Pilar Sánchez / Bailarina
La bailarina ilicitana Pilar Sánchez (Elche, 5-agosto-1946) continúa siendo un ejemplo de dedicación, talento y vitalidad. A lo largo de las décadas, y a sus cerca de 80 años, ha ido marcando una huella imborrable en la comunidad artística, no solo por su habilidad en el escenario, sino también por su inquebrantable espíritu y amor por la danza.
No solo ha sido testigo de la evolución de la danza en nuestra ciudad, además ha sido una fuerza impulsora en su desarrollo, inspirando y formando a generaciones de bailarinas y bailarines en su escuela, como Asun Noales entre otras, con su estilo único y su entrega incondicional.
Su presencia en el mundo del baile es una prueba irrefutable de que la edad es solo un número, y que la verdadera juventud reside en la pasión con la que se vive cada día.
En constante evolución
Creció bailando y con solo 12 años se trasladó a Barcelona para recibir sus primeras clases de danza clásica, español, historia del arte, francés y canto. A los 14 ya formaba parte de la compañía de balle del Liceo de Barcelona, y a los 18 había recorrido los principales escenarios de España y otros países.
Desde entonces no ha dejado de formarse. En el año 1973, y gracias al apoyo y la ayuda de sus padres, se marchó a Francia para recibir clases en las más prestigiosas escuelas, hasta convertirse en la primera española que obtiene el grado superior de Pedagogía de la Danza Clásica en la ‘Asociación francesa de maestros de danza clásica’.
Merecido homenaje
Hace unas semanas, y en el transcurso de su tradicional gala bianual de la danza, recibió por sorpresa un cálido homenaje en el que participaron algunas antiguas alumnas y compañeras procedentes de otras ciudades y países, que no dudaron en venir a mostrarle su admiración.
«En mi casa siempre se ha respirado el arte»
Sigues bailando y lo vas a seguir haciendo, ¿es la clave para seguir estando tan bien?
Sigo bailando, pero he tenido que frenar el ritmo al que he estado acostumbrada siempre, como es lógico. Afortunadamente cuento con mi hija Sonia y con Mariu Almira, María Tomas y Pedro del Rey que son magníficos bailarines.
He formado un grupo de danza para adultos, preparo las coreografías de las galas, ensayo con los alumnos, no sé si esa es la clave para seguir estando en forma, pero sigo bailando porque no concibo mi vida sin bailar.
¿De qué forma se cuida una bailarina, tú en este caso?
Nunca he sido muy estricta en ese sentido, y no he tenido que hacer sacrificios a la hora de comer, porque quizá el ejercicio permanente me ha permitido no tener problemas de peso. Sigo pesando lo mismo que hace cuarenta años: cincuenta kilos.
Lo que sí que hago es cuidar mi alimentación porque me gusta comer sano, y he sido vegetariana durante muchos años, pero como de todo. Me gusta mucho la fruta y desde hace años tomo algún aporte de vitamina, sobre todo la D para los huesos.
«De mi trabajo, para mí, todos los momentos son especiales»
¿Cómo ha evolucionado la danza en las últimas décadas?
Muchísimo, por eso tienes que estar en constante formación para poder estar al día si quieres ser un buen profesional. La técnica ha evolucionado mucho, y se trabaja de otra forma y con otro tipo de elasticidades, se tiene muy en cuenta el trabajo de musculación con pesas y otros elementos de fuerza.
Además se fusiona el clásico con el neoclásico, con el contemporáneo, incluso se fusiona el flamenco con el contemporáneo. Se sigue investigando para encontrar nuevos caminos para enriquecerse con todas las disciplinas.
¿También ha cambiado mucho la puesta en escena?
Claro, no solo en la forma de vestir en el escenario, también la escenografía suele ser muy vanguardista. Ahora se le da también mucha importancia a la iluminación porque es fundamental. Una mala iluminación se puede cargar un espectáculo.
Igualmente se apoya con proyecciones y todos los avances que la tecnología nos permite. Antes solo podías contar con algunos elementos decorativos en el escenario y punto.
