Artículo de opinión de Francisco Perales
Este fin de semana ha sido largo, largo como solo los españoles sabemos alargar las fiestas.
El 9 de octubre se concatenó con un sábado seguido, como suele suceder, por un domingo.
Y claro, aunque la oferta cultural de la ciudad de valencia es variada y abundante, hasta el ocio tiene un límite.
Entre las muchas opciones que ofrecía la agenda, me dispuse a disfrutar de un festival internacional muy publicitado y apadrinado por nombres solventes.
Intermagia, creado por el mundialmente conocido (dentro del mundillo de los ilusionistas) Luis Carias; un festival con solera, cosecha del 2005; un evento que pasó por Guatemala, Belice, México, Honduras, Brasil… y puede que algún lugar más que me dejo en el tintero, y que recala ahora en España.
La flamante sociedad española de ilusionismo (SEI), la dirección del mejor mentalista del mundo Javier Botía y artistas de la talla de Sir Edwar King, el campeón sudamericano argentino Gino Táranto, otros de Portugal, Francia y magos locales reunidos sobre las tablas del espacio teatral Artea espai. Todo pintaba bien, hasta que descubrí en el cartel que la escuela nacional de circo cubana también decía presente.
No me malinterpreten, pero con semejantes titanes en escena, ¿qué podía hacer la magia de un aislado rincón del planeta con más carencias que virtudes?
Sin duda, la isla caribeña ha sido cuna de artistas y talentos culturales que han dado al mundo grandes aportes. Pero hablamos de glorias pasadas. Poco se sabe de algún nombre que despunte a día de hoy de la maltrecha cantera cubana.
Con poca expectativa me dispuse a disfrutar del espectáculo, que se anunciaba jueves, pasó a domingo y terminó en viernes. Por algún motivo que se me escapa se fue reprogramando, sin mediar explicación.
Se dio la función, y la magia se hizo.
Las actuaciones de un pase de oro de Got Talent como es Alex Ruiz, la presentación de Alfredo Blasco con unos golpes de comedia de primer nivel y el apadrinamiento de Sir Edwar King, podían ser contraproducentes -uno viene con expectativa baja y estos entrantes suben el listón-, esa era mi impresión.
Los chicos de la escuela de circo cubana salieron a escena con una rutina de manipulación sorprendente, el público se volcó en palmas; luego, varios número clásicos, cosas poco novedosas como rutinas de aros, mesas que levitan, bolas que se multiplican… nada nuevo bajo el sol.
Por último, una predicción que llenó la escena con una pancarta que cubría todo el frontal, buen efecto, técnica irreprochable, espectáculo sencillo.
Pasé a saludar al camerino terminada la función y se les veía felices, al público emocionado (seguramente muchos paisanos y algunos entusiastas), pero pude ver sobre la mesa algo del material utilizado: ¡las pelotas que aparecieron eran de ping pong, pintadas a mano; los aros de alambre, los discos poco más que cartón…!
Imaginé intentar hacer magia con las carencias de una isla que no tiene de nada y me vino a la mente la máxima del ilusionista: nada por aquí, nada por allá.
¡Bravo chicos! Hacer magia no es fácil, hacerla sin nada, es magia.
Y todo en Intermagia, que se celebró del 8 al 13 de octubre en Artea espai.