Entrevista > Elsa Martínez / Comunicadora (Madrid, 13-agosto-1967)
Es la revolución. No se calla nada, te advierte, pero deviene evocativa; acentúa muchas observaciones con un “¿te acuerdas?”, que te lleva a otros tiempos, de universitarios y posuniversitarios de todo color, donde Elsa Martínez ya era toda revolución. Fue concejal popular en el Ayuntamiento de Alicante y dirigió durante tres años la Ciudad de la Luz.
Continúa al frente de su empresa de comunicación Año Cero, del 2000, y presenta y dirige desde 2022 el programa ‘Tacones y asfalto’, para el Canal You!, de interés LGBTIQ+, creado en 2021.
¿Cómo surgió ‘Tacones y asfalto’?
Edito y dirijo este programa especial que ahora vamos a compartir también con ‘El Cierre Digital’. ¿Por qué me metí en esto? Siempre he tenido una relación bastante importante con los medios de comunicación. Llevo de columnista toda mi vida. Y luego con Año Cero, y antes como jefa de comunicación de diseñadores, de políticos, de campaña, de todo.
Y me dicen, ¿te lanzarías tú a montar un programa divertido, cultural, magazine, de ‘glamour’, ‘photocalls’, entrevistas? Pues sí. Siempre he tenido esa parte rebelde que conocéis todos, de Elsa ‘Dinamita’. No pienso cambiar. Y empiezo a hacer de mi propio becario. Un micrófono en mano y me lanzo a las alfombras, a los ministerios.
«Siempre he sido una ‘tía’ con carácter y no voy a cambiar»
¿Has tenido problemas con los políticos en el programa?
Nunca. Mira, mucha gente me pregunta, “y tú, después de haber bajado con unos tacones de infarto de un coche oficial no sé cuántas veces e ir a los ‘photocalls’ de medio mundo, a Milán, París, Nueva York, montar desfiles, ¿cómo te resulta ahora ponerte a pie de obra con un cámara, irte con una alcachofa recorriendo a treinta grados bajo cero o por encima de cero, alfombras, intemperies, entrevistando a ‘niños’ a veces de veintiuno, veintidós, veinte?”.
Para mí es un honor. Porque me han aceptado genial compañeros de ‘photocalls’ y compañeros periodistas. Tengo un compañerismo bestial y me lo paso pipa.
Ahora ‘del otro lado’…
Así es, son gente que antes me veía al otro lado, a la que yo he llamado para convocatorias nuestras, que sigo haciendo. Es como quitarte una camiseta y ponerte otra. Me quito una, un traje de chaqueta de venir de reuniones de comunicación, y me pongo la de reportera dicharachera. Ahora quiero ir al Congreso de los Diputados.
El programa va a seguir a tope, y le quiero dar una vuelta de tuerca y ser una especie de Inma del Moral. Me lo voy a pasar genial. Me parece un reto.
El caso es no parar.
¿Sabes qué veo en la gente? Que se asusta con los Rolling Stones. Nuestra generación de cincuenta y tantos somos verdaderamente una revolución con patas. No sé qué nos dieron en la marmita cuando nos educaron. Sobre todo los que venimos del periodismo, de historia, políticas, filología.
Los que nos dijeron en la carrera, el primer año, “pues no vas a trabajar jamás”. Y recuerdo que le repliqué a Oliver Narbona, y me echó de clase. Me tiró un cenicero y todo. Ceniceros, papeleras, borradores. Yo los esquivé siempre. Y los devolví.
«En ocasiones hay que dejar de creer en el mundo»
Recuerdo ese lado rebelde…
Éramos contestatarios. Nos atábamos a los postes de la facultad. Recuerdo cuando me até a la puerta del rectorado con Pablo Rosser, que entonces estaba conmigo en la Asociación de Alumnos. Y salió mi amigo Andrés Pedreño, que lo quiero muchísimo, a decirme: “¿os importaría desataros que tenemos que entrar a trabajar?”. Y le dijimos: va a ser que no, hasta que no nos firmes lo del Consejo de Alumnos no nos desatamos.
O cuando nos tumbamos como filetes de mortadela en la carretera, la de la facultad, ¿te acuerdas? La que subía a San Vicente. Nos pusimos allí todos los ‘locos’, los de la Asociación de Alumnos de la Facultad de Historia.
Aquello fue sonado.
