Entrevista > Félix Francés / Doctor en Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos (València, 1964)
Formado en València, el doctor en Ingeniería de Caminos Félix Francés todavía recuerda lo mal que se gestionó la llamada Pantanada de Tous, sucedida el 20 de octubre de 1982. “Estaba estudiando para el examen de Análisis Matemático I, y por la radio interrumpieron la música para informar de forma muy confusa lo que estaba sucediendo”, explica.
“Me llamó mucho la atención que, casi a finales del siglo XX, no fuéramos capaces de predecir un desastre de esta magnitud, ni gestionarlo mejor”, subraya, quien a raíz de entonces se dedicó a la investigación. Estaba convencido de que se podía hacer mucho mejor, pues el Departamento de Ingeniería Hidráulica y Medio Ambiente ya era muy potente.
Sabemos que las sequías e inundaciones en la Comunitat Valenciana “son problemas históricos”, como aconteció lamentablemente el pasado 29-O, llevándose la vida de 224 personas, además de numerosísimos daños materiales. Se estima que unas 66.000 empresas se vieron seriamente afectadas.
Las grandes dudas
Más de cuatro meses después de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), somos muchos los valencianos que nos seguimos preguntando si se pudieron evitar las numerosas muertes, si nuestras infraestructuras estaban en buenas condiciones y si volveremos a estar preparados para una situación similar.
Todos conservamos en nuestras retinas cómo se desplomaban los puentes, ¡en apenas unos segundos!, se inundaban nuestras calles, casas y garajes. Francés nos aclarará ésas y muchas más cuestiones, porque episodios similares los sufriremos de nuevo en las próximas décadas.
¿En qué condiciones estaba La Rambla del Poyo ese fatídico día?
En el Barranco del Poyo se alcanzaron 2.800 metros cúbicos por segundo y eso provocó una enorme erosión en sus cauces. ¡Ya con 500 lo hubiera arrastrado todo! En mi opinión, la limpieza de cauces no es una medida adecuada, salvo que se quiera luchar contra las especies invasivas, como las cañas, un asunto más medioambiental.
Otra cosa es que su arrastre pueda taponar pequeños drenajes transversales, o ser un factor más para el colapso de un puente, si no están preparados, que deberían estarlo.
¿Por qué los puentes apenas aguantaron?
A los puentes en zonas inundables, mediante la normativa urbanística del Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana (Patricova), aprobado en 2003 y actualizado en 2015, se les exige que tengan unos niveles de protección acordes con su intensidad de tráfico e importancia.
En este sentido, ese nivel de protección es de quinientos años de período de retorno para infraestructuras estratégicas y lo que se produjo fue de una magnitud muy superior.
«Los puentes en zonas inundables deben tener unos niveles de protección acorde a su tráfico e importancia estratégica»
¿Cuáles suelen ser las causas de su derrumbe?
Por socavación en las pilas, lo cual su protección es relativamente fácil. Pero si los niveles de agua son muy altos y tocan el tablero… Los puentes no están pensados para que esa parte, su tablero, resista el empuje horizontal del agua.
Quizás habrá que diseñar los puentes de modo que el tablero y el puente en su conjunto puedan aguantar este tipo de empujes.
¿Era necesaria una presa?
Es una historia larga, porque en los años 90 había un plan, por parte de la Confederación del Júcar, para proteger y disminuir la peligrosidad de inundación en Poyo y Pozalet mediante una presa en Cheste.
Se produjo una oposición importante por parte del Ayuntamiento de Cheste, ya que, sin tener problemas de inundación, no entendían por qué se iba a condicionar su planeamiento urbano, teniendo en cuenta que ya se hablaba de la ubicación del circuito de velocidad.
«Las lluvias del 29 de octubre batieron el récord nacional en cuanto a un breve espacio de tiempo, cinco horas»
¿Cómo acabó la historia?
Eso, junto a unas inundaciones que sucedieron en Pozalet en 2000, hizo que la Confederación le encargara un plan de infraestructuras a una ingeniería valenciana. Ellos, a su vez, nos solicitaron una estimación hidrológica -de la peligrosidad y riesgos- y el llamado Plan 2006 convino que no era necesaria la presa.
En ese plan se propusieron soluciones basadas en la naturaleza, como reforestación y micropresas en la cuenca alta de Pozalet y Poyo, mantener una zona inundable como zona de sacrificio y corredores verdes que conectan con el encauzamiento ya existente de Paiporta y con el Nuevo Cauce del Turia.
Otra cuestión es la situación actual, porque en estos casi veinte años la ocupación del territorio, obviamente, ha cambiado y podría ser necesario complementar las actuaciones en la zona inundable con una presa en cabecera.
¿Se hubieran salvado vidas?
Cualquier infraestructura las hubiera reducido, aunque no necesariamente muchas. Lo que sí hubiera minimizado significativamente son las pérdidas económicas. Para salvar vidas humanas lo que ha faltado es tanto un sistema de predicción y alerta de crecidas como formación e información adecuadas.
«El antiguo cauce daba a València una protección de unos setenta años de período de retorno, siendo de quinientos años el actual»
¿Estaba estimado que ocurriera algo así?
Sí podía pasar, otra cosa es la magnitud con la que ocurrió. Hablamos de niveles de protección de quinientos años, como estudiamos en la Rambla del Poyo, mientras que este evento está por encima de los dos mil. ¿Podía pasar? Sí, pero era muy poco probable.
