Entrevista > Manuel Fernando Rodríguez / Asesor gastronómico y empresario (Orihuela, 10-junio-1976)
Manuel Fernando Rodríguez es una persona creativa a quien le gusta innovar y explorar nuevos terrenos donde iniciarse, pues no pone límites en lo profesional. Actualmente reside entre Alicante y La Manga, aunque no olvida sus raíces oriolanas. Hemos hablado con él para conocer un poco más sobre sus proyectos.
¿Suele venir a Orihuela?
Menos de lo que me gustaría, pero sí. Cuando voy visito mi pueblito, el Raiguero de Bonanza, donde pasé mi niñez junto a las dos personas que más quería: mi abuela materna y mi madrina.
Siempre vuelvo cargado de tetas de monja, pasteles de carne, y algunas conservas que no son fáciles de conseguir en otros sitios.
Como asesor gastronómico, ¿cuál cree que es, hoy en día, el principal problema de los restaurantes que fracasan?
Hay quien se enamora de su idea y piensa que al resto le va a gustar, pero no es así. Es un error no calcular los gastos fijos, lanzarse sin disponer de una reserva económica de maniobra hasta obtener resultados, no aprovechar debidamente los productos; puede serlo también no formar bien al personal. En definitiva, no hacer un proyecto empresarial adecuado.
«Es primordial hacer un proyecto empresarial antes de abrir un restaurante»
¿De qué forma podría ayudarles?
Lo que habitualmente realizo son proyectos integrales, ya sea desde el concepto de negocio, diseño, cocina, equipamiento, carta, proveedores, empleados… O, cuando es necesario, una reestructuración del mismo porque no funciona.
Esto último es lo más común y resulta complejo porque intervienen dos factores importantes: el humano, donde el empresario ya no sabe qué hacer para obtener beneficios; y el económico, que habitualmente es crítico.
¿Puede contarnos algún ejemplo en el que haya intervenido?
Era una heladería, con una excelente ubicación, una terraza única y un gran local. Reestructuré el negocio entero: desde la cocina que no existía, instalaciones, imagen nueva, negociación con proveedores, interiorismo, mobiliario, concepto gastronómico, formación al equipo… Hasta les negocié un crédito con su entidad bancaria, que se negaba a concedérselo.
Hablé con su asesoría y conseguí que, en un año, con las subvenciones que existían en aquel momento, tanto la inversión completa como el coste anual del personal les saliese gratis.
«Mi libro solidario está basado en una historia real»
¿Hace un seguimiento de los restaurantes en los que trabaja?
Lo hago siempre. Emito un informe tanto a favor como con aspectos en contra y trato de que se corrijan. Un caso exitoso es, por ejemplo, un bar típico que solo sirve huevos fritos con un vinagre que se produce en ese pueblo, pimentón y pan. ¡Un buen pan! A veces no es necesario mucho más.
Los tiempos cambian y todo cambia con él. Hoy puedes estar arriba y mañana quién sabe. Se trata de adaptarse y adelantarse, sobre todo que los conceptos de restaurante no sean una moda; que sean escalables y únicos.
Si tuviera que darle solo tres consejos a un emprendedor que sueña con montar un restaurante, ¿cuáles serían?
Primero: el proyecto empresarial. Insisto, se confunde con el del arquitecto, la reforma o el legal sobre la obra y las instalaciones, pero nada que ver. En ese proyecto está todo su negocio: concepto e imagen, gastronomía, productos, empleados, publicidad, legalidad, costes, márgenes de ganancias…
Segundo: cuida igual a tus empleados que a tus clientes. Son ellos quienes ofrecen todo lo que tú les enseñes y hacen que funcione. Un empleado bien pagado y feliz es un negocio con beneficios. La felicidad se contagia en el ambiente, te lo aseguro.
Por último, les diría que sean únicos y buenas personas. Único en cuanto al negocio, que no copien; y que una mala persona nunca puede ser un buen profesional ni un buen empresario.
«Una mala persona nunca podrá ser un buen empresario»
Sabemos que, entre sus proyectos, ha publicado el libro solidario ‘28 días. Una historia de amor’. ¿Cómo decidió escribir y publicar esta novela?
En mi faceta de pequeño escritor, del que solo soy un mero aprendiz, publiqué unos libros enfocados a la empresa. Hasta uno de ellos, ‘MBA. Más que buenas actitudes’, apareció en una película: ‘Abuelos, nunca es tarde para emprender’.
Esta novela basada en hechos reales fue un punto de inflexión en mi vida personal, y por la que tomé ciertas decisiones en su momento. Es una historia de amor, aunque sin final. Me sirvió como desahogo y, gracias a esta novela descubrí que, escribiendo, puedo evadirme del día a día, porque soy una persona que piensa tres cosas a la vez hasta durmiendo.
Sus beneficios están destinados a la Asociación Española contra el Cáncer.
Sí, nunca tuve en mente el lucro con ella ni lo quería. Destinarlo a esta asociación también tiene su motivo; a veces uno está vivo por el hecho de haber tenido una historia de amor. Hasta ahí puedo leer.
¿Se plantea escribir más libros en el futuro?
Sin dudarlo, seguiré escribiendo. Hay una segunda parte de la novela ‘28 días. Una historia de amor’, pero mi abogado me ha recomendado que espere a que cambien ciertas leyes recientes para publicarla. Las historias basadas en hechos reales tienen ciertas consecuencias. ¡Qué le vamos a hacer!
Y nunca olviden: si haces cosas, pasan cosas. Sea en el ámbito que sea.