Sí. Nos tumbamos todos por ahí y dijimos lo de ‘no nos vamos a mover de aquí’. Y tuvo que venir la Guardia Civil. Y en vez de echarnos al furgón, que era un coñazo, nos echaron al lado de la carretera, a la cuneta. Hacíamos locuras. Eso se ha perdido. Ahora no se ata nadie. Hacíamos huelgas de hambre y nos quedábamos a dormir con sacos en la facultad, y nos tenían que echar.
Siempre he sido una ‘tía’ con carácter y no voy a cambiar. Me he hecho más positiva en muchas cosas, pero absolutamente reivindicativa.
Entonces, ¿no has cambiado?
He subido escalas, más positiva. Cambié negatividad por positividad. Liberal en lo económico, progresista en lo social. Ya no me dedico a pelearme con nadie. Soy contributiva, constructiva. Quiero cosas que generen construcción. Como decía mi padre, “no mato gallinas para valientes”.
Porque un día me di la vuelta, ¿y sabes lo peor de eso cuando estás tirando del ariete y empujando la puerta para abrírsela a alguien, con resistencia física, con militancia? Que tú vas con el ariete y el carnero delante, como los romanos. Y un día te das la vuelta y dices, ¿cómo pesa el ariete, no? Porque tú estás empujando y los de atrás se han ido.
«No hay que evitar lo que esta última generación evita: el sacrificio»
¿No más banderas?
Enarbolo banderas mías, de la libertad, del colectivo LGBTIQ+, del que soy firme defensora y activista total. Para mí, el movimiento más revolucionario que existe ahora, ha sustituido a muchísimos otros hoy indefinidos e indefinibles. Y dentro de ese colectivo hay un lema que me parece lo más revolucionario: la libertad absoluta del género humano, ‘we are all humans’. Somos todos humanos.
No somos mujeres, no somos hombres, no somos de ninguna de las categorías que me quieran definir. Somos humanos.
¿Equidistante?
Bueno, yo creo que todo el mundo sabe lo que pienso; no votaría a Vox en mi vida, tampoco a Podemos. Nunca voy a militar en un extremismo, y en mi puñetera vida voy a ser coexistente con un fascismo de izquierda o de derecha; me da exactamente igual. Soy liberal, y como buena liberal quiero personas que militen y que coexistan en libertad con los demás.
Tienes una familia enormemente activa.
Como mi expareja, el padre de mi hijo, Toño: un tipo maravilloso, casado con una señora estupenda, Rebeca, con dos hermanos de mi hijo que considero como si fueran mis hijastros. Por desgracia se murió mi exsuegro, José Antonio Peral, gran escritor, Premio Carlos Arniches y grandísimo abogado.
Mi exsuegra, Lola, una mujer magnífica, la sigo queriendo muchísimo. Y mis excuñados, Nacho, Iván… Nacho Peral no puede ser un deportista más increíble.
«Muchos políticos se dedican a sembrar odios»
Tu padre está ahora en Madrid con vosotros, ¿no?
Sí, y es un señor al que admiro. Uno de los mejores especialistas en educación, corredactor de varias leyes de Educación. A mí me han definido como la hija de Arnaldo muchas veces, y un día vino él con un recorte para decirme que le habían definido como el padre de Elsa. Lo hizo Pepe Soto.
La relación con mi padre siempre ha sido maravillosa, polémica para mucha gente. Una relación postmoderna, contemporánea, retroalimentada, en la que yo no me he cortado en decir lo que pienso.
¿Cómo ve la situación actual en Educación?
Ahora está muy cansado, porque si no me estaría diciendo, “¿recuerdas Elsa? Cuando decíamos que estos barros darían unos lodos; pues son ahora”. Siempre dijo que permitir los libros con las falsedades documentales e históricas del nacionalismo exacerbado iban a conllevar los lodos. Los nacionalistas han sido verdaderamente inteligentes. Se han centrado en formar generaciones que se creen al pie de la letra una mentira.
Hay muchos políticos que se dedican a sembrar odios. Por ejemplo, la cuota positiva es buena. Pero de ahí a que el lenguaje de lo políticamente correcto se cargue las realidades de otra índole es absurdo.
