Entrevista > José María Landete / Investigador en el Inst. Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria
José María Landete (Utiel, 22-enero-1975), investigador del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, el cual pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha dedicado su carrera al estudio de los alimentos funcionales y sus beneficios para la salud.
Desde sus inicios en nuestro municipio hasta su consolidación científica en Madrid, Landete mantiene un firme vínculo con Utiel y anima a las nuevas generaciones a perseguir sus vocaciones sin renunciar a sus raíces.
«Tenía claro desde el principio que mi camino era la ciencia»
Estudió en Utiel, primero en el Colegio Santa Ana y luego en el Instituto. ¿Cómo descubre la vocación por la ciencia?
Cuando iba al instituto me di cuenta de que me gustaban más las asignaturas de ciencias: matemáticas, física, química… mucho más que literatura o inglés. Tenía clarísimo que era de ciencias.
En cuanto a elegir carrera, la ingeniería no me llamaba especialmente, y me atraía más la ciencia desde una perspectiva más amplia, como la biología. Dentro de ella, luego descubrí la microbiología, la biotecnología, y fue por ahí por donde tiré.
Da ese salto natural de Utiel a Valencia, y después entra a trabajar en el centro de investigación de La Fe. ¿Cómo fueron esos primeros estudios, centrados en el cáncer de mama?
Primero hice la tesis doctoral en el Departamento de Microbiología de la Universidad de Valencia. Trabajé en microbiología del vino, estudiando las bacterias lácticas que producen aminas biógenas.
Después de la tesis, obtuve un contrato en La Fe, donde empecé a trabajar en cáncer de mama. Fue un cambio radical, pero como tenía experiencia en biología molecular, pude adaptarme. Aun así, mi vocación siempre fue la microbiología.
Siguiente destino Madrid, al CSIC nada menos.
En 2006 conseguí un contrato postdoctoral en Madrid, en el Instituto de Fermentaciones Industriales del CSIC. Después volví a Valencia con un contrato Juan de la Cierva, también en un centro del CSIC, donde seguí en la misma línea de investigación. Más tarde pedí un contrato Ramón y Cajal y regresé a Madrid, al actual Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL), ahora integrado en el CSIC.
En 2016 aprobé la oposición de científico titular, aunque ya estaba en el CIAL desde 2011.
«El objetivo es un producto estándar, accesible y sin efectos adversos»
¿En qué línea se trabaja actualmente en dicho instituto? ¿Qué avances destacaría?
Desde que entré en el Departamento de Tecnología de los Alimentos, cambiamos un poco el enfoque. Tradicionalmente se trabajaba con productos lácteos, pero apostamos por los alimentos vegetales, tanto por la huella de carbono como por los nuevos hábitos de consumo.
¿Qué tienen de especial?
Los alimentos vegetales, como la soja, la avena o la semilla de lino, tienen compuestos fenólicos con gran potencial. Nuestro objetivo es mejorar estos alimentos utilizando bacterias lácticas o bifidobacterias, transformando sus compuestos en otros con beneficios para la salud.
Un ejemplo es el de las isoflavonas de la soja. Estas no son bioactivas de forma natural, pero pueden transformarse gracias a determinadas bacterias. Nosotros buscamos bacterias capaces de hacer esa transformación, obteniendo compuestos con efectos positivos.
También trabajamos en producir vitaminas o neurotransmisores mediante fermentación o ingeniería genética, cuando las bacterias no lo hacen de forma natural.
¿Aplican esos compuestos en modelos de enfermedad?
Sí, realizamos ensayos in vitro y en ratones. Uno de los resultados más relevantes ha sido en el campo de la menopausia y la fertilidad. Hemos observado que las bebidas vegetales fermentadas con estas bacterias mejoran los síntomas de la menopausia y también la fertilidad en ratones con perfiles similares a la premenopausia.
Mejoran el perfil lipídico y otros marcadores. Ahora estamos intentando trasladar esto a humanos, aunque es un proceso complejo. Hemos hecho pruebas de tolerancia con la Fundación Jiménez Díaz, pero aún no hemos ido más allá. Esperamos poder hacerlo pronto.
«Apostamos por los alimentos vegetales, tanto por la huella de carbono como por los nuevos hábitos de consumo»
¿Sería una bebida de tipo farmacéutico o de consumo general?
Sería una bebida vegetal común, fermentada con una bacteria segura, sin necesidad de ser un producto farmacéutico. Hemos trabajado incluso con alguna empresa del sector interesada en este tipo de desarrollo, aunque aún no se ha aplicado en humanos.
El objetivo sería que pudiera comercializarse como un producto estándar, accesible y sin efectos adversos.
¿Sigue manteniendo una relación estrecha con Utiel?
Claro. Mis padres y mi hermano siguen viviendo allí. Mi familia es de Utiel de toda la vida. Mi padre era panadero, ahora lo es mi hermano. Mi mujer también es de Utiel, igual que su familia. Vamos siempre que podemos: en Navidades, en Semana Santa, en verano…
Tenemos amigos de siempre, vínculos muy fuertes. Mi hijo, que tiene 13 años, también está encantado cada vez que vamos. Lo tiene claro: es muy utielano.
Para concluir, ¿qué mensaje le gustaría transmitir a los utielanos más jóvenes que sueñan con dedicarse a la ciencia?
Mi consejo es que estudien lo que realmente les apasiona. Trabajar en lo que te gusta, en lo que te llena, es un privilegio. Y si no lo logras a la primera, ya buscarás alternativas. Pero lo importante es que, de entrada, luches por lo que de verdad te interesa.