El Hospital Universitari i Politècnic La Fe administra actualmente terapias innovadoras contra la dermatitis atópica para mejorar la calidad de vida de cerca de 300 pacientes. Se trata de nuevos fármacos biológicos y pequeñas moléculas que permiten un mejor control de la dermatitis atópica, una enfermedad inflamatoria de la piel que afecta a entre un 15 % y un 20 % de la población infantil y a entre un 1 % y un 3 % de adultos.
Estas terapias se administran en casos moderados y severos que pueden llegar a tener “un gran impacto en la salud y en la calidad de vida de las personas afectadas”, como explica la médica adjunta del Servicio de Dermatología del Hospital Universitari i Politècnic La Fe, Mercedes Rodríguez.
“Son tratamientos que han marcado un antes y un después en la vida de pacientes que estaban desesperanzados porque, gracias a ellos, se puede conseguir en muchos casos el control de la enfermedad”, añade la doctora Rodríguez, quien confía en que las expectativas terapéuticas sigan mejorando gracias a la investigación.
En la misma línea se expresa el gerente de La Fe, José Luis Poveda, para quien “en los últimos años, se ha avanzado en el conocimiento de la fisiopatología de la enfermedad y han aparecido nuevos fármacos biológicos que permiten un mejor control de la enfermedad, pero no la curación”.
Por su parte, el responsable del servicio de Dermatología de La Fe, Rafael Botella, ha añadido que el hospital participa en el Registro Español de Dermatitis Atópica, un estudio multicéntrico con pacientes de todas las edades para evaluar los tratamientos sistémicos y su impacto en la calidad de vida.
La Fe también colabora, a través del Instituto de Investigación IIS La Fe, en el proyecto SSAD, cuyo objetivo es identificar posibles biomarcadores y dianas terapéuticas para el diagnóstico y el tratamiento.
Más concienciación social
La dermatitis atópica es una de las enfermedades cutáneas más prevalentes, su origen es una desregulación del sistema inmunitario y una disfunción de la barrera cutánea a la que se unen factores genéticos y ambientales. Sus manifestaciones clínicas son la xerosis o sequedad, el eccema y el prurito, siendo este último el síntoma principal de la patología. La localización y la extensión de las lesiones varía según la edad.
“No debemos pensar que es solo una enfermedad de la infancia, y tampoco en que es una patología banal. En ocasiones, tenemos cuadros extensos muy severos con un gran impacto en la calidad de vida”, advierte Mercedes Rodríguez.
De hecho, la dermatitis atópica puede acompañarse de asma, rinitis, conjuntivitis alérgica o esofagitis eosinofilica, una inflamación que puede causar dificultad para tragar, dolor torácico o ardor en el pecho.
En los casos más severos, la patología puede llegar a tener un gran impacto sobre la salud física y mental de la persona afectada y provocar aislamiento social, cuadros depresivos, ansiedad, trastornos del sueño o baja autoestima, así como impactar en la sexualidad o en la vida laboral. En esta última esfera, puede llegar a condicionar la elección del tipo de trabajo, aumentar el absentismo o derivar en discriminación.
La enfermedad no solo repercute en el paciente. En el caso de los menores, también afecta a la familia que, según estimaciones, invierte unos 63 minutos al día en la limpieza de la piel, la aplicación de cremas tópicas y las visitas al médico.
En cuanto a la repercusión económica, los costes derivados de los tratamientos farmacológicos, asumidos por el sistema público de salud, se suman a la perdida de horas de trabajo y escuela.