Mirándolas bien, o mal, según, la cinta española ‘Zampo y yo’ (1966, ‘Zampo and me’, a efectos internacionales) y la estadounidense ‘Tú a Boston y yo a California’ (‘The Parent Trap’, 1961) quedaban lastradas por lo mismo: guiones (en los que participaron sus respectivos realizadores) ñoños, vergonzantes. Sin embargo, ambas han sobrevivido por prácticamente idénticas virtudes.
Impecables y hasta imaginativas puestas en escena, sólidas narrativas y excelentes direcciones actorales. Sello incontestable de dos hoy reivindicados cineastas: respectivamente, el valenciano Luis Lucia (1914-1984), con 41 largometrajes en su haber, y el norteamericano David Swift (1919-2001), de Minneapolis (Minnesota), director de veintitrés largos. A Swift le respaldaba la industria hollywoodense, pero el español tuvo que bregar en una cinematografía bastante endogámica, cerrada al exterior y económicamente paupérrima.
Proyección internacional
Con todo, películas como la comentada o ‘Molokai, la isla maldita’ (1959), sobre la vida del padre Damián de Molokai (el misionero belga Jozef de Veuster, 1840-1889), gozaron de proyección internacional, además de que en muchas cintas de Lucia, por mor de los intercambios comerciales y maniobras aperturistas, se dio la deseada distribución a cargo de diversas firmas de Hollywood.
Esto benefició a las productoras, y a nuestras geopolíticas en zapatillas, pero Lucia, en verdad, rodó prácticamente siempre en casa. Si hasta los cocoteros hawaianos de ‘Molokai’ (su título internacional) fueron palmeras datileras alicantinas. No despreciaba la huella del cine estadounidense (quizá por eso resultó fácil distribuirlo de puertas afuera), pero, al igual que Swift, fue ante todo hábil artesano con, eso sí, afortunados pellizcos autorales en su puesta en escena.
Familia de postín
Luis Lucia Mingarro procedía de familia de postín. Su padre, el político castellonense tradicionalista, más tarde demócrata cristiano, Luis Lucia Lucia (1888-1943), también abogado y periodista, había sido el fundador de la Derecha Regional Valenciana (DRV), creada en 1930 y diluida al comenzar la guerra civil (1936-1939). Ocurría que el político, teóricamente afín al bando levantado en armas, era republicano; de derechas, pero republicano.
Condenado inicialmente a muerte, salvó la vida, renunció a muchos cargos y labores, pero siguió conservando amistades (que le ayudaron), como la familia Casanova. Esta, en concreto, había comprado activos del grupo empresarial de la familia Trénor, de origen irlandés e impulsora, entre otras, de la Exposición Regional de València de 1909, donde se gestó el himno de la hoy Comunitat Valenciana.
Tuvo que bregar en una cinematografía económicamente paupérrima
Carrera en Cifesa
Una de las adquisiciones era la Compañía Industrial de Film Español, SA, o sea, Cifesa (1932-1961), “la antorcha de los éxitos”, empresa diseñada para funcionar al estilo hollywoodense, como productora, financiadora-distribuidora de los films de otros productores e importadora de productos foráneos. Aún no había comenzado, de hecho, a funcionar del todo (solo como distribuidora). Arrancaría definitivamente en 1934, ya bajo la administración de los Casanova.
Así, muchas de las gentes del cine procedentes, en la época, de la hoy Comunitat Valenciana comenzaban sus carreras en Cifesa, con central en València, pero con unidades de rodaje, también, en Madrid y Barcelona. Vicente Casanova Giner (1909-1995), uno de los gerifaltes de la empresa, tendría mucho que ver en ello. Es más, Vicente Casanova y Luis Lucia padre eran amigos, y por ahí entraba en la profesión Lucia hijo.
Su padre, político de derechas pero republicano, fue condenado a muerte
Abogado y caricaturista
Doctorado en abogacía, como su padre, en Madrid, lo del arte le podía a Luis Lucia. Mientras trabajaba en el bufete paterno, colaboraba también como caricaturista en diversas publicaciones valencianas. Casanova lo contrataba y Lucia acabó sumergiéndose en el mundo del celuloide, llegando a productor ejecutivo, guionista y finalmente director, con una cinta de espías, entre el melodrama y el intento, fallido, de dotarla de apuntes cómicos.
‘El 13-13’ mostraba un romance entre espías, con un guion un tanto mediocre (el talón de Aquiles de Lucia como cineasta), y una puesta en escena prometedora, que se sobreponía a un libreto en exceso recitante. Con el tiempo, si bien no se quitó la espina argumental, sí que fue puliendo la puesta en escena y la narrativa. Y encima, algo del agrado de sus productores, fue un realizador que se ajustaba a presupuesto y fechas de rodaje.
Sin destape
No hizo nunca esa gran película que lo catapultase al parnaso directorial (salvo si exceptuamos algún título, como la cada vez más reivindicada ‘Molokai’), pero logró una filmografía digna. Y algunos de sus largos, como ‘Zampo y yo’, con la amistad entre una niña (la debutante Ana Belén) y un payaso (Fernando Rey, 1917-1994), pese a ser un fracaso en taquilla en su día, iban a ganar con el tiempo la siempre ambigua etiqueta de ‘film de culto’.
El ‘cine de destape’ (así lo bautizó el periodista Àngel Casas, 1946-2022) arribaba durante la agonía del franquismo (1936-1975), marcando el fin de la carrera fílmica de Lucia. No quiso participar de aquel cine “del reprimido celtibérico” (como le contaba al cineasta y crítico Antonio Castro en ‘El cine español en el banquillo’, 1974), quien rodara cintas como ‘Currito de la Cruz’ (1949) o ‘Tómbola’ (1962). En 1972 ponía fin a su filmografía.