Entrevista > Edu Grau / Coordinador de enfermería (Alfafar, 25-noviembre-1991)
Casi cuatro meses y medio después del ya calificado mayor desastre natural de nuestro país, seguimos conociendo historias personales, como la de Edu Grau, vecino de Alfafar que lo perdió prácticamente todo ese trágico 29 de octubre. Sin embargo, anímicamente recuperado, transmite un mensaje de esperanza.
“Es verdad que ha sido durísimo, pero lo más importante, la vida, la conservamos”, señala, consciente de los que fallecieron ese día. Ha tenido que trasladarse al domicilio de una abuela y alquilar un coche, imprescindible para desplazarse a su puesto de trabajo.
Se queda, como muchos otros, con la solidaridad mostrada por todos los vecinos y voluntarios que acudieron a ayudarles. “Nos repetían estamos aquí para lo que necesitéis, una ducha, una comida caliente… ¡ha sido muy bonito!”
¿Cómo viviste esa jornada?
Salía de una guardia de veinticuatro horas en el hospital donde trabajo, en Quart de Poblet, y, como es costumbre, desayuné con mis compañeros antes de regresar a Alfafar. Descansé un poco y ya a las dos de la tarde me enviaron alguna foto y vídeos de cómo estaba Utiel, sin darle importancia respecto a nosotros.
«Mientras crecía el nivel del agua me preguntaba ¿la estructura de las viviendas aguantará?»
Hasta que se complicó todo.
Estaba en el Centro Instructivo Musical de Alfafar (CIMA), en una reunión con el presidente, Javier Juan, y sobre las seis y media de la tarde vimos un vídeo del Puente de Picanya, cómo se desplomaba en unos segundos, y del Barranco de Massanassa, totalmente desbordado.
Alertados, nos fuimos a casa, y me puse en contacto con mi hermano Jorge, que reside en Benetússer, manteniendo la calma, porque ese mismo barranco ha estado en situaciones parecidas muchas otras veces.
¿Cuándo te alarmas de verdad?
Al poner À Punt fui consciente de lo que realmente estaba pasando, pues en las casas de Paiporta y Aldaia estaba entrando muchísima agua. Era poco antes de las ocho de la tarde cuando mi hermano me decía que el nivel llegaba por la mitad de las ruedas, pero en diez minutos se inundó todo.
Vivo en la parte más alta de Alfafar y aquí nunca nos había entrado agua. De hecho, estoy en una zona declarada no inundable, y jamás pensé que iba a suceder algo así.
¿Qué hiciste seguidamente?
Salí a la calle, me crucé con Fran, un vecino, y fuimos juntos a por los coches. Pero a apenas dos esquinas, el agua ya estaba ahí y regresamos, para intentar retener la primera ola, la procedente de Paiporta.
Casi inmediatamente llegó la segunda, mucho más intensa, la de Massanassa y Catarroja. Cerré las ventanas y los plomos y me subí al piso superior -con todo lo que pude-, lamentando que mi casa se inundara por completo.
«Un golpe anímico fuerte fue cuando a las dos semanas entré en casa, vacía, sucia, inhabitable…»
¿Temiste por tu vida?
Hubo un momento que algo sí, porque el agua no paraba de crecer. Lo hizo hasta las doce, después se estabilizó unas dos horas y comenzó a bajar. Mi pregunta era ¿la estructura de las casas aguantará? Muchas, las más antiguas, se vinieron abajo.
¿Cuál fue tu primera imagen al bajar al piso inferior?
Un desastre, todo perdido. Abrí las puertas para que saliera el agua y esa misma noche empezamos a trabajar, con todo el cansancio, tensión y nervios. Se oían gritos, lloros, mucha desesperación.
Mi mayor anhelo era poder ver a mis padres, fui andando a su casa, y saber algo de Jorge, porque era imposible acceder a Benetússer. A las pocas horas ya supe que se hallaba bien.
¿Cómo viviste los siguientes días?
Tuvimos una extraña sensación, porque a un lado de la calle veíamos una montaña de coches, unos sobre otros, que nos aislaba. Sí faltó al principio algo de ayuda e información, apañándonos entre los propios vecinos.
«No tengo dudas de que saldremos adelante, también porque ahora valoramos mucho más las cosas»
¿Anímicamente te has mantenido fuerte?
Ha habido días, sinceramente. Un golpe muy fuerte fue a las dos semanas, al entrar en mi casa -ya vacía-, pero ampliamente sucia y sin saber cuándo vas a poder volver a vivir allí. A eso le sumabas que habían desaparecido los cuatro coches familiares, el de mi padre prácticamente nuevo.
¿Se puede calcular cuánto perdiste?
Es complicado, entre cuarenta mil y cincuenta mil euros, aunque he recuperado gran parte gracias al seguro. Después hemos tenido que tirar dos paredes, aconsejados por los peritos.
Desde entonces vivo en el piso de mi abuela Isabel, igualmente en Alfafar, y es posible que regrese a mi casa a finales de abril.
¿Eres positivo a día de hoy?
Debemos serlo. No tengo dudas de que vamos a salir de esto, pese a que muchos siguen sin haber cobrado ningún tipo de ayuda, básicas para la recuperación.
¡Pero al menos estamos vivos, que es lo fundamental! La vida nos ha cambiado para siempre, valoramos mucho más las cosas.