Entrevista > Javier Cuasante / Policía Nacional jubilado (Madrid, 1-mayo-1959)
Tras más de cuatro décadas dedicado a la seguridad pública, Javier Cuasante López ya es un hombre jubilado. A lo largo de todo este tiempo ha pasado por diferentes cargos y estamentos de la Policía Nacional entre los cuales ha ejercido de comisario de Elche, comisario provincial de Alicante, jefe superior de la Comunitat Valenciana y finalmente de miembro del consejo asesor del director general.
Ahora ha tenido a bien concedernos la entrevista que queríamos hacerle desde hacía tiempo, pero para la que nos pidió aguardar hasta que cesara del ejercicio activo. Desde luego la espera ha merecido la pena, dado que nos encontramos ante todo un pozo de vivencias que no escurre hablar de asuntos tan peliagudos como el narcotráfico, la inmigración ilegal o el terrorismo.
«Antes cuando nacías en la España vaciada si no heredabas tierras solo podías ser sacerdote, militar o policía»
¿Por qué decidiste ser policía nacional?
Soy hijo, nieto y hermano de guardias civiles. Así que como te puedes imaginar en mi familia siempre teníamos la maleta en la puerta. Nací en Madrid porque mi padre estaba trasladado allí en ese momento, pero nosotros venimos de la España vaciada. En esa época se tenía muchos hijos y los mayores se quedaban la tierra. Así que el resto se hacían sacerdotes, militares, policías o inmigraban.
En 1979 ingresé por oposición en la academia general militar y aprobé para todo, así que podría haber elegido ser militar, guardia civil o policía nacional. Por aquel entonces te lo preguntaban y contestabas a viva voz (risas). Al final la Policía Nacional me atraía más, y además se estaba gestionando la primera promoción de oficiales.
¿Cuándo llegaste a Elche?
Tras terminar los cinco años del ciclo de formación para especializarme como teniente de la Policía Nacional, tuve de primer destino a Oviedo. Estando allí me salió la oportunidad de ir a las compañías móviles motorizadas de reserva general, que eran los antidisturbios de ahora, en Murcia.
Luego se disolvió esta unidad, y se unificó la Policía Nacional con el Cuerpo Superior de Policía. Aprobé una oposición para ser inspector jefe, y posteriormente también para comisario. Mi primer destino fue Lorca, hasta que el comisario de Elche se trasladó a Málaga. Me preguntaron a mí, y dio la casualidad de que yo estaba casado con una ilicitana (risas). Así que no dudé en decirles que sí. Asumí el cargo en el año 2000.
¿Qué tipo de delitos eran los más habituales en la Elche de los 2000?
Desde luego si lo comparas con la actualidad, no tenía nada que ver. Cuando yo me incorporé teníamos una plantilla de unos 170 funcionarios para la comisaria y el aeropuerto. Sin embargo ahora son más de 400.
Al llegar a Elche me encontré que la tasa de infracciones ya estaba en franco declive, gracias sobre todo al excelente trabajo que hicieron los anteriores comisarios Agustín Iglesias y Juan Carrión. Especialmente los delitos eran infracciones contra la propiedad y el patrimonio como hurtos, robos de vehículos o algún robo con intimidación y violencia.
«A veces la sensación ciudadana de seguridad o inseguridad puede ser engañosa»
En los catorce años que estuviste en Elche, ¿cómo fue evolucionando la delincuencia?
Todo ha cambiado mucho. En aquel momento no existían las nuevas tecnologías. Actualmente un gran porcentaje de las infracciones tienen que ver con las estafas informáticas y delitos telemáticos. Si yo viajara en el tiempo al 2000 para explicarles a mis compañeros de entonces lo que tenemos ahora, me mirarían alucinados.
De todas formas he de decir que algunos grandes profesionales de la Policía Nacional supieron tener esa prospectiva del futuro para anticiparse a lo que iba a venir. Recuerdo que algunos de la policía judicial ya me comentaban: “Jefe, esto va a ser un problema en el futuro”. Y efectivamente, tal cual lo fue.
Tu siguiente cargo fue como comisario provincial de Alicante y luego jefe superior de la Comunitat Valenciana. ¿Los delitos a perseguir son muy diferentes a nivel local, provincial y autonómico?
