Hay pueblos que celebran fiestas, y luego está Sant Joan d’Alacant, que se consume en ellas como una vela encendida por el fervor colectivo. No es exageración, es pura combustión emocional: basta con oler el ambiente para notar que la mecha ya ha sido encendida.
Con la reciente proclamación de sus Belleses del Foc 2025, el municipio ha dado su primer gran estallido simbólico: ya no hay marcha atrás. Comienza el ritual de reencontrarse con uno mismo a través de la música, el fuego y la memoria compartida.
Claudia Quereda Llopis y Elena Cano Jiménez ya portan las bandas que las convierten en faros vivientes de esta tradición ardiente. A su lado, las Damas de Honor, Nayla, Inés, Leyre y María, forman el cortejo de una fiesta que no necesita trono, sino calle. Ellas no representan solo a un barrio o una comisión, encarnan, como en un antiguo teatro mediterráneo, el papel de la juventud que honra al pasado sin convertirse en estatua del mismo.
Ciclo de la Llama
Como toda buena fiesta que se precie, les Fogueres también saben decir adiós. El acto de proclamación fue, a la vez, un homenaje a Carolina Climent Miguel y Mari Carmen Salcedo García, las Belleses del Foc salientes, que no se apagan sino que se transforman en parte del relato colectivo. Se marchan con ese tipo de sonrisa que solo se logra cuando el deber ha sido cumplido… y bailado.
Delegaciones de otras ciudades, como Elda, València, Benidorm o Jumilla, se unieron a la cita en ese curioso fenómeno tan nuestro donde los pueblos rivales durante el año se abrazan en junio, como primos lejanos que vuelven a casa. La fiesta, en efecto, tiene su propia geopolítica, más efectiva que cualquier tratado de Bruselas.
Les Fogueres no son un evento, son una forma de estar en el mundo
El tiempo del fuego
Ha comenzado la cuenta atrás, y el calendario ya no se mide por semanas sino por actos. El sábado 31 de mayo, el Pasacalle del Fuego abrió las puertas de lo simbólico: una procesión donde la devoción camina al lado de la alegría, como dos vecinos que aún no se han peleado por el volumen de la música.
La Bendición de las Mantillas ante la imagen de San Juan Bautista será uno de esos instantes donde hasta los más escépticos sienten un cosquilleo en el alma. Y no es fe lo que se respira, sino algo más ancestral: pertenencia, comunidad, la certeza de que uno forma parte de algo más grande que su propio ombligo.
Durante varios días llegan sentimientos de pertenencia, comunidad y la certeza de que uno forma parte de algo más grande
Pregones y conciertos
El 8 de junio, la Plaça Josep Carreras será epicentro de un estallido sonoro y emocional. El Pregón, ese grito elegante que despierta a la ciudad del letargo primaveral, marcará el inicio oficial de las Hogueras. Luego vendrá la música, que no es entretenimiento aquí, sino liturgia. En el Concierto de Hogueras, las notas suenan como si los instrumentos supieran que están tocando para la historia.
Y claro, luego vendrán los racós, esas repúblicas independientes de la alegría donde la verbena no se baila, se sobrevive. Porque aquí se trasnocha por devoción, no por ocio.
Claudia Quereda Llopis y Elena Cano Jiménez fueron proclamadas Belleses del Foc 2025 el 24 de mayo
De la zancada a la ceniza
El 14 de junio llegará la IX Carrera Nocturna, esa extraña criatura híbrida que mezcla zapatilla con petardo. Miles de corredores recorrerán el municipio como si, en vez de medallas, se disputaran el primer sorbo de cerveza fría en el racó.
Es deporte, sí, pero con espíritu de verbena. Y, sobre todo, es la última gran cita antes de que el cartón piedra y la creatividad tomen las calles en forma de monumentos fogueriles. La carrera es el prólogo sudoroso de un libro que terminará ardiendo, literal y metafóricamente, el 24 de junio.
El fuego purifica lo que el año contamina
Llegará entonces la Nit de la Cremà, ese clímax que parece final, pero que en realidad es renacimiento. Cuando las llamas devoren las Hogueras no se destruirá el arte: se liberará. Porque el fuego, aquí, no quema: transforma. Lo que en enero fue plano y proyecto, en junio será luz y despedida. Y lo que arde no se pierde: se convierte en memoria.
Pero aún queda tiempo. Tiempo para que Claudia, Elena y sus Damas bailen hasta que los tacones pidan tregua. Para que los músicos se dejen la garganta. Para que los santjoaners encuentren, entre la pólvora y las tracas, ese instante íntimo donde entienden que esta fiesta no es solo suya: es lo que los define.
Porque las Hogueras no son un evento. Son una forma de estar en el mundo.