Entrevista > Ruth Sanz / Traductora e intérprete (Elda, 17-octubre-1979)
Ruth Sanz ha vivido casi la mitad de su vida en Alemania, concretamente en la bonita Múnich, “donde aprendí muchísimo”. No en vano, se formó como mujer y persona en Baviera, algo de lo que está profundamente orgullosa. “Cuando llegué entendía el idioma, pero a la hora de hablar me costaba algo más, mezclaba inglés y alemán”, recuerda.
Nos contará cómo es la vida en el país germano, las dificultades que tuvo que pasar, “muchísimas, pese a que volvería a repetir la experiencia”, y las principales singularidades, sobre todo en la forma de ser y comportarse. “Entre mis mejores recuerdos, los años que pude hacer teatro con un grupo de hispanohablantes”, dice sonriente.
“Pero también superé momentos muy malos”, especialmente a causa de una lesión en el tobillo que se agravó -motivo principal de su regreso a Elda- y el bullying recibido por parte de sus últimos caseros. Todo ello ahora lo rememora en el podcast ‘Hallo Bretzel’, que sirve de guía o brújula para españoles y latinos que van a pasar un tiempo en Alemania.
¿Siempre has tenido un espíritu viajero?
Sí, por eso posiblemente estudié Traducción e Interpretación de inglés, escogiendo alemán como segunda lengua y árabe como tercera. Pasé además medio curso de Erasmus en Irlanda del Norte y otro medio en Múnich, donde acabé quedándome.
«En Múnich vi muchas opciones profesionales; me gustaba la ciudad y su calidad de vida»
¿Por qué exactamente?
Veía muchas posibilidades profesionales, me agradó muchísimo la ciudad y la calidad de vida, lo bien que funcionaba todo. Decidí regresar, ahora como estudiante universitaria -con numerosas ventajas-, aunque tuve que pasar medio año en Alicante para acabar las asignaturas que me faltaban.
Mi familia hizo todo lo posible para que no me marchara, porque en aquella época -acababa de entrar el euro, era febrero de 2002- irse a Alemania no era habitual.
¿Cómo era estudiar allí?
Las clases universitarias eran extremadamente aburridas, porque ellos no se abren. Necesitan conectar y si no lo hacen… No es como nosotros, que hay una actividad y te quedas charlando, de cómo ha ido. ¡La hacen y se van! Con todo: en el deporte, los estudios y el trabajo.
Hice un posgrado de países de habla inglesa, más en mi salsa, al tratar con españoles o alemanes que les agradaban los temas internacionales.
«Los campos de concentración se transformaron en museos para mostrar lo que allí sucedió»
¿España y Alemania se pueden comparar?
Son dos mundos totalmente distintos. Lo que tiene uno, no lo posee el otro y viceversa. Por aquello que dicen que son cuadrados, está todo muy bien organizado: cada persona en el trabajo sabe qué hacer y se dedica en exclusiva a esa área.
Me agrada mucho el tema ecológico, lleno de carriles bici, y el cuidado por el medio ambiente, ¡sin nadie tirando papeles por la calle! Asimismo, a los vagabundos los recogen y los llevan a zonas mejor acondicionadas.
En cuanto a precios, a mi llegada la vivienda era accesible, mientras que en la actualidad es imposible y se paga muchísimo en luz e impuestos. La comida sí tiene un coste similar al de España, o incluso más económico.
¿A los españoles nos ven como ciudadanos de segunda?
Por mis calificaciones pude establecerme en el puesto que quería; aprendí mucho, de todo, pero notaba que nunca me daban las gracias, cuando no paraba de trabajar. Aprendí después, también hablando con compañeros, que te valoran según dónde estés.
En mi empresa había mucho bávaro y alemán, y la forma de comportarse, de hablar y de ser entre sí es muy distinta. En Baviera son algo orgullosos, también porque es una de las zonas más ricas del país. ¡Son los pijos de Alemania!
«Son algo orgullosos y pijos los bávaros, pues se trata de una de las zonas más ricas del país»
¿En Alemania se habla de las Guerras Mundiales?
Muchos de los comportamientos que tienen son por traumas del pasado; lo he comprobado con otras nacionalidades. Todavía está ahí dentro, aunque tienen muy claro que no quieren que se repita. Por eso los campos de concentración se hicieron museos, para mostrar exactamente lo que sucedió.
Estuve en el de Dachau, a las afueras de Múnich, y pensé “ojalá no hubiera venido”, porque salí descompuesta. El nombre de Hitler no se puede decir, es como tabú, nadie se llama Adolf desde hace décadas. No les gusta hablar del tema.
¿Qué es ‘Hallo Bretzel’?
Regresé a casa en 2019 y este año quise elaborar una ayuda, una especie de guía o brújula, para aquellas personas españolas o hispanohablantes que se van a vivir a Alemania. Llevo cinco capítulos, con entrevistas y detalles de lo vivido en tierras bávaras.
También intento informarme de la actualidad del país y toco temas como bloquearte menos cuando hablas alemán o la gastronomía.