A nivel de lluvia diaria no fue récord español, situándose en tercer lugar. Sí batió el registro en cuanto a las duraciones más cortas -de cinco a una hora- en toda España. La mala suerte es que la tormenta se situó encima de un conjunto de cuencas de tiempos de respuesta cortas, generando el máximo caudal pico posible.
¿El Plan Sur salvó ahora a la ciudad de València?
No es exactamente así. El Nuevo Cauce posee una capacidad de cinco mil metros cúbicos por segundo, dando un nivel de protección de unos quinientos años.
Por otra parte, la capacidad del antiguo (sin parques ni obstáculos en su interior) era de 2.300 metros cúbicos, mientras que el caudal pico que se observó en el Turia el 29 de octubre fue de 2.000, lo que significa que la crecida de 1957 hubiera cabido. La excepción hubieran sido los Poblados Marítimos, ya que el antiguo encauzamiento no llegaba al área de la desembocadura.
Sí quisiera resaltar que el antiguo cauce daba a la ciudad una protección de unos setenta años de período de retorno, siendo entre cinco y diez veces mayor el actual.
«En el siglo XXI tenemos que ser más inteligentes y no hacer obras poco útiles sólo para que se vea que se está trabajando»
¿Se puede calcular cuándo habrá una normalidad a nivel de obras?
Es difícil saberlo, aunque estoy seguro que la Confederación del Júcar está en ello desde el mismo momento que salieron del maremágnum de la emergencia. Forma parte, de hecho, de un plan que ya está hecho y vigente, el de Gestión del Riesgo de Inundación.
Hay que comenzar con lo que está claro que va a funcionar, en este caso el tramo que conecta el Barranco de la Saleta con el nuevo cauce y la reforestación de la cuenca, y seguidamente el resto, cuando finalice la revisión de qué medidas son válidas y cuáles requieren una modificación.
¿No va todo muy lento?
Por correr mucho no se hacen bien las cosas. En la Pantanada de Tous, sin ir más lejos, se construyó rápidamente la Presa de Escalona y luego se comprobó que, una vez hecho el nuevo embalse de Tous, era inútil.
En el siglo XXI tenemos que ser un poco más inteligentes y no hacer obras para que se vea que se está trabajando, sino que tengan utilidad.
«Si el riesgo es fluvial, lo último que debemos hacer es ir a salvar el coche, lo más conveniente es quedarse en casa»
¿Estamos preparados para otro episodio parecido?
Zonas de riesgo parecido a Pozalet, Poyo y Picassent hay diez en toda la Comunitat Valenciana y desafortunadamente las otras requieren de inversiones mucho más grandes.
Un ejemplo clarísimo es la Vega Baja, donde hay más peligro, y cuyas infraestructuras previstas están en el orden de entre los dos mil y los cuatro mil millones de euros, y ¡sin llegar al nivel de protección que se puede conseguir con costes muy inferiores en Rambla del Poyo!
Por supuesto, dado que los presupuestos del estado son limitados, cuando hablamos de infraestructuras para la reducción del riesgo de inundación hay que priorizar, a nivel autonómico, pero sobre todo nacional, porque se trata de un problema de todo el país y el responsable de ejecutar este tipo de infraestructuras es el Ministerio.
¿Nos podemos quedar ahí?
Solo con infraestructuras generas una sensación de falsa seguridad. Disminuyes la peligrosidad, pero se incrementa la vulnerabilidad y la exposición: los ciudadanos piensan erróneamente que ya está resuelto. Se ocupan más espacios inundables y lo hacen con mucho menos cuidado, con lo que rápidamente se incrementa el riesgo.
Hay otras medidas de tipo no estructural, como la zonificación de usos en el planeamiento urbanístico presentado por Patricova, adecuación de edificios, sistemas de predicción y alerta, planes de emergencia que sean operativos y, especialmente, la educación e información para aprender a vivir con el riesgo.
Saber que se vive en una zona inundable y qué hay que hacer o no en caso de inundación salva vidas, disminuye los daños económicos y genera más resiliencia en la población.
«Por su alto coste, las inversiones en infraestructuras hay que priorizarlas y el resto de las medidas ponerlas en marcha ya»
¿Esta desgracia va a marcar a generaciones de valencianos?
Sin duda. El pasado verano el Banco Mundial me invitó a dar una charla a sus técnicos para indicar el buen ejemplo que es el Patricova. Para prepararme la exposición miré los daños económicos que supuso la Riada del 1957, la de 1982 y la de 2019 en el río Segura.
En los tres casos se estiman unas pérdidas directas de unos dos mil a tres mil millones de euros actuales, mientras ahora se calcula en unos veinte mil millones ¡cerca de diez veces más!
Si todavía nos acordamos del impacto del 57, no quiero pensar en el del 2024, porque jamás ha habido un desastre natural de estas proporciones en España. Tenemos que remontarnos a la Guerra Civil para comparar los daños y no fueron naturales.
Es el momento de invertir.
Lo lamentable es que vamos por detrás de los acontecimientos y eso no puede ser, que actuemos dónde y cuándo se ha producido una desgracia.
Es evidente, las inversiones en infraestructuras hay que priorizarlas por su alto coste, pero el resto de las medidas hay que ponerlas en marcha. Por ejemplo, ¿a qué estamos esperando para terminar de señalizar todos los badenes inundables, cuando su cruce es una de las fuentes de pérdidas humanas más importante en los países desarrollados?