Desde uno de los puntos más elevados del casco urbano de Petrer, la ermita del Santísimo Cristo de la Sangre del Monte Calvario se levanta orgullosa haciendo una llamada a la tradición, al recogimiento, a la fe, a la cultura y a la religiosidad. Por sus centenarios muros han pasado generaciones enteras de vecinos unidos todos por un anhelo común: la devoción a la imagen del Cristo Crucificado, que desde hace tres siglos y medio preside el altar mayor.
Cualquier motivo es bueno para acercarse a esta coqueta ermita erigida en 1674, ya sea para contemplar desde su plazoleta de unas impresionantes vistas de todo el valle, o para disfrutar de un momento de calma e íntimo recogimiento elevando una plegaria a Jesús. Un lugar especial que nos invita a la paz y a la serenidad.
En su ermita fue entronizada la imagen del Cristo el 24 de agosto de 1674
Aniversario con historia
Aunque siempre es una visita más que recomendada, a partir de este mes de agosto la entrada a este lugar tan emblemático y cargado de simbolismo cobra aún más significación, porque se celebra el 350 aniversario de la entronización de la primitiva imagen del Santísimo Cristo de la Sangre del Monte Calvario en su ermita. Por este motivo, la Santa Sede le ha concedido un Año Jubilar, es decir, un año de gracia espiritual según la tradición cristiana.
Hasta el próximo 6 de julio de 2025 se van a organizar diferentes actividades que tuvieron su puesta de largo el pasado 7 de julio, con la apertura de la puerta de la ermita por el obispo de la diócesis, un acto en el que estuvo acompañado por una delegación compuesta por la alcaldesa y representantes de la corporación municipal, autoridades religiosas y un amplísimo número de ciudadanos que no quisieron perderse detalle de un evento histórico tan importante, no solo para los creyentes, sino para todo el pueblo de Petrer.
Durante el primer domingo de julio se celebran las fiestas en su honor
Primitiva construcción
Para encontrar los primeros ecos de la devoción a la imagen del Cristo del Monte Calvario, hay que remontarse en el tiempo al siglo XVII, concretamente al año 1674, cuando sobre un pequeño promontorio que había sobre el templo dedicado a San Bonifacio, se construyó una pequeña y sencilla ermita formada por una planta de una sola nave, que no tardaría mucho en hacerse una presencia familiar y un hueco en el corazón de todos los fieles.
Los ‘Gozos’ se estrenaron con motivo del segundo centenario
Una imagen para la devoción
Sin embargo, a esta recién levantada edificación le faltaba en su interior el tesoro más importante: una imagen sagrada que atrajera la devoción y la fe de los creyentes. Mosén Bonifacio García, a la sazón presbítero e hijo de Petrer, que vivía por esa época en la ciudad de Valencia, sería la persona que traería a nuestra población la preciada imagen que, según cuentan las crónicas, sería entronizada en su ermita el día 24 de agosto de 1674.
Aunque no se conoce con exactitud el autor de la primitiva imagen, es muy posible que fuera esculpida en València por un discípulo del prestigioso escultor jienense Juan Martínez Montañés (1568-1649).
La siguiente centuria traería episodios dignos de reseñar, tanto para la ermita como para la talla religiosa. A lo largo del siglo XVIII, se crearía la Mayordomía del Cristo, un grupo de hombres y mujeres que desde entonces se encargan de la custodia y el cuidado de todo cuanto tiene que ver con el templo y con la sagrada talla. Además, el culto y la devoción hacia el sagrado lugar iría en aumento con la celebración de misas, que hoy aún se siguen oficiando todos los viernes.
Ampliación del templo
Durante la segunda mitad del siglo llegarían las primeras reformas. Con leves modificaciones, se reedificaría y se establecería una estructura de planta de cruz latina con nave central, capillas laterales y una cúpula central en forma de media naranja que se ha mantenido hasta la actualidad. En 1774, con motivo del primer centenario, se realizarían obras de ampliación con tres capillas colaterales y una sacristía.
Cien años más tarde, el Santísimo Cristo llegaría a su segundo centenario en 1874, y durante ese tiempo se harían trabajos de mejora en los accesos al templo, y se construiría la tan característica explanada o plazoleta con sus escaleras de piedra de acceso al edificio.
Los ‘Gozos’ por primera vez
La ermita, con el correr de los años, se había convertido ya en un lugar emblemático de culto donde se celebraban actos religiosos y festivos en honor a Jesús crucificado, con procesiones y misas que despertaban un gran fervor popular. Durante este segundo centenario, además, se estrenarían los ‘Gozos’, unos versos dedicados al Cristo, obra del político y escritor Miguel Amat Maestre, que actualmente se siguen cantando con un silencio y un recogimiento impresionantes.
Durante los últimos años del siglo XIX, y quizá por la escasez y la precariedad económica que se vivía en Petrer, las fiestas sufrieron un parón y no se reanudarían hasta el año 1921. Determinante para su resurgimiento sería la labor del devoto Carmelo Poveda, quien junto al presbítero Conrado Poveda Maestre, animaban a los vecinos a colaborar con donativos.
