Entrevista > María Botella / Medalla Corporativa del Ayuntamiento de Benidorm 2024 (Benidorm, 14-febrero-1955)
En Benidorm, como en el resto de la Marina Baixa, sólo un extraterrestre que acabara de llegar a la Tierra podría decir no conocer a María Botella. Ella, junto a las 700 socias que conforman la Asociación Anémona, representa mucho de lo que en el mundo es bueno.
Sólo así puede entenderse que esta mujer menuda y que ha pasado dos procesos oncológicos “complicados” en los últimos veinte años decidiera, en su momento, no pasar página y disfrutar de esa ‘nueva oportunidad’ que, a veces, regala la vida y optara por revivir todas las veces que fuera necesario ese mismo proceso, acompañando a otras mujeres en el momento más duro y vulnerable de sus vidas.
El pasado día 6 de diciembre María Botella recibió la medalla corporativa de la ciudad de Benidorm; un reconocimiento que, asegura, disfrutó y que le apetecía recibir, aunque, subraya en todo momento, se trata de un premio personificado en ella, pero entregado a todo ese vasto colectivo. A las mujeres que están y a las que, por desgracia, ya no están.
«Me da pudor hablar de mí misma. No estoy acostumbrada y me ha costado muchísimo agradecer en primera persona este premio»
¿Cómo llevas el hecho de que, después de tantos años hablando en nombre de Anémona como colectivo, esta medalla te haga hablar de ti misma?
Al principio, regular. Una siempre piensa que se está haciendo mayor, que está creciendo, y que eso es lo que hace que llegue el momento de las condecoraciones. Pero después, pensándolo fríamente, la verdad es que estoy encantada con este premio porque reconozco que no es sólo el reconocimiento a mi persona, es el reconocimiento a todo el trabajo que se ha hecho desde la asociación.
Acostumbrada a utilizar siempre la primera persona del plural, ¿te da ahora pudor usar la primera del singular?
De hecho, me lo ha dado siempre. Me da pudor hablar de mí misma. No estoy acostumbrada, como tú bien dices, y me ha costado muchísimo agradecer en primera persona este premio porque, sinceramente, hace mucho que no lo hago.
Medalla corporativa, casi nada.
Medalla corporativa, sí. Me ha costado asumirlo.
«Esta medalla corporativa es un premio a Anémona y a todas las mujeres que han pasado por aquí estos veintidós años»
Te la dan en reconocimiento, creo, a tus muchos años como presidenta de Anémona, pero también es un premio compartido con todas esas mujeres, las que están y las que, por desgracia, ya no están.
Indudablemente. Con absolutamente todas, desde que aparecimos hace veintidós años hasta ahora. Es un reconocimiento al trabajo de todas ellas. Por eso, considero que esta medalla corporativa es un premio a Anémona.
Anémona, por si queda alguien que no os conozca, es un grupo de autoayuda para mujeres con cáncer de mama y ginecológico. Básicamente, lo que hacéis es tender una mano.
Sí, ofrecer o dar un poquito de ilusión, porque a pesar de la enfermedad, a pesar de los malos momentos, una debe confiar y agradecer el tener la oportunidad de compartir. Desde Anémona siempre hemos querido compartir. Sobre todo, somos un grupo de autoayuda y queremos estar ahí para todas las mujeres que han tenido un problema de salud y para todas las que continuamos teniendo esos problemas de salud.
Tú misma has pasado por ese duro momento de ser diagnosticada con cáncer. ¿Cómo y por qué decides que, una vez recuperada, te vas a exponer una y otra vez a revivir ese mismo proceso acompañando a otras mujeres? ¿Por qué no ser un poco más egoísta y pasar página?
Antes de responderte, te voy a decir que confío en que alguien recoja mi testigo y lo continúe haciendo. Que sea capaz de revivir otra vez los malos momentos y poder ofrecer la ayuda a todo el mundo que lo demande.
