Sentado en una de las muchas terrazas que se asoman al mar Mediterráneo desde el paseo marítimo de la playa de Levante de Benidorm, Vicente deja que los rayos del sol del mes de julio de la Costa Blanca le tuesten la piel como se la tuesta a todos los demás.
A Vicente, como a todos los demás, la leve brisa de este atardecer comienza a aliviarle el calor que ha pasado todo el día. Un calor que, como con todos los demás, ha hecho estragos en la garganta de Vicente, que clama por calmar la sed con una bebida fresquita. En cambio, lo único que no hace Vicente, como sí hacen los demás, es disfrutar de las preciosas vistas de la puesta de sol y levantar la mano para pedir al camarero uno de los novedosos combinados que aparecen en la carta del local.
Turismo autónomo
Lo primero no lo hace porque no puede hacerlo. Porque Vicente tiene una deficiencia visual que sólo le ha dejado un 11% de visión en un ojo, así que hay muchas cosas que no puede ver. Él, que es un cachondo, hace todo tipo de bromas cáusticas sobre el asunto.
De lo que ya no se ríe tanto es de lo segundo, de lo de no poder pedir o, a lo sumo, de tener que ceñirse a la caña o el refresco. Porque Vicente es ciego (o casi), pero es un sibarita y quiere poder degustar uno de esos combinados que oye, en las conversaciones de los demás, que están de muerte.
Así que cuando me siento a su lado lo primero que me dice Vicente es que le lea la carta. Que comparta con él ese listado de bebidas refrescantes por las que lleva un rato esperando y que le quiten el calor y la sed. Porque sí, la broma de que, aunque beba y coja el coche, ese es el menor de los peligros, está bien. Pero la de que un ciego no pueda acceder a la carta sin ayuda… esa no tiene ni pizca de gracia.
Son una decena de locales de la capital turística los que lideran una iniciativa que seguirá creciendo durante los próximos meses
Iniciativa pionera
El camarero del local en el que nos hemos sentado, solícito, pide disculpas y nos informa de que, si Vicente lo desea, dispone de cartas en braille. Y a este se le ilumina la cara. Y me dice que qué bien. Que qué maravilla. Que vaya lujo. Que Benidorm, una vez más, está a la vanguardia de algo tan importante como la accesibilidad. Porque ellos, los ciegos (como cualquier otro discapacitado, añade), también son turistas. Y también les gusta disfrutar. Y hacerlo, a ser posible, de forma autónoma.
Ahora, gracias a la iniciativa pionera de la Asociación de Restaurantes, Bares y Locales de Ocio de Benidorm (ABRECA) y la ONCE, eso es posible en la capital turística de la Costa Blanca; a la que, de entrada, se han sumado una decena de locales y se espera que lo hagan más durante las próximas semanas y meses: ofrecer cartas en braille.
La primera impresión de las cartas en braille tendrá un precio muy reducido y las copias posteriores serán gratuitas
Leer con los dedos
La cosa no va sólo de poder elegir entre un plato combinado u otro. Entre un arroz de carne o de pescado. La cosa va, como me dice Vicente ya apagada su sed, de que los ciegos, como todos los demás, también sufren alergias e intolerancias y, por lo tanto, necesitan tener acceso a la información sobre alérgenos como cualquier otra persona.
El asunto, en realidad, no podría ser más sencillo. Las cartas en braille prescinden de cualquier tipo de fotografía o imagen del producto que describen. En su lugar, para el común de los mortales, lo único que aparece en sus hojas en blanco son puntos y pequeñas rayitas que, para las yemas de los dedos de Vicente, son pura poesía. Porque ya se sabe, así es como él lee, con los dedos.
Esta iniciativa permitirá a las personas invidentes ser completamente autónomas en los locales hosteleros
Brecha digital
Desde el sector hostelero de Benidorm aseguran sentirse orgullosos de haber tomado, una vez más, la delantera en una iniciativa que no busca otra cosa que hacer de la ciudad un destino todavía más inclusivo. “Es un paso importante para poder garantizar que las personas con discapacidad visual puedan disfrutar de una experiencia gastronómica completa”, subraya Vicente.
Y sí, me dice, es cierto que gracias a los teléfonos inteligentes y las aplicaciones de realidad aumentada y, ahora, con ayuda de la Inteligencia Artificial (IA), la cosa se ha hecho mucho más fácil; pero eso no está al alcance de todos. Porque entre los ciegos, como entre los demás, también los hay que se adaptan muy bien a la tecnología y otros que no tanto. O sea, víctimas de la brecha digital.
Efecto contagio
Gracias a la colaboración iniciada entre Abreca y la ONCE, el coste de adaptar los menús a las personas invidentes es “muy reducido”, aseguran los responsables de la asociación hostelera. De hecho, sólo las primeras copias de esas cartas tendrán un coste para los locales. A partir de ahí, cuando haya que reponerlas, las copias serán gratuitas.
Y lo mejor de todo, dicen tanto desde la ONCE como desde Abreca, es que el asunto es sencillo. Imprimir en braille no tiene dificultad alguna y, por lo tanto, se espera que esta iniciativa benidormense se pueda ir contagiando poco a poco, no sólo al resto de locales de la ciudad y de la Marina Baixa, sino que, como ha ocurrido con tantas ideas nacidas en Benidorm, viaje al resto de grandes destinos del Mediterráneo.
Mientras eso sucede, el vaso de Vicente está vacío. “¿Quieres otra?”, le pregunto. “Lo veo perfecto”, me responde. Y se parte de la risa.