La fama no es que sea en muchas ocasiones efímera. Es que a veces parece que se muestra totalmente esquiva. Da igual que tu obra pictórica pueda ser admirada en la mismísima Catedral de València (la Seu), la también valenciana Real Parroquia de San Martín o incluso la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y hasta el Museo del Prado. No si tu nombre no ha pasado a los anales mediáticos.
Y esto no deja de resultar llamativo, especialmente cuando, siglos después, se te ensalza hoy, y se saborea tu barroquismo academicista en ocasiones un tanto hierático. Pero a Vicente Inglés Falcó (de quien se especula con que naciera en 1750, aunque sí se sabe con seguridad que falleció el 30 de agosto de 1821) la combinación de un fuerte carácter, quizá un cúmulo de envidias y sus desencuentros no le favorecieron en absoluto.
Líneas maestras
Empezaba con buen pie. Hijo de un pintor con prestigio aunque, ay, y aquí iba a legar involuntariamente el estigma a su hijo, de origen muy humilde. El valenciano José Inglés (1718-1786) dejó a una no muy generosa posteridad una serie de notables obras pictóricas repartidas por tierras valencianas y murcianas. Discípulo del yeclano afincado en el ‘cap i casal’, Antonio Richarte (1690-1763), es muy posible que un jovencísimo Vicente Inglés recibiera también su magisterio.
Por supuesto, esto además de la instrucción paterna, enfocada, como en el caso de Richarte, al estilo tardobarroco, un tanto oscurantista. A pesar del origen modesto de José Inglés, llegaría a ejercer como teniente director (bueno, los cargos de la época) de la Academia de San Carlos de València (la actual Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, creada el 14 de febrero de 1768), de la que era ya académico.
Hijo de un artista prestigioso, pero de origen humilde
Primeras fallas
Resultan interesantes los apuntes sobre el posible hecho de que Inglés hijo tuviera como profesor a Antonio Richarte, ya que, con el tiempo, leña sobre el árbol caído, o el artista fenecido, llegaron a atribuirle a este dos amplias obras de Vicente Inglés sitas en la catedral valenciana: ‘San Pedro en la cárcel’ y ‘El martirio de San Serapio’ (en realidad, ‘El martirio de San Bartolomé’).
¿Pero a qué venía tanto encono? Sumerjámonos en la época vivida por Inglés hijo, desde mediados del XVIII hasta principios del XIX, 71 años habitados en una época en que a València le han nacido las Fallas, registradas por primera vez en la prensa en 1784 y en 1792, ¡para quejarse de ellas! Y en Gran Bretaña comenzaba la Primera Revolución Industrial.
Marchó a Murcia, al Colegio de Teólogos de San Isidoro
Señores y burgueses
Por tierras francesas, se sucederían la Revolución Francesa (1789-1799), finiquitando la monarquía absolutista, y las Guerras Napoleónicas (1803-1815). Pero los principios de la ‘libertad, igualdad y fraternidad’ no llegarían a una sociedad en especial clasista como la española, pese a que en España se habían abolido los señoríos feudales con el decreto del 6 de agosto de 1811 de las Cortes de Cádiz, aprobado oficialmente el 18 de marzo de 1812.
Bueno, se pondrían definitivamente en vigor el 26 de agosto de 1837. Pero es cierto que la burguesía comercial (también, especialmente a partir del XIX, cada vez más la industrial) acabaría por sustituir progresivamente el estamento señorial. Los impedimentos morganáticos (casarse personas de distinto rango), aplicado a todo lo vital, seguían en pie.
Pintó un fresco a San Cristóbal que se le ordenó borrar
Ensañamiento académico
Para buena parte de la crítica artística actual, esto explicaría las dificultades, y aún el ensañamiento a su figura. Aunque su carácter, que incluía una notable autoestima, es posible que le echase más pólvora al asunto. Vicente Inglés comenzó su aprendizaje oficial en la Academia de San Carlos, donde estaba su padre. Pintó en las mismas ciudades que él. Sus evidentes capacidades artísticas, eso sí, hablaron también por él.
El 3 de agosto de 1806, alcanzaba el grado de académico de mérito por ‘El pozo de Jacob’. Y comenzaba a pelearse semana sí, mes también, con la directiva del centro docente. Bien es cierto que desde este se atacó de manera bastante punzante a un hijo de pintor carente del ‘suficiente’ patrimonio económico. Inglés hijo marcharía a Murcia, donde pintó para el Colegio de Teólogos de San Isidoro, de 1767.
Humillación final
Sin embargo, desde la academia continuaron cebándose con él de manera inopinada: se le encargaban los cuadros ‘La multiplicación de los panes y los peces’ y ‘La bajada de Moisés del monte Sinaí’, que luego la junta de la institución rechazaba en primera instancia. Finalmente, se aprobarían, pero desde el centro hubo venganza: pintó, por encargo, un fresco a San Cristóbal, que se le ordenó borrar.
Quizá ya fue demasiado: fallecía un año después, viudo, padre de tres hijos, uno ya desaparecido, y abuelo de tres nietos (del hijo finado). Se conocen estos datos, por cierto, porque había testado el 23 de agosto de 1821. Pero incluso hoy Vicente Inglés no puede evitar, tantos siglos ausente, el que algunas entradas enciclopédicas remachen su biografía con este lapidario mantra: “Vivió y murió pobre”.