Yo recibí muchísimo una mañana en el Instituto Valenciano de Oncología (IVO), a los dos días de mi intervención, con la visita de una compañera de Amcova (Asociación de mujeres mastectomizadas –y afectadas de cáncer de mama- de la Comunidad Valenciana), una asociación parecida a la nuestra en Valencia, que simplemente se sentó a mi lado, compartió esos momentos, mi angustia, mi miedo, mi alegría por salir de quirófano…
Y me aportó tanta paz, que en ese momento me planteé poder montar una asociación a ese nivel. Una asociación, llámalo como quieras, que pudiese ofrecer lo mismo que me ofrecieron a mí.
«Confío en que alguien recoja mi testigo y continúe haciendo este trabajo»
¿Eso en qué año fue?
Eso fue en el 2000.
La María Botella, que va del año 1955 al año 1999, ¿era una persona muy distinta a la que toma esa decisión?
Cien por cien. La María Botella anterior era trabajo, trabajo y trabajo. También diversión y familia, claro; pero tenía una vida totalmente distinta a la vida de entrega, entre comillas, que he podido llevar desde el año 2000 hasta ahora.
Muchas veces se dice que las personas sanas deberíamos fijarnos en ese tipo de ejemplos y tomar nota. De alguna manera, ser partícipes de ese enfoque vital que tú ahora comentas.
Voy a decir algo que no está a favor de lo que estamos haciendo: creo que cuando la persona está sana, tiene la obligación de ser solidaria porque somos seres humanos y debemos de preocuparnos por el resto; pero no de ocuparnos en tener una actividad dentro de una asociación como la nuestra, porque ya llegará el momento.
Tu mente no la tienes que ocupar en sanar algo que no te ha ocurrido todavía. Ten en cuenta que cuando se pasa un proceso oncológico, al margen de todas las taras que puedan quedar en tu cuerpo, lo que más queda afectado es tu mente.
Por ello, no considero necesario que una persona que no ha pasado por la enfermedad tenga que estar dedicada a que la gente supere estos procesos. Colaborar, sí. Mostrar solidaridad y apoyar a la gente que estamos trabajando, también; pero de una forma no totalmente activa. Al final, a una persona que ha pasado un proceso oncológico, la forma de pensar, la forma de vivir, le cambia al 100%.
«No considero necesario que una persona que no ha pasado por la enfermedad tenga que estar dedicada a que la gente supere estos procesos»
Hay una frase muy usada en cierta literatura o en el cine, que es aquella de “he mirado a la muerte a los ojos”. ¿Cómo mira la muerte?
Yo he tenido dos procesos oncológicos y todavía no he mirado a la muerte. No sé si la muerte me ha mirado a mí y lo hemos conseguido superar; pero en ningún momento pensé que me iba a morir.
Igual soy una inconsciente, no lo sé. Miedos los he tenido todos, pero son miedos a lo desconocido, a qué me va a pasar, si me va a doler, si me voy a sentir mal, si no me va a permitir desarrollar mi vida normal, si no voy a poder compartir con mis hijos o con mis nietas, si estoy, de alguna forma, procurándole un dolor de cabeza a mi familia…
Pero a la muerte no la he mirado de frente. Es más, alguna vez empiezo a pensar que debo sentarme y pensar que me voy a morir algún día, pero oye… lo veo, no sé si lejos, pero lo veo tan distante que no me apetece todavía. Y te repito que han sido dos procesos oncológicos que no han sido fáciles.
Anémona cuenta ahora con 700 socias. ¿En algún momento has tenido la sensación que precisamente por centrarte tanto en acompañar a mujeres que están pasando por ese momento, igual no acompañaste a tu familia?
No. La familia también lo pasa mal, pero mira, hay una anécdota de una de mis nietas que con seis años decía que su “yaya” trabajaba en Anémona. Quiero decirte con eso que las niñas me han visto y han crecido con Anémona. Mis hijos lo entendieron y, sobre todo, mi marido… este hombre se merece todo lo del mundo. Lo ha entendido y me ha apoyado siempre.
