Entrevista > Emilio Valero / Profesor de skate (Santa Pola, 29-octubre-1973)
Emilio Valero reconoce que siempre se sintió atraído por el skate -también por el surf- aunque su escasa predisposición a estudiar le condujo a trabajar como pescador en el barco de su padre, una labor durísima que desarrolló durante quince años.
“Me pasé mi adolescencia levantándome a las tres de la mañana”, rememora, sufriendo mucho frío o calor, “a expensas de la naturaleza”. Montó seguidamente una tienda de skate y casi veinte años después, una escuela, el Club Drac Skatepark.
Quiso pronto diferenciarse del resto en cuanto a seguridad, para que los niños se habituaran, por ejemplo, a caer brindando una mayor tranquilidad a los padres. El skate ahora cuenta con numerosos adeptos, gracias en parte a su debut como deporte olímpico en París’2024.
«En 2000 rompí con lo establecido y monté entonces mi primera tienda de skate, snow y surf»
¿Cómo te haces monitor de skate?
Antes de la llegada del snowboard a España, iba un par de veces al año a Sierra Nevada con mis amigos. En cuanto salieron las tablas de ese deporte, a finales de siglo, las probé y me fascinaron, algo cambió dentro de mí, como un engranaje que hace cloc.
Todo me llevó a una certeza y me dije “Emilio, ¡esto es lo tuyo!, hazlo como quieras, pero éste es tu camino”.
¿Pensaste a continuación en montar tu escuela?
La llamada que sentí era tan fuerte que lo quise intentar. En 2000 rompí con lo establecido, ser pescador de por vida, y monté entonces mi primera tienda de skate, snow y surf, en el centro de Santa Pola.
Poder vivir de lo que me apasionaba fue un regalo de vida, y regenté ese establecimiento un total de diecinueve años.
¿Cuándo creas Club Drac Skatepark?
Fue un año antes de cerrar la tienda, en 2018. Se había construido el Skatepark en la localidad y se produjo esa sincronicidad que tan pocas veces sucede, únicamente cuando uno sigue su vocación.
Un día acudí al Ayuntamiento y uno de los concejales me habló de la licitación de la cantina del Skatepark. Uno de los requisitos indispensable era tener conocimientos de skate.
«Quise cambiar lo que significa este deporte: el chico malote, rebelde, reventándose contra el suelo»
El destino parecía marcado.
Así lo sentí. Se había cumplido aquello que estaba en mi interior: crear una escuela de skate, en la que mi directriz u objetivo era enseñar a los chavales este deporte de una forma segura. Eso requería un poco romper con el estigma que siempre ha tenido este deporte, la de niño malote, rebelde, reventándose siempre contra el suelo.
¿Cuánto tardaste en conseguirlo?
¡En cuanto abrimos la escuela!, porque creé una estructura de clase, muy poco habitual en el skate, un deporte tan libre, anárquico, individualista. Primeramente, no admitíamos a nadie que no tuviera protecciones, como rodilleras, coderas y casco.
Asimismo, durante un porcentaje importante de esas clases les enseñábamos a caer de forma segura. Eso marcó la diferencia, porque los padres también empezaron a perder el miedo.
¿A día de hoy siguen teniendo?
Sí, pero menos. Se imaginan a su hijo con heridas, teniendo que ponerle Betadine todos los días. En muchas ocasiones, cuando los padres ven cómo son nuestras clases se ‘quitan el sombrero’ al ver que les enseñamos a caer.
Si a un niño le enseñas a patinar de una forma segura pasan dos cosas: minimiza el daño y las caídas, al tiempo que los padres alucinan.
«Cuando los padres ven nuestras clases se ‘quitan el sombrero’, al ver que les enseñamos a caer»
¿Qué nivel tienen tus alumnos?
De todo tipo. La fase primordial es de iniciación, insisto, siempre de forma segura. Por nuestras clases, igualmente de roller -patines en línea- han pasado posteriores Campeones de España en su modalidad.
Han sido muchas las escuelas de València, Alicante u otros lugares que se han fijado en los elementos que introdujimos nosotros, para calcarlos.
A los que tienen dudas, ¿qué les dirías?
Que empiecen con monitores que ofrezcan una buena estructura de clase, que les enseñen a caer, a minimizar los riesgos. Eso motiva mucho a los niños, como me comentan los padres.
Cuando les subimos a la rampa, les decimos que se tiren de rodillas -con la protección- para que tomen contacto con la propia superficie. De esta forma solventan ese miedo que les bloquea; de un modo divertido vencen sus temores.
El club no ha parado de crecer.
Sí, en la actualidad contamos con unos cuarenta-cincuenta alumnos. De la misma forma, una semilla que hace tiempo se sembró fue la de brindar nuestros servicios a colegios y ayuntamientos.
Los consistorios nos contratan para hacer clases de skate a los vecinos, ahora que es un deporte olímpico. La idea, de hecho, es que en cada pueblo o ciudad haya un skatepark, para que los chicos practiquen.