La Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) acontecida en otoño de 2024 es un hecho histórico que los valencianos jamás olvidaremos, por cómo sucedió y especialmente por las consecuencias que tuvo, con centenares de muertes, desaparecidos y miles de pérdidas materiales.
El epicentro del drama, la llamada Zona Cero, se focalizó en Paiporta y Alfafar, aunque han sido muchísimos más los municipios afectados, la mayor parte de l’Horta Sud: Picanya, Catarroja, Massanassa, Sedaví, Benetússer, Albal, La Torre y un larguísimo etcétera.
Los días siguientes al horrible 29 de octubre se vivieron momentos extraordinarios, protagonizados por unos voluntarios que llegaron de todos los puntos de España para ayudar en lo que fuera, aportando alimentos, agua y demás productos.
Ferran Torrent (Sedaví)
Entre los testimonios más ilustres, el escritor Ferran Torrent, vecino de Sedaví. “Lo viví inesperadamente, como todos”, avanza. “Estaba hablando con un amigo por teléfono y vi cómo entraba agua en casa; abrí la puerta y se inundó”. Seguidamente consiguió cerrarla e intentó salvar todo lo que pudo (ordenador, algo de dinero, ropa…), “para llevarlo a la parte de arriba”. No bajó hasta el día siguiente, tras ver el río en que se había convertido la calle.
“Descendió el nivel del agua de madrugada y lo que realmente nos salvó fueron los coches apilados, que hicieron de muro”, reflexiona. Si no, el agua hubiera llegado a dos metros. Remarca, en ese sentido, que “ha sido un error garrafal de la Administración, porque las alertas llegaron muy tarde”.
Considera que todas las plantas bajas del pueblo están para reconstruir, “porque esto no ha sido una gota fría, sino un tsunami; no tengo palabras”.
«Lo que realmente nos salvó fueron los coches apilados, que hicieron de muro» F. Torrent
Ricardo Monar (Paiporta)
En Paiporta reside Ricardo Monar, popular por sus retos de comida. El desastre lo sufrió en primera persona, en un inicio sin estar en alerta, “porque como no llovía”, aunque al mediodía había visto la preocupante situación en otros pueblos de la provincia: l’ Alcúdia, Carlet, Algemesí…
Se encontraba con su familia en Benetússer cuando le llamaron; “en mi casa el agua estaba desbordándose”. Le llegó entonces el famoso mensaje de alerta, “sobre las 20 horas, que no saliéramos de casa, ¡cuando lo mejor era cruzar el puente del río Turia y entrar en València!”.
“Dejé a los míos e intenté salvar el coche, alejándolo, pero el agua me acorraló entre la CV-30 y la Pista de Silla”, explica. Se quedó en un muro, unas tres horas, junto a otros más, hasta que pudo llegar a su casa a las cinco de la mañana. En un momento en el que “todo se sabe”, se cuestiona: “¿por qué no avisaron de lo que venía? El agua corre, pero no más que un coche”.
«Las alertas pedían no salir de casa, ¡cuando lo mejor era cruzar a València y salvarse!» R. Monar
Raúl Navarro (Benetússer)
El actor Raúl Navarro, cuyo domicilio está entre Benetússer y Alfafar, se encontraba en València -trabajando- mientras acontecía todo. “Intenté regresar, porque en casa estaban mis padres, pero no pude pasar de San Marcelino”, rememora.
Al día siguiente sí lo logró, “topándome con la devastación absoluta; me cruzaba con gente, llena de barro”. Y se preguntaba: “¿qué está pasando? El pueblo estaba sin luz, La Torre devastada, caravanas como si fueran de cartón”.
“A pocos kilómetros, en València, había un mundo normal, y aquí, en Benetússer, estaba el caos, el sinsentido, la conmoción”, se sincera. Pudo llegar a casa, abrazar a sus padres, “felices por seguir vivos, pero en shock por lo ocurrido”.
«Cada minuto podía estar muriendo más gente, ¿por qué no acudían las autoridades?» R. Navarro
«No daba crédito»
Se congratuló de estar sanos, “sin dar crédito a cómo estaba mi pueblo, como una película de terror”. Esa segunda noche, indica, “todos caminábamos en silencio, solo se oía el chapoteo del barro”.
“De la misma forma como yo pasé, podían haberlo hecho profesionales, porque ya no había agua, pero quedaba la conmoción y el caos”, argumenta. Además, estaban incomunicados, “abandonados, solos, aturdidos, aunque aliviados por haber salvado la vida”.
Siguieron trabajando, sacando escombros, “porque no venía nadie”, y esa noche, cuando se recuperó la luz, sintió la mayor impotencia, “al ver la nula actuación de los políticos: estaban en una burbuja, sin saber qué sucedía de verdad”.
La ayuda del pueblo
Cada minuto que pasaba “podía estar muriendo alguien más. Entonces, ¿cómo podía ser que no vinieran las autoridades a ayudarnos?”. Sí lo hizo la gente de los pueblos, “hordas y hordas de personas, que nos emocionaron”. Faltaban uniformes, “personas que indicaran ¡qué hacer!”. ¿Cuántas personas más se hubieran salvado con más efectivos?
Al conocer que “no nos iban a ayudar, lo asumes y trabajas el doble; echas lágrimas de rabia (impotencia) y sigues”. Por primera vez en su vida acudió a un banco de alimentos: “para mis padres, que no podían estar tanto tiempo sin comer”.