Un trocito de la medalla es suya.
Pues sí, bastante trocito.
«Mi marido se merece todo lo del mundo. Me ha entendido y me ha apoyado siempre»
Me decías hace un momento que esperas tener relevo. ¿Ves cercano el momento de tener que pasar el testigo? ¿Lo necesitas?
(Se emociona) Sí.
¿Y hay alguien?
No lo sé.
Más allá del acompañamiento a las mujeres que han sido diagnosticadas, ¿tú eres consciente del mucho bien que hace, también a los familiares, ese mensaje esporádico tuyo en el que, sin venir a cuento, preguntas cómo están?
Creo que sí, porque lo he vivido en primera persona. Esa es la diferencia, como te decía antes, entre quien lo ha vivido en primera persona y quien no. La primera siempre va a tener esa sensibilidad especial, que no significa que sea mejor ni peor que la del resto; pero entiende que cualquier mensaje, cualquier palabra, te puede apoyar.
«El cáncer ya no es sinónimo de muerte»
¿El día 6 de diciembre, durante el acto de entrega de esa medalla, tuviste una sensación parecida a la de ‘objetivo logrado’?
El objetivo está logrado y de eso somos conscientes todas y yo también. En un momento dado, esto quizá me hacía falta, porque es un reconocimiento de mi Ayuntamiento, con el que hemos trabajado siempre más allá del ‘color’ que haya tenido. Hemos dado todo lo que hemos podido, hemos procurado estar con ellos y ellos también nos han apoyado.
En este momento necesitaba que reconociesen que Anémona ha trabajado por Benidorm, que Anémona ha trabajado por la comarca y que Anémona ha apoyado al equipo de gobierno, insisto, del color que sea, siempre. Ese reconocimiento es un poco el reconocimiento a mi ego y me sentí muy cómoda.
María, no es malo reconocer que todos, en mayor o menor medida, tenemos ego. Es algo tabú, pero no es malo verbalizarlo.
No, en absoluto. Al fin y al cabo, soy mujer y oye, fenomenal. Creo que lo disfruté porque me apetecía. A ver… te lo voy a matizar. Jamás en mi vida pensé que me iban a dar una medalla. Para mí, el reconocimiento es que me vea cualquiera de ellos y me diga “oye, pues esto ha salido bien”.
Pero ha surgido y me he sentido a gusto. Y me he sentido mucho más a gusto cuando me comunicaron que había sido por unanimidad, que nadie puso la más mínima oposición a que se me entregase a mí.
En el argumentario de esa moción podemos leer “todo ello, sin abandonar su faceta reivindicativa, reclamando más investigación médica y científica y mayores y mejores recursos asistenciales, desde el diagnóstico hasta el periodo de recuperación”. Por fortuna, estamos en una época en la que los avances científicos nos dejan casi un titular diario; pero supongo que todavía falta mucho camino por recorrer.
Falta muchísimo. Afortunadamente, en estos veinticuatro años de enfermedad, ha cambiado todo de una forma abismal y todo para bien. El cáncer ya no es sinónimo de muerte. Poquito a poquito se va consiguiendo, pero nos falta mucho. Empezando por nuestro hospital.
Para mí, los profesionales son los mejores y estoy convencida que la Sanidad española es la mejor del mundo, pero nos faltan medios y nos falta investigación. Hay que apoyar a esos grupos porque cualquier pequeño detalle, por insignificante que parezca a la gente, nos puede aportar un poco de paz y bienestar después de tratamientos y demás.
Hay que continuar a todas. Pero también hay que reconocer que vamos teniendo logros y que hay profesionales que están consiguiendo cosas muy importantes. Yo estoy ahora súperfeliz con el mamógrafo que hay en el Hospital de la Marina Baixa. Nuevo, de ultimísima generación. Todo esto se tiene que aplaudir, pero no significa que debamos parar. Tenemos que seguir pidiendo, reivindicando y, sobre todo, investigando.