Entrevista > Sol Picó / Bailarina y coreógrafa (Alcoy, 11-mayo-1967)
Sol Picó escucha la palabra baile y siente “vida, felicidad, emoción”. No le faltan razones, es toda una existencia bailando y más de tres décadas desde que fundó su homónima compañía. Plenamente instalada en Barcelona, el éxito logrado lo considera “relativo, la clave es no dejar de trabajar”.
Se inició en Alcoy, en Danza Clásica y Española, aunque su talento pronto la condujo a la Ciudad Condal -para estudiar Contemporánea- París y Nueva York. “Me he pasado los años creando, viajando por el mundo, volviendo a casa…”.
Tuvo un papel relevante en Moros y Cristianos, durante la Entrada de Ana Gisbert, la primera alférez mujer de nuestra historia, y ya prepara intensamente su próximo espectáculo, ‘La cordero y su ejército’, cuyo estreno tendrá lugar en Málaga.
¿Quién te incitó a bailar?
Era algo que llevaba muy dentro, no tengo dudas, porque recuerdo estar en movimiento ya con cuatro o cinco años. Escuchaba una música y mi cuerpo la acompañaba.
Fue mi madre, tras tanto verme bailar, la que pensó en apuntarme a ballet para que focalizara la infinita energía que tenía. No había mucho más que elegir tampoco.
Había grandes bailarines entonces, ¿te fijabas en alguien?
Sin ser excesivamente mitómana, Antonio Gades -con un estilo diferente- me deslumbraba. Muchas veces seguía mis instintos de necesidad de moverme y bailar, sin tener ni idea hacía dónde me conduciría. Estaba en una ciudad como Alcoy, sin referentes en casa.
«Relacionarte a través de tu cuerpo, como hacemos los bailarines, es sumamente interesante»
¿El baile te permite desconectar?
Es una forma de estar en el mundo de un modo especial, pues relacionarte a través de tu cuerpo, como hacemos los bailarines, es muy interesante. Ofrece libertad, como decía, y te hace, te permite ver la vida diferente, ni mejor ni peor.
¿También te ha hecho crecer como persona?
Todo nos lo hace y sí, seguramente. Bailar, dedicarme a este mundo, me ha abierto la posibilidad de gozar de una vida fabulosa. No sabría vivir sin el arte, sinceramente, me resulta fundamental. Me gusta consumir cultura, la necesito, es un aspecto casi espiritual.
Nuestra relación con la cultura debe mejorar, mirar más cómo la tratan otros países como Francia o Bélgica, por ejemplo.
¿Qué disciplina te provoca el Síndrome de Stendhal?
Por deformación profesional disfruto mucho como espectadora de danza, igual que del teatro y el resto de artes escénicas. Me encantan las performances más alternativas, las que huyen de lo clásico.
Sin olvidarme, por supuesto de la pintura, que me chifla, autores como Caravaggio, René Magritte o incluso desconocidos. Paso por exposiciones y observo cada maravilla, ¡hay mucho talento escondido! Todo me inspira, me encanta que me sorprendan.
«Disfruto mucho como espectadora de danza, igual que del teatro y el resto de las artes escénicas»
¿Cuál fue tu papel en Fiestas?
Ana Gisbert, la primera mujer alférez, de la filà Marrakesch, me pidió que le representará un baile, como en su momento me solicitó su padre, ya fallecido.
Pensé en la importancia del momento, por otro lado histórico, porque hablamos de una celebración muy tradicional, que paulatinamente se va abriendo.
El resultado fue…
Trabajamos sobre lo que ella había investigado, con ayuda de una historiadora, y representé a una mujer mora, procedente precisamente de Marruecos. Descubrieron, quizás es leyenda, que en unas batallas luchó, como otras muchas mujeres de la época. Nos ha llegado el pensamiento que únicamente guerreaban los hombres, pero no es así, hubo mujeres que dominaron el arte del sable.
A partir de ahí desarrollé una pieza, una especie de muro que escalaba y que significaba igualmente todo lo que debemos superar las mujeres. Fue un momento apasionante.
¿Agradó a los asistentes?
Creo que sí, también porque soy bastante conocida en Alcoy y no paraban de decirme cosas bonitas. Fue un reto físico, pues estaba sola, aunque una chica me sustituía en algún punto del largo recorrido.
«Aunque resido en Barcelona sigo vinculada a Alcoy, me encanta visitar a Mari, mi segunda madre»
¿Vienes mucho a Alcoy?
Poseo una casa en Muro y allí soy muy feliz, es mi paraíso. Disfruto mucho llenándome de la energía de mi familia.
¿De qué trata tu próxima producción?
Se llama ‘La cordero y su ejército’ y es como un apocalipsis interno de la cordero (yo) con la idea de autodestruirse (explotar) para transformarse. Es un momento vital en el que ya no puede aferrarse a según qué cosas, provocando una catarsis.
Ha sido ideado, coreografiado y dirigido por mí, y lo estrenamos el 11 de junio en el Teatro Cánovas de Málaga, donde le seguirán actuaciones en Castellón, Madrid… El colofón será en el Teatro Nacional de Barcelona.
Estás con ilusión y seguridad de triunfar.
Ilusión, todas. Seguridad la justa, pero me gustaría mucho que funcionara. El esfuerzo está siendo máximo.