El pasado día 21 de noviembre Amparo Biosca cumplió 104 años, una edad que la convierte no sólo en la persona más longeva de la capital turística de la Costa Blanca, sino también en la afiliada a la ONCE más mayor de toda la provincia de Alicante. Rodeada de su familia y acompañada del director de la ONCE en las Marinas, Vicente Vázquez, Amparo recibe a AQUÍ en Benidorm para hablar, entre otras muchas cosas, de cómo ha cambiado aquel pueblo en el que nació en 1920 para convertirse en la gran urbe que es hoy en día.
“Vengo de la peluquería”, reconoce coqueta, sentada en el salón de su casa. Con más de un siglo de vida a sus espaldas, Amparo ya no tiene la movilidad de antaño y eso es algo que no le gusta. “Gracias a Dios, yo estoy bien”, dice; pero señala alrededor, moviendo la mano en el aire, y se queja de que “aquí paso la vida, porque ya no voy a ningún sitio, ni a comprar, ni por ahí. Aquí paso la vida, en el sofá”.
Demasiadas despedidas
Otra de las leyes inmutables de quienes llegan a vivir una vida tan larga como Amparo es que, llegado un punto, se tienen que acostumbrar a las despedidas. “¿Qué le vamos a hacer? Ya no me quedan amigos, ni vecinos. No me queda gente. De todo lo que había ya no queda ninguno”, lamenta. Ella, al menos eso se sobreentiende, echa de menos aquella calle de pueblo en la que nació, creció y vivió tanto tiempo y que ahora apenas reconoce.
“En esta calle ya no me quedan vecinos”, insiste. “Sólo están los del Rosera. Paco Rosera, el de la Barqueta y nada más. Ya no tengo más vecinos de aquí”. Se refiere Amparo a otro hombre muy conocido en la ciudad, el presidente de la Asociación Recreativa Cultural La Barqueta, también nacido en Benidorm y otro de los ‘supervivientes’ en unas calles que, como en tantos otros destinos turísticos, han sucumbido a la gentrificación turística.
Presume de no ir nunca al médico
Gran anfitriona
Pero esos lamentos no han hecho mella en su carácter como buena anfitriona. “¿Sabes qué ha hecho esta mañana?”, me pregunta Vicente Vázquez. “Ha traído la mesa del comedor, la ha sacado aquí fuera”, que es donde nos recibe para “tomar un café” mientras charlamos.
Amparo necesita ayuda. No sólo por su edad, sino también por su falta de visión. De eso se encarga su familia y, además, cuenta con la ayuda de una empleada. Eso sí, cuando le preguntamos cómo ha estado durante el último año, asegura que “al médico no voy nunca. Lo único que, claro, no veo nada, tengo que aguantar”.
Es la afiliada a la ONCE más longeva de toda la provincia de Alicante
Misa por la radio
Con muy poca movilidad y con esos problemas de visión, ha visto su mundo reducido a las proximidades de su domicilio. “Un día normal es el que me levanto a las ocho y voy al sofá a ver a dónde voy”. Y, como mucho, se acerca a la parroquia a “encargar un rezo”.
“Ahora ya duermo poco, pero eso es normal. Eso le ocurre a todo el mundo cuando te haces mayor. Pero de lo demás bien. No tengo mal de nada. Al médico no voy nunca. La enfermera que viene, pues me toma la atención, me mira y está todo bien”.
Está al día de lo que sucede en Benidorm y en el mundo gracias “a mi amiga la radio”. Es a través de las ondas que “oigo la misa de diez de Radio María”. Con esa compañía etérea de fondo, también señala el teléfono. “Lo tengo siempre ahí al lado por si me llama alguien o si yo llamo a dos o tres números que tengo en la memoria de la familia. Antes tenía muchas amigas que venían, pero ahora ya no queda ninguna”, vuelve a lamentar.
Cada día escucha la misa de diez a través de las ondas de Radio María
Festera por obligación
Amparo vive en pleno centro de la ciudad, el lugar donde poco antes de la visita de AQUÍ en Benidorm se habían concentrado la inmensa mayoría de locales de peñas para celebrar las Festes Majors Patronales. Un ambiente muy ruidoso que provoca no pocas quejas en algunos vecinos afectados, pero ella es mucho más pragmática.
“Había peñas aquí al lado hasta las 4:30 de la mañana, pero mira, son dos o tres días y callas y en paz. ¿Qué vamos a hacer? Son Fiestas Patronales y la gente joven se tiene que divertir. ¿Qué vas a hacer? Pues mutis y callar”, dice resignada.
Donación de ánforas
Salta de un tema a otro y, en un momento dado, se fija en unas ánforas que tiene junto a la pared. “Eso está sacado del Tossal de La Cala”, explica y ahora “las voy a dar al Ayuntamiento y van a hacerme un homenaje”, explica orgullosa.
Habla también, contenta, de un tío párroco que estuvo “treinta y dos años en la iglesia de San Jaime”. Es entonces cuando echa la vista atrás, más allá de sus propios 104 años de vida, y habla de los orígenes de su familia. “Somos valencianos, del pueblo de Almussafes, donde está ahora la Ford”.