A Rafa Forner (València, 2-febrero-1974) lo podríamos definir como un actor con una gran capacidad para hacer monólogos, aunque sus inicios -en una sala pequeña, cada jueves-, no fueron sencillos, “pues el fútbol todavía se daba en abierto y muchas veces no venía nadie”.
Eso no le desmotivó, ni mucho menos, y poco después debutó en el Teatro Rialto. Desde entonces no ha parado y pronto celebrará su treinta aniversario en la profesión, siempre fiel a un humor blanco, directo, frenético y con mucha improvisación.
“Se puede hacer humor de todo, es curativo”, opina, incluso de las mayores tragedias, como la sufrida recientemente en València. Otro de sus puntos fuertes son los cruceros, donde en 45 minutos realiza el stand-up comedy clásico.
Exactamente, ¿quién es Rafa Forner?
Un actor que hace monólogos, que fue un poco una casualidad, aunque tenía claro cómo los quería hacer. Cuando empecé, en 1995, era la época de no parar de contar chistes -gracias al programa ‘No te rías que es peor’-, y volviendo en furgoneta de una actuación en Castellón, seguíamos.
¡Podíamos estar entre cuatro o cinco horas sin parar de contar chistes! Me sabré entre 10.000 y 15.000. El dueño de la taberna Olé me propuso entonces hacer un show todos los jueves, y quise comenzar con monólogos, en homenaje a mis admirados Joan Capri y Pepe Rubianes.
¿Por eso tocas aspectos cotidianos?
Sí, muy ‘made in Spain’. El mío es un humor cotidiano y blanco, con una tercera pata: la de los cruceros en verano, que me ha permitido conocer gran parte del planeta. El stand-up que hago no es tan grosero o canalla; prefiero hacer reír contando cómo voy a comprar champú al supermercado.
¿Incluso en los peores momentos debemos hacer humor?
Por supuesto. Al final de mis posts siempre concluyo con la siguiente frase: ‘la risa cura, y lo sabes’. Ya en la pandemia estuvimos luchando por las redes sociales, haciendo reír.
El dolor que acabamos de sufrir los valencianos es muy grande, pero cuando pase un tiempo sí podremos hacer humor, porque la comedia es tragedia más tiempo. Además, en València tuvimos el incendio de Campanar no hace mucho, ahora la DANA…
«Toco temas cotidianos y blancos, con una tercera pata: las actuaciones en los cruceros»
¿Cómo son tus actuaciones?
Tengo mis historias y las suelto, con mucho surrealismo. Son imprevisibles, directas, con un ritmo frenético: jamás sé lo que voy a contar. Lo pienso un minuto antes y tiro por ese lado, sin saber dónde pararé.
¿Entonces cada monólogo es diferente?
Claro, jamás he hecho uno igual que el otro. Obviamente se parecen, porque sigo un guion, pero cambian, en cuanto a la conexión con el público, mi estado de ánimo o si ha sucedido algo importante. Si aprecio que a la gente no le gusta una historia, me voy a otra.
¿Para ti el humor es una forma de vida?
Debe serlo, porque, como decía antes, cura y mucho. Es muy común que venga la gente a agradecerme y me digan cosas como “hacía un año que mi mujer no se reía así” o “acabo de superar una larga enfermedad, he estado triste años, y acabas de hacerme sonreír”. A veces abruma, no quiero esa responsabilidad, ¡vengo a hacer el mono y fuera!
«Jamás sé qué voy a contar: lo pienso poco antes y tiro por ahí, sin saber dónde pararé»
¿Cuáles son tus monólogos más relevantes?
No les suelo poner nombre (ríe), básicamente porque no sé lo que voy a acabar diciendo. Sí los he titulado cuando me lo piden, como en Café Teatre: ‘Pon por la cara A’ fue el primero, al que le seguía ‘Pon por la cara B’, para acabar ‘Por la puta cara’.
Uno que gustó mucho fue ‘Firme irregular’, un pavimento roto, con baches, porque mis monólogos son así: firmes, en los que vamos a tener que ir superando escollos.
Anécdotas te habrán pasado muchas.
Claro. Unas amenazas me hicieron bajar del escenario, tras hablar de la familia real. Fue cuando Felipe le pidió la mano a Letizia, y mientras dialogaban con los periodistas, ella le espetó diciendo: “déjame hablar a mí”.
Yo manifestaba que era una mujer fantástica, porque ha puesto en su boca lo que la mayoría de españolas no pueden, es decir, “cariño, déjame terminar a mí”. Defendía a la futura reina, con el sexo como telón de fondo. Algunos lo entendieron.
¿Qué estás preparando ahora?
El treinta aniversario, porque el veinticinco no pude, estábamos en pandemia. Estaré en el Teatro Talia en mayo, acompañado del cantautor Jonathan Pocoví, también amigo, que acaba de estrenar disco, ‘Erre que erre’.
Él actuará en dos ocasiones, así yo puedo tener descansos y completar tres monólogos distintos, recuperando una parte de uno que gustó mucho, ‘La Biblia’.