Situación precaria
Debido a esas estrecheces monetarias, la ermita se encontraba en bastante mal estado y pedía a gritos una urgente restauración. También, su paisaje habitual había cambiado y otras construcciones se habían convertido en vecinas suyas. Detrás de ella, por ejemplo, se encontraba una cantera de donde se extraía piedra y arena, y por debajo de su plazoleta, hacia el costado izquierdo, había un vertedero. Además, el templo convivía también con el cuartel de la Guardia Civil, hoy desaparecido, que se encontraba junto a la casa de los ermitaños.
Así que, para recuperar todo el esplendor de antes, se hacía imprescindible la restauración del sagrado templo. Así, la nueva mayordomía acordó realizar las obras necesarias con las limosnas de los devotos y las aportaciones de las industrias, que consiguieron revitalizar el alicaído edificio. De este modo y tras varias décadas sin celebrarse, en 1921 regresaron con gran júbilo las emblemáticas fiestas en honor al Cristo.
Al inicio de la Guerra Civil la imagen primitiva fue destruida
Destrucción de la talla
La llegada de la Segunda República a España (1931-1936) se saldó en Petrer con la suspensión de los festejos durante los dos primeros años, hasta su regreso de nuevo en el periodo de 1934 y 1935, para desaparecer completamente durante la inminente Guerra Civil (1936-1939).
Tiempos de pesadilla para todos los españoles que fracturaron al país en dos, y que para la ermita supuso una pérdida irreparable cuando, durante los primeros compases de la contienda, un grupo de exaltados incontrolados asaltaron y destrozaron todo lo que encontraron a su paso, quemando sin piedad la antigua imagen del Cristo y haciéndola desaparecer para siempre.
Tan solo se salvaron de las llamas algunos trozos, que fueron recogidos y guardados por algunas familias de devotos estremecidos ante tanto horror. También, la campana que colgaba en la fachada desde el siglo XVIII fue descolgada y fundida sin ningún miramiento para hacer balas, que posteriormente serían enviadas al frente. Paradójicamente, un uso muy distinto al que había tenido originalmente.
La nueva talla data de los años cuarenta del siglo pasado
Nueva imagen
Terminada la guerra que había enfrentado con tanta inquina a españoles contra españoles, el templo presentaba un aspecto desolador. Quemado, sin su Cristo y muy dañado, se hacía más necesaria que nunca una reconstrucción. Aunque muy pocos estaban en disposición de hacer frente a los gastos, la aportación económica, probablemente, del alcalde Nicolás Andréu, costeó la reparación.
Aunque la ermita lucía renovada, faltaba la imagen que hasta unos pocos años antes habitaba en su interior y que se había perdido irreparablemente. Sin embargo, a veces, en momentos de máxima necesidad, emerge la solidaridad, y gracias a la vecina Elda, que cedió durante tres años una talla, pudieron celebrarse las fiestas.
Finalmente, el tan esperado momento llegó y en 1943 arribó a Petrer la deseada imagen procedente del círculo escultórico de José Mª Ponsoda Bravo (1882-1963). Donada por Juan Montesinos Andreu, fue bendecida solemnemente el día 3 de junio de 1943, festividad de la Ascensión.
Las celebraciones por el Año Jubilar finalizarán el 6 de julio de 2025
Tiempos modernos
Avanzaban los años y para intentar dejar de lado las penurias de la dura posguerra y recobrar en la medida de lo posible la más completa normalidad, la fiesta comenzaría a recuperar algunas de sus antiguas tradiciones.
En los años sesenta se empezó a echar la vista al tercer centenario (1974) y, como en anteriores aniversarios en los que se aprovechó para mejorar el templo, se realizaron diversas obras de mejora que lo dejaron a punto para tan importante celebración.
El cambio del milenio seguiría trayendo nuevos bríos al templo. El más destacado de todos es el que nos lleva hasta nuestros días con la apertura del Año Jubilar, una fecha histórica que vuelve a poner a la ermita en el foco de todas las miradas, y que la convierte, aún más si cabe, en una visita obligada para todo aquel que busque una puerta abierta a Dios frente a la serena imagen de Jesús crucificado.
Actos del Año Jubilar
Sábado 24 de agosto: Solemne eucaristía en la ermita con motivo del 350 aniversario de la entronización de la imagen del Cristo.
Sábado 28 y Domingo 29 de septiembre: Romería jubilar, con la Virgen del Remedio, a la parroquia La Santa Cruz.
Domingo 9 de marzo de 2025: Viacrucis jubilar a los cementerios.
Sábado 5 de abril de 2025: Concierto jubilar en la parroquia San Bartolomé Apóstol. Marchas de procesión, por la Unión Musical de Petrer.
Sábado 3 de mayo de 2025: Romería jubilar a la residencia de mayores La Molineta.
Domingo 15 de junio de 2025: Procesión jubilar con las imágenes del Santísimo Cristo, Virgen del Remedio y San Bonifacio Mártir.
Domingo 6 de julio de 2025: Cierre de la Puerta Santa jubilar. Solemne eucaristía en la ermita.