Los personajes literarios Sir Percy Blakeney y don Diego de la Vega, atildados, aparentemente conformistas, llevaban una doble vida: señoritingos, con su punto noble, seguidistas del poder de día, justicieros del pueblo de noche. Pimpinela Escarlata el uno, El Zorro el otro. Bueno, en la vida real también hubo puntos parecidos. Véase el caso del valenciano Javier Escribá de Scorcia y Berges (1930-1996), descendiente de aristócratas italianos y españoles.
Historiador especializado en genealogía y heráldica, además de en derecho nobiliario, iba para abogado, pero las musas del teatro, Talía y Melpómene, se lo arrebataron a Temis, aseguran que la personificación del derecho divino de la ley, y se nos convirtió en el reputado actor de teatro, cine y televisión Javier Escrivá, cambiándose una be por una uve, eso sí.
Cambiando letras
Sobre el asunto de transformarle una letra al apellido, hasta el punto de que en muchas referencias se usa el de su nombre artístico como el original, hay quien apunta que resultaba habitual en las gentes levantinas, cuando marchaban a Madrid, como hizo el actor, efectuar ese trueque para castellanizar el nombre. Pero en realidad la regla, históricamente, afectaba más bien al apellido Escribà, convertido de esta guisa en Escriba.
La otra teoría que circula por las referencias cabila que trató de facilitar su entrada en el cine (aunque ya usó el apellido Escrivá en el teatro), más cuando triunfaba el director, guionista y productor Vicente Escrivá (1913-1999), también valenciano. Aunque de hecho Javier no trabajó para Vicente más que en la miniserie ‘Requiem por Granada’ (1991) y en veintidós de los 31 episodios de la serie ‘Este es mi barrio’ (1996-1997).
Historiador especializado en genealogía, heráldica y derecho nobiliario
La gira iniciática
Detalle curioso: se trató, esta serie producida y codirigida por Vicente Escrivá, de la última aparición de Javier Escrivá en una pantalla. Pero no vayamos tan rápido. Volvamos a la València natal, cuando el futuro actor se decide a cambiar futuros juzgados por escenarios vocacionales. El caso es declamar. Ahí precisamente tenemos la teoría más plausible: un simple error de imprenta.
Ya se sabe aquello de que “en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable”, como dicen que dijo el fraile y filósofo Guillermo de Ockham (1285-1347). El caso es que el director y empresario escénico granadino José Tamayo (1920-2003) le ofrecía un pequeño papel en una gira teatral, y en uno de los carteles se cometía el error.
Triunfó tempranamente en televisión con ‘Visto para sentencia’ (1971)
Vocación temprana
En todo caso, lo anterior le hizo tomar más decisiones, aparte del nombre artístico: así, desarrollar en serio su pasión por el teatro, que, aunque compaginada por una extensa carrera en cine y en televisión (triunfó tempranamente como el fiscal Luque en la serie ‘Visto para sentencia’, 1971, dirigida por Alfredo Castellón, 1930-2017), fue su escenario principal y más querido.
Al cabo, la vocación había surgido bien pronto: de cuidado fraseo desde chiquillo, tanto declamando textos como en el habla coloquial, en el tú a tú diario, esto y sus orígenes aristocráticos posiblemente se juntaron para que el futuro Javier Escrivá decidiera elegir una profesión de labia. Pero lo de la escena, como decíamos, le pudo más. Tuvo más de un sinsabor en el séptimo arte, aunque debutaba en el medio a lo grande.
Por ‘Molokai’, el papa Juan XXIII le recibió en audiencia
Sonado debut
La hoy rescatada, por sus cualidades artísticas, ‘Molokai, la isla maldita’ (1959), ‘Molokai’ a efectos internacionales, donde Escrivá interpretaba el protagónico papel del padre Damián de Molokai (el misionero belga, dedicado a los leprosos, Jozef de Veuster, 1840-1889), fue una película que consiguió que incluso el mismísimo papa Juan XXIII (1881-1963) le recibiera en audiencia. Dirigida por el también valenciano Luis Lucia (1914-1984), cambió, eso sí, los originales cocoteros hawaianos por las palmeras datileras alicantinas.
En realidad, se habría estrenado en la pantalla grande con una comedia, ‘La rana verde’ (1957), del barcelonés Josep Maria Forn (1928-2021), pero esta no se proyectó hasta 1960. Así que pronto Escrivá quedó un tanto encasillado en papeles de santo. Eso le hizo dedicarse con más ahínco al teatro, aunque el cine no dejó de llamarle. Ni, como vimos, la televisión.
Asome hollywoodense
Se asomó a Hollywood, aparte de con la distribución de alguna de las cintas anteriores, en una producción de la Metro-Goldwyn-Mayer que constituye uno de los últimos clásicos firmados por el veteranísimo George Cukor (1899-1983), ‘Viajes con mi tía’ (‘Travels with My Aunt’, 1972). No obstante, el papel de seductor que aquí interpretaba parece que empañó su continuidad fílmica. Trabajó así en una retahíla de títulos no siempre los más felices artísticamente.
Esto le llevó a espaciar de nuevo su carrera cinematográfica y concentrarse una vez más en la teatral, que le proporcionó en general muchas más satisfacciones, integrado en compañías como la del Teatro Español, nacido el 21 de septiembre de 1583. ¿Habría podido abarcar más en cine, con las nuevas generaciones? Un 18 de julio en la N-VI Madrid-La Coruña, a la altura de Medina del Campo, un reventón de neumático nos dejó la duda como eterno interrogante.