No, en realidad la comisaría local de Elche es muy potente hasta el punto de que nos llegaban más infracciones que en muchas provinciales tipo Guadalajara, Cuenca o Soria. Al final te encuentras siempre los mismos delitos. Más aún teniendo en cuenta de que estamos hablando de que la provincia de Alicante y la Comunidad Valenciana son territorios muy fuertes, desde el aspecto económico, turístico o social. Nada que ver con la España vaciada.
Aunque imagino que para algunos aspectos, como el narcotráfico, será más complejo trabajar en sitios como en Galicia o Andalucía que aquí, ¿no?
En realidad la delincuencia ahora mismo es muy itinerante. Los grupos organizados no se circunscriben a un sitio específico del territorio, sino que van moviéndose. Por ejemplo habrás leído a veces noticias como que “la Policía Nacional detiene a un grupo organizado que residía en Madrid y al mismo tiempo delinquía en Galicia y Cataluña”.
«Cuando la entrada de droga se mueve de sitio es que la acción policial está funcionando»
La verdad es que la lucha contra el narcotráfico parece eterna. ¿Crees que en los últimos años se está ganando o perdiendo?
Como bien dices esta lucha tiene sus altos y sus bajos. Nosotros tenemos unidades específicas dedicadas al narcotráfico, y las vías de penetración de droga en Europa van cambiando precisamente porque la presión policial así lo provoca. Si no hubiera acción contra estos grupos, seguirían entrando tan a gusto por los mismos sitios de siempre. Esto es un termómetro importante.
Otro tipo de mafia a la que estamos también bastante acostumbrados en el litoral es la de tráfico de personas, sobre todo con inmigrantes ilegales. La misma pregunta, ¿se está ganando o perdiendo esta batalla?
Aquí ocurren dos situaciones diferentes que requieren también actuaciones muy diferenciadas. Por un lado están estas personas que se lucran de aquellos que en un momento determinado quieren cambiar de país.
Y por otro lado los que llegan al territorio europeo, donde las medidas de acogida son muy abiertas. Ya no solo por parte de la policía, también colabora mucha gente para atender a estos inmigrantes que muchas veces llegan en una situación desesperada después de haber hecho unas travesías enormes. Normalmente además llegan sin nada de dinero porque han tenido que darlo todo a estas redes mafiosas.
Precisamente tú estabas de jefe superior de la Comunidad Valenciana cuando ocurrió aquel famoso caso del barco Aquarius.
Sí. Permanecí allí hasta que tuvimos la reseña del último pasajero. Esta gente venía en una situación muy precaria, y se les trató lo mejor que se pudo. Aquí actuó también la Guardia Civil, la Cruz Roja, la Generalitat, el Ayuntamiento de València y un montón de voluntarios que se desvivieron para que estas personas tuvieran una recepción lo más humana posible.
La organización de este mismo dispositivo lo trasladamos a otras administraciones para que vieran como lo habíamos hecho. Creo que fue ejemplar teniendo en cuenta que nos tocó prepararlo todo a uña de caballo mientras que el barco estaba ya llegando. Y no porque estuviera yo, sino por la colaboración de muchas personas como el secretario autonómico de emergencias, José Batalla, apoyando en lo que hiciera falta. De hecho yo aprendí muchísimo.
«Las policías europeas han mirado mucho a España para aprender a luchar contra el terrorismo»
Afortunadamente desde que ETA ya no existe, por esta zona no hemos vuelto a sufrir atentados terroristas. Sin embargo si se han producido algunas detenciones de yihadistas por aquí. ¿Existe cierta actividad yihadista a día de hoy por la Comunitat Valenciana?
El yihadismo viene aquí de la mano de estos desplazamientos que hablábamos, y entre ellos se cuela algún lobo solitario. Por supuesto no por ello debemos criminalizar a todas estas personas, son más bien circunstancias muy puntuales. También ocurre que ciertos residentes de aquí, en un momento dado, se radicalizan.