«Yo no sé lo que es un permiso de maternidad, a los pocos días de parir ya estaba bailando»
¿Al hombre le sigue costando tanto bailar por el miedo a las etiquetas?
Cada vez menos, pero sí. La danza, sobre todo la clásica, tiene movimientos muy finos y elegantes, con una forma de vestir en el escenario muy característica, y mucha gente cree, por pura ignorancia, que los van a etiquetar y frenan su deseo de bailar.
¿Qué momentos especiales recuerdas?
De mi trabajo, para mí, todos los momentos son especiales. Recuerdo momentos maravillosos vividos en París, o las clases magistrales con bailarines de todo el mundo. Entre otros todos los viajes que he hecho con alumnas que han venido conmigo al extranjero. Los viajes siempre están llenos de anécdotas y vivencias que se quedan para siempre.
Especiales han sido también cada una de las galas y espectáculos que he montado a lo largo de tantos años, y tantos escenarios pisados que de cada uno de ellos guardo grandes recuerdos.
«Se sigue investigando para encontrar nuevos caminos y enriquecerse con todas las disciplinas»
¿Y a nivel personal?
Sobre todo el haber podido saborear todos los éxitos de mis hijos. Cuando voy a Madrid al tablao de mi hija Tacha, o cuando he acudido al estreno de espectáculos de mi hija Sonia, y lo mismo con todo lo que hacen mis cuatro hijos.
A nivel personal sentimental ya es otra cosa, ha sido bastante negativo la verdad. Pero bueno, luego me unió una gran amistad con mi marido después de separarnos y fuimos una gran familia hasta su muerte.
Creo que me he volcado siempre en mi trabajo y en mis hijos y eso hace difícil mantener una estabilidad sentimental. La vida pasa volando, y cuando me pongo a pensar en toda la gente que ha pasado por aquí y de todas las cosas que he hecho me canso solo de pensar.
Sois una familia de artistas por los cuatro costados. ¿Eso es por los genes o por haber crecido entre artistas?
Pues no lo sé, pero claro, mi marido, Antonio González, sabes que fundó la compañía de teatro La Caratula y el Festival de la Oralidad entre otros. Fue un gran actor, dramaturgo y director teatral, y en mi casa siempre se ha respirado el arte tanto por su parte como por la mía.
Mi hija Tacha ya te comentaba que es una gran bailarina y que dirige un tablao en Madrid. Mi hijo Héctor es compositor musical, y mi hija Sonia también es bailarina.
Y ahora está destacando en la danza mi nieto Pablo de Paz que tiene 15 años y que le auguro un gran futuro. Bueno, pero es que además también tengo sobrinos y otros familiares que son artistas. No sé si son los genes o el ambiente familiar, pero lo cierto es que ahí están y todos tienen un don. Lo llevan en la sangre.
«Quiero que me recuerden sobre todo como una buena persona»
Has sido siempre muy valiente y avanzada a tu tiempo, y cuando te fuiste a Paris ya tenías a tres de tus hijos. ¿Cómo lo viviste?
Pues separarme de mis hijos fue muy duro, pero tenía que hacerlo si quería seguir formándome y avanzar en mi trabajo. Afortunadamente tenía a mi hermana Manola que se ocupó maravillosamente de mis hijos el año que estuve en allí.
¿Valiente? Pues sí, porque no era fácil dadas las circunstancias, y más en aquella época. Entonces que una mujer casada y con hijos se fuera un año a estudiar y bailar a París era algo que la sociedad no entendía, pero me fui y mereció la pena.
Siempre me he sacrificado mucho por mi trabajo. Yo no sé lo que es un permiso maternal, me llevaba a mis hijos conmigo recién nacidos y les daba de mamar allí para seguir dando clases, y a los pocos días de parir ya estaba bailando.
¿Qué es lo que te gustaría que la gente dijera de ti?
Pues que he sido una buena persona con todo el mundo, eso es lo que más me gusta oír. Que soy una buena maestra y una buena bailarina también, pero sobre todo que me consideren una buena persona. Eso es lo que le queda a la gente de ti, el recuerdo como ser humano. Eso es lo que me enseñó mi familia.