogo, saber qué puede pedir a cada músico»
¿Qué sientes cuando estás sobre la tarima junto a tus pupilos?
Sobre todo, un cariño enorme a las personas que están allí, ‘aguantándome’ en cierta forma (ríe). También la satisfacción del trabajo bien hecho, recompensado por los aplausos el día del concierto y mucha alegría de ver la evolución de los chicos, pues muchos están estudiando en el conservatorio.
¿En algunos te ves reflejado?
Sí, aunque sabemos que la juventud ha cambiado mucho respecto a mi época. Mi pasión por la música me viene de muy joven, no sé si por los genes, y mis juguetes preferidos siempre eran los instrumentos musicales: un acordeón, una batería o un clarinete como regalo de Reyes.
La música ha sido mi vida: mi tío era oboísta, mi primo -su hijo, Jesús- es catedrático de oboe en el Conservatorio Superior de Música de València y mi hija, Reyes Perelló, es profesora del Conservatorio de Oliva con el mismo instrumento.
«Mi pasión por la música me viene de muy joven: mis regalos siempre eran un acordeón, una batería…»
El concierto benéfico del 1 de junio, ¿cómo fue?
Se celebró en el Palau de la Música de València, organizado por la Fundación Vicente Ferrer, y fue fantástico. Se llenó casi todo el auditorio y pudimos recaudar cerca de 8.000 euros para las zonas más desfavorecidas de Nepal y el norte de India. ¡Sin duda, repetiremos el año próximo!
¿Cuál es lo que te queda por hacer como músico?
Tengo la ilusión de hacer un grupo profesional y brindar algunos conciertos, sin grandes pretensiones económicas, pero con ganas de disfrutar de la música. Igualmente, exponer mis conocimientos en alguna máster class y, mientras pueda, seguir tocando en mi estimada banda de ‘Los Feos’.