Tus hermanos…
Arnaldo, que es periodista, aunque ahora se dedica a la administración pública. Un ‘tío’ formado, honesto, al que quiero mucho. Y que ha hecho muchas cosas a lo largo de la vida conmigo. Siempre hemos sido muy Pili y Mili. Está casado, con dos hijos divinos, mis sobrinos Diego y Alonso, un superdotado, alucinante. Y Diego, una eminencia de la física y la cuántica. Ahora estudia robótica.
Y su mujer, que ya sabes que tiene una escuela, una ‘tía’ estupenda, Lola. Y luego mi hermana Laura, que estuvo conmigo en Año Cero hace muchos años. También es abogada de oficio. Y le lleva la prensa a gente como Rubén Hernández.
«Hay que dejarse la inquisición en casa, ir a la tercera transición»
Por supuesto, tu marido, el empresario Curro Sanguino.
Mira, tengo un marido maravilloso. Pero a veces me cabreo porque es tan, tan buena persona. Tan buena gente. Tiene un alma tan pura que me saca de quicio. Tengo que decirle, “pero hombre, ¿no ves que hay gente muy chunga por el planeta?”. Es un hombre de negocios muy inteligente, pero con una bondad tan infinita que me recuerda a mi padre, y a mi hermano.
Mi madre, catedrática de francés, una ‘tía’ muy lista, las tenía de camión con mi padre por eso. Como las tengo a veces con mi marido. Pero chico, deja ya de creer en el mundo, a veces hay que dejar de creer en él.
Y tu hijo, que es actor.
Álex Peral, que ha terminado la carrera superior con Juan Carlos Corazza, la escuela más difícil. El gran Javier Bardem es su actor fetiche, y sigue siendo su ‘coach’; Corazza le prepara todos los papeles. Y mi hijo tuvo la suerte de que Corazza le permitiera entrar. No es que tú llegas, pagas y entras. Te tiene que permitir entrar.
Y se ha hecho la carrera entera. Lo ha sacado todo con supernota. También le prepara Corazza sus papeles. Él adora a Juan Carlos y ha hecho dos pelis con él. Ojalá todo el mundo se gaste el dinero en esa formación. No tiene sentido ser actor y no gastarte el dinero en formarte de verdad.
Reivindicas la formación.
Es que estoy harta del intrusismo profesional. Ya basta de ‘influencers’ actores, de ‘modelis’… Al final, los productores importantes españoles apuestan por actores con formación. Y hay que reivindicar la formación. No evitar lo que esta generación última evita: el sacrificio. Pasar por estudiar, leer, formarte. Sacrificarte porque eres pasional, activista de tu trabajo.
«Inculquemos a las nuevas generaciones decencia, cultura, empatía»
Un creador internacional
El padre de tu marido es el escultor Luis Sanguino.
Tengo la inmensa fortuna de ser la nuera de Luis Sanguino, el escultor vivo más importante de España. Estoy ahora planificando mi viaje para ir a Estados Unidos para empezar a documentar cosas; quiero hacer un libro sobre él, con sus esculturas en todo el mundo.
Pero en estos tiempos tan politizados arrastra, para muchos, lo del Valle de los Caídos.
Porque la gente se queda con eso. Y es una estupidez. Son preciosas las esculturas neogóticas de los monjes guerreros, pero las ganó por concurso. Se presentó porque tenía que comer. Su familia vivía en la máxima pobreza, destrozada tanto por nacionales como republicanos.
Cuando mi suegro tenía ocho o nueve años, su madre mandaba a sus hijos desde Cádiz a Madrid en un tren pulgoso de los cuarenta. Tiene noventa años ahora. Entonces iban con todas las esculturitas de belenes que mi suegro había creado en casa.
Fue importante para la Movida.
Descubrió a los Costus, Enrique Naya y Juanjo Carrero, su sobrino. Se fueron a Madrid, a la plazuela de San Javier, al estudio de mi suegro. Capi Arenas, el productor musical, el descubridor de Mecano, es ahijado de mi suegro. Por allí pasaba Alaska, Fanny McNamara, Alberto García-Alix, Ouka Leele, Tino Casal…
¿Y sabes que el busto de Pablo Iglesias que preside la entrada de Ferraz es de mi suegro? Se lo encargó uno de sus mejores amigos, Múgica. Y Txiki Benegas. Hay que separar la política del arte. No digo que no haya arte político, pero hay que dejarse la inquisición en casa, ir a la ‘tercera transición’ e inculcar a las nuevas generaciones lealtad, decencia, honradez, cultura, sensibilidad y empatía.