En la Policía Nacional hay grupos especializados en terrorismo que realizan los seguimientos correspondientes. Ningún país está a salvo de que en un momento determinado pueda ocurrir un atentado de este tipo. Y si no se ha conseguido evitar, lo importante es la reacción. He de decir que muchos países han copiado a España en esto, y hoy en día las policías europeas tienen una capacidad de reacción espectacular. Se tiene previsto todo lo que se puede presentar y la respuesta para su neutralización y detención.
Ahora que ya puedes hablar con toda libertad. ¿Qué tal va de recursos humanos y materiales la Policía Nacional? ¿Se necesitarían más medios?
En realidad, vamos muy bien. Ten en cuenta que yo vengo de la época en la que los medios eran muy escasos. Aún recuerdo a principios de los noventa que sabías que venía la Policía Nacional, pero no por las sirenas sino por el ruido que hacía el motor de los vehículos y el humo que echaban los tubos de escape.
Por aquel entonces lo policías nuestros de las reservas generales no llevaban chalecos antibalas, porque tenían una placa que pesaba veintitantos kilos. Por tanto ponerte aquello era casi no poder moverte.
¿Cómo se produjo esta evolución?
Afortunadamente se hicieron buenos estudios en cuanto a las necesidades de material. Por supuesto siempre puede darse un problema de que te falte algo en un punto determinado, pero ahora contamos con equipos de transmisiones por satélite, chalecos livianos, armas modernas, etc. Por otra parte el sistema de renting también le ha venido muy bien al cuerpo, porque cada cierto tiempo se cambian todos los coches. Además ahora las comisarias están inundadas de ordenadores.
Es muy importante la imagen que la Policía Nacional traslada al ciudadano para que vean cómo su dinero se emplea realmente en un servicio que les da seguridad. Ha sido una evolución progresiva y paralela a los medios, también lógica teniendo en cuenta como se ha ido modernizando el país.
«Ver morir a compañeros es lo que peor he llevado de este trabajo»
¿Dirías que España es hoy un país más seguro que cuando empezaste en los años ochenta y noventa?
Creo que estamos mucho mejor. También te digo que cada momento tiene su explicación, y es difícil comparar los ochenta con 2024. Antes mucho personal ingresaba directamente del servicio militar. Sin desmerecer a aquellos grandes profesionales, ahora para entrar en la Policía Nacional tienes que aprobar unas oposiciones durísimas.
En realidad muchas veces lo que marca la seguridad no es el número de infracciones, sino la sensación de inseguridad que tiene el ciudadano. En los noventa el terrorismo era una de las primeras preocupaciones de los españoles en el CIS, hicieras lo que hicieras. Sin embargo ahora no aparece la seguridad. A veces puede ocurrir varios homicidios en el casco urbano de Elche sin que se produzca una sensación general de peligro, y sin embargo con un caso que ocurra en el Camp d’Elx ya se disparan todas las alarmas.
Éstas son las cosas que analizamos desde la Policía Nacional, y por eso preferimos hablar de hechos que de sensaciones generales.
¿A qué te dedicas ahora desde que te has jubilado?
Siempre estoy en muchas historias al mismo tiempo. Por ejemplo sigo siendo miembro de la Fundación de Huérfanos de la Policía Nacional, donde echamos una mano a los hijos de policías que han fallecido en acto de servicio y que todavía no tienen edad para haberse emancipado.
En los últimos años he sido su representante oficial en la Administración. Ahora como ya me he jubilado he dejado ese cargo, pero sigo muy implicado. Este año hemos organizado un viaje para hacer el Camino de Santiago desde Finisterre.
¿Has perdido compañeros en acto de servicio?
Varios. Esto es lo peor que he llevado de este trabajo. Por ejemplo cuando estuve en València falleció el inspector Blas, gran funcionario de la policía judicial, en un hecho delictivo que se hizo bastante mediático con una maleta y un cuerpo. Hicieron las averiguaciones de manera correcta, pero se toparon con el asesino que era un psicópata y se lanzó sobre ellos. El compañero consiguió abatirlo, pero el inspector falleció por las heridas.
En cuanto lo supe me desplacé a verle, pero llegué en sus últimos momentos de vida. Era alguien a quien yo apreciaba mucho. Esto es algo que va en la profesión… aunque nunca lo asumes del todo.