En muchas ocasiones vemos gatitos abandonados, moribundos incluso, y nos preguntamos quién es capaz de hacerlo y, sobre todo, por qué. Algunas respuestas nos las puede resolver Mili Corrales Pérez, presidenta de la Asociación Felina Dejando Huellas de Alfafar, entidad dedicada a “ayudar a los gatos callejeros, para que tengan unas mejores condiciones de salud”.
Se ocupan en varias colonias -distribuidas por el municipio- de su alimentación, de los cuidados veterinarios, esterilizaciones y de buscarles un hogar en el que ser felices. Junto a Mili colaboran un reducido grupo de voluntarias, “siempre con la intención de mejorar la peligrosa vida de estos animales”.
“Diariamente dedicamos unas horas a recorrer los diferentes puntos de la localidad, para proporcionarles nutrición y agua”, expresa. Asimismo, mantienen limpios los lugares de alimentación, rescatan a los enfermos para llevarlos al veterinario e intentan capturar a las gatas para esterilizarlas.
Búsqueda de un hogar
Seguidamente, desde la entidad buscan un hogar para todos aquellos que son dóciles, “con el objetivo de mejorarles la existencia”. Por desgracia, apunta Mili, las gatas adultas o los que tienen algún tipo de enfermedad lo tienen muy complicado para conseguir una familia que les quiera dar una oportunidad.
Ese tipo de situaciones “nos parte el alma, porque los gatos tienen mucho amor que ofrecernos”. Si te animas a ser casa de acogida, no te arrepentirás, señala uno de sus lemas, porque “son muchos los supervivientes que nos esperan cada día para obtener una palabra amable, una caricia, que saben que alguien se preocupa por ellos, a pesar de la lluvia, el frío, las trabas de unos o la indiferencia de otros.
Mili Corrales Pérez, alma mater de la entidad, vive por y para ellos, pues «son mi vida»
«El gato te elige»
Mili, natural de Toledo (1949), aunque en València desde pequeña, tiene claro que es “el gato el que te elige”, porque de modo natural son fieras salvajes. “Varios de ellos llevan tres años con nosotros y no los hemos podido tocar”, advierte, antes de exponer que se limitan a darles la medicación en la comida, sin acercarse.
La propia presidenta ha tenido que acudir en varias ocasiones al hospital, porque le habían mordido o arañado. Las gatas que son cariñosas están en la gatera -entrando y saliendo- y después las dan en adopción.
Los cachorros, por su parte, se pueden coger -la mayoría-, crecen en casas y a continuación se les pone el microchip, la vacuna de la rabia y pasaporte. Se cuelgan entonces imágenes en las redes sociales para ser adoptados, obteniendo de los nuevos amos un compromiso de que los esterilicen y envíen fotos de cómo evolucionan.
Las gatas adultas o los enfermos tienen muy complicado conseguir una familia de adopción
Se les abandona
“Las leyes que han aprobado para los animales están muy mal hechas”, sostiene nuestra protagonista, que agrega: “han obligado a poner el microchip, las vacunas y controlarlas, con el alto coste que eso supone”. Otra razón es si la gata se queda preñada.
Muchos no lo pueden o no lo quieren asumir y la consecuencia es el abandono. “Desde la ley hay muchos más gatos por las calles”, lamenta. La entidad tiene un convenio con el ayuntamiento, que les sufraga ciertos gastos, “pero el dinero se acaba y no hay más”.
Un microchip vale unos 50 euros, mientras la estilización de una gata puede llegar a los 250-300 euros, “porque los veterinarios son caros”. Por eso piden ayuda, una colaboración, “por pequeña que sea, que para un peludito puede significar la comida de un día”.
Muchas personas no pueden o no quieren asumir el coste de mantenerlos y los abandonan
¿De dónde les llegan?
Son infinidad las opciones de dónde les llegan los gatitos: de una fábrica, de un almacén… Alguien de la asociación se desplaza y los toman con la jaula-trampa, o con las manos si son pequeños. “En las colonias paren las que no podemos coger, pero en cuanto los gatitos tienen mes y medio sí los agarramos”.
También son muchos los que han visto morir, por los que no se puede hacer nada. “En mi casa -expone Mili- dispongo ahora de dos pequeños que han perdido un ojo cada uno, porque las madres no están en condiciones y no podemos ayudarlas, se ponen violentas”.
Su vida son los gatos
Finalmente, cuestionada sobre qué significan los gatos, la toledana no duda en afirmar que son su vida. “Comencé a tratarles con siete u ocho años y me he dedicado por completo a ellos”, confiesa. No puede irse de viaje, argumenta, sin saber quién les va a vigilar durante su ausencia.
Dice que alberga ahora a pocos gatos en su casa de pueblo, “pero he llegado a tener diecinueve”. Ahora son cinco, a todos les coge mucho cariño, les pone nombre y cuando mueren llora muchísimo. “Me llaman la loca o la vieja de los gatos, aunque no me